Fue
el de ayer un día triste, marcado por la muerte. El fallecimiento de Forges lo empañó
todo, llenó las caras de muchos de una congoja que se mantendrá cada día que
veamos que nos falta su viñeta y luz. Por la noche, un ertzaina fallecía en
Bilbao a causa de los violentos incidentes protagonizados entre fanáticos de un
equipo ruso y otro local de eso que se hace llamar fútbol, que algunos asimilan
a deporte, y no es sino un enorme negocio bajo el que se refugian personajes de
vida confusa y hordas salvajes que gritan, chillan y destrozan envueltas en sus
“colores”, con el beneplácito de autoridades y risas cómplice de tantos. Mis condolencias
a las familias de las dos personas que ayer nos dejaron.
En
medio de todo este despliegue de tristeza, acudí, por la tarde noche, a una
charla que daba Pedro Duque, astronauta, de momento el único español que puede
ser llamado así. Nunca le había visto en persona, y era una gran oportunidad
para oírle y saber su opinión ante la, aparente, nueva carrera espacial que se
nos viene encima, con competición de naciones y, sobre todo, empresas privadas
que buscan hacerse un hueco en el mercado y empezar a rentabilizarlo. Duque
habló un poco de todo esto, de la vida de un hombre en la Estación Espacial y
de los retos que tenemos por delante para emprender viajes largos, algunos de
ellos ya superados, otros aún no. Pero sobre todo Duque mostró lo humilde y
generoso que puede ser alguien que ha llegado al triunfo absoluto de su profesión
y es calificado como genio por muchos. Trató en todo momento de motivar al
público, de demostrar tanto la utilidad de la investigación espacial como la
naturaleza descubridora del hombre, unidas ante la necesidad de sobrevivir en
el espacio, el medio más hostil que uno pueda imaginarse. Y no sólo comentó
cuestiones de ciencia. La economía estuvo presente en el fondo de su
exposición, y posterior debate con uno de los becarios de La Caixa que hizo de
anfitrión del acto. Economía en forma de financiación de proyectos, de fondos
públicos para sostener las investigaciones avanzadas y privados para lanzar los
proyectos comerciales, de necesidad de ser pacientes a la hora de desarrollar
proyectos en el espacio que, por definición, son largos, complejos y sumamente
arriesgados. Esa financiación permite crear un tejido productivo en torno a la
industria espacial que suma puestos de trabajo de alta cualificación y
productividad, y son una manera de hacer mucho más competitiva la economía y
sociedad de un país. Recalcó varias veces que en EEUU se sigue invirtiendo en
estos temas, de manera pública vía NASA o privada con SpaceX, Virgin o Blues
Space, y los avances que ellos logran el resto luego tenemos que comprarlos y
pagarlos, por lo que nos cuestan muy caros. Les permite mantener una ventaja
sobre el resto del mundo, que se traduce en éxitos en sus proyectos, sí, pero también
en ganancias económicas. En España tenemos empresas privadas que están
desarrollando proyectos muy meritorios en el tema espacial, como son Zero2infinity o PDL; pero viven en
el filo de la navaja financiera. Gracias a las inversiones asociadas a nuestra
participación en la ESA existe una pequeña red de empresas y estructuras que
trabajan día a día en el espacio, construyen satélites (como
el PAZ, lanzado ayer por SpaceX desde Vandemberg, California) pero es poca
cosa en comparación con lo que podría ser. De hecho, hizo mucho hincapié en que
el conjunto de Europa, cuyo desarrollo espacial se da en torno a la ESA, se
está quedando atrás, por falta de proyectos ambiciosos, visión de futuro y,
sobre todo, financiación. Musk y los innovadores, y China como potencia
política, nos han superado en visión comercial y capacidades. ¿Queremos seguir
en la carrera espacial? ¿Queremos desarrollar una industria europea
competitiva, productiva y señera en este ámbito?
Las
experiencias que contó Duque sobre su estancia en la EEI fueron divertidas, y
en gran parte coincidían con el relato que ha
escrito Scott Kelly en su libro Resistencia, de lectura más que recomendable.
La necesidad de habituarse a un entorno tan hostil y extraño se repite al
volver a la Tierra tras una estancia espacial. En todo momento Duque se mostró
abierto, franco, modesto, diciendo “no se” a aspectos de tecnología y
prospectiva que se escapaban de su ámbito de conocimiento, y a buen seguro
sirvió de inspiración a algunos de los que estaban en la sala. Había niños, con
sus padres, que quizás vieran en él un ejemplo a seguir. Les aseguro que es de
los buenos. Y ese sería el mejor de los frutos posibles, y más en un día tan
aciago como el de ayer.
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