viernes, febrero 23, 2018

Una tarde con el astronauta Pedro Duque

Fue el de ayer un día triste, marcado por la muerte. El fallecimiento de Forges lo empañó todo, llenó las caras de muchos de una congoja que se mantendrá cada día que veamos que nos falta su viñeta y luz. Por la noche, un ertzaina fallecía en Bilbao a causa de los violentos incidentes protagonizados entre fanáticos de un equipo ruso y otro local de eso que se hace llamar fútbol, que algunos asimilan a deporte, y no es sino un enorme negocio bajo el que se refugian personajes de vida confusa y hordas salvajes que gritan, chillan y destrozan envueltas en sus “colores”, con el beneplácito de autoridades y risas cómplice de tantos. Mis condolencias a las familias de las dos personas que ayer nos dejaron.

En medio de todo este despliegue de tristeza, acudí, por la tarde noche, a una charla que daba Pedro Duque, astronauta, de momento el único español que puede ser llamado así. Nunca le había visto en persona, y era una gran oportunidad para oírle y saber su opinión ante la, aparente, nueva carrera espacial que se nos viene encima, con competición de naciones y, sobre todo, empresas privadas que buscan hacerse un hueco en el mercado y empezar a rentabilizarlo. Duque habló un poco de todo esto, de la vida de un hombre en la Estación Espacial y de los retos que tenemos por delante para emprender viajes largos, algunos de ellos ya superados, otros aún no. Pero sobre todo Duque mostró lo humilde y generoso que puede ser alguien que ha llegado al triunfo absoluto de su profesión y es calificado como genio por muchos. Trató en todo momento de motivar al público, de demostrar tanto la utilidad de la investigación espacial como la naturaleza descubridora del hombre, unidas ante la necesidad de sobrevivir en el espacio, el medio más hostil que uno pueda imaginarse. Y no sólo comentó cuestiones de ciencia. La economía estuvo presente en el fondo de su exposición, y posterior debate con uno de los becarios de La Caixa que hizo de anfitrión del acto. Economía en forma de financiación de proyectos, de fondos públicos para sostener las investigaciones avanzadas y privados para lanzar los proyectos comerciales, de necesidad de ser pacientes a la hora de desarrollar proyectos en el espacio que, por definición, son largos, complejos y sumamente arriesgados. Esa financiación permite crear un tejido productivo en torno a la industria espacial que suma puestos de trabajo de alta cualificación y productividad, y son una manera de hacer mucho más competitiva la economía y sociedad de un país. Recalcó varias veces que en EEUU se sigue invirtiendo en estos temas, de manera pública vía NASA o privada con SpaceX, Virgin o Blues Space, y los avances que ellos logran el resto luego tenemos que comprarlos y pagarlos, por lo que nos cuestan muy caros. Les permite mantener una ventaja sobre el resto del mundo, que se traduce en éxitos en sus proyectos, sí, pero también en ganancias económicas. En España tenemos empresas privadas que están desarrollando proyectos muy meritorios en el tema espacial, como son Zero2infinity o PDL; pero viven en el filo de la navaja financiera. Gracias a las inversiones asociadas a nuestra participación en la ESA existe una pequeña red de empresas y estructuras que trabajan día a día en el espacio, construyen satélites (como el PAZ, lanzado ayer por SpaceX desde Vandemberg, California) pero es poca cosa en comparación con lo que podría ser. De hecho, hizo mucho hincapié en que el conjunto de Europa, cuyo desarrollo espacial se da en torno a la ESA, se está quedando atrás, por falta de proyectos ambiciosos, visión de futuro y, sobre todo, financiación. Musk y los innovadores, y China como potencia política, nos han superado en visión comercial y capacidades. ¿Queremos seguir en la carrera espacial? ¿Queremos desarrollar una industria europea competitiva, productiva y señera en este ámbito?


Las experiencias que contó Duque sobre su estancia en la EEI fueron divertidas, y en gran parte coincidían con el relato que ha escrito Scott Kelly en su libro Resistencia, de lectura más que recomendable. La necesidad de habituarse a un entorno tan hostil y extraño se repite al volver a la Tierra tras una estancia espacial. En todo momento Duque se mostró abierto, franco, modesto, diciendo “no se” a aspectos de tecnología y prospectiva que se escapaban de su ámbito de conocimiento, y a buen seguro sirvió de inspiración a algunos de los que estaban en la sala. Había niños, con sus padres, que quizás vieran en él un ejemplo a seguir. Les aseguro que es de los buenos. Y ese sería el mejor de los frutos posibles, y más en un día tan aciago como el de ayer.

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