viernes, febrero 09, 2018

Un invierno como los de antes

Las previsiones meteorológicas a corto y medio plazo se han convertido en plenamente fiables. Es raro que se produzcan fallos a tres cinco días, aunque es posible en zonas localizadas y en épocas, como la primavera, más inestables. El trabajo de los profesionales de AEMET y de equipos como el del El Tiempo de TVE es enorme y se nota, tanto en la precisión como en la capacidad divulgativa. Obviamente, la tecnología, la capacidad de recoger cada vez más datos y la enorme potencia informática que los modela y trata está también detrás de ese éxito. Pero, como siempre, si no hay expertos que analicen, estudien y tengan “ojo” para ver lo que pasa de nada sirven los ordenadores y sus simulaciones. Esto debemos aplicarlo a todos los campos.

Lo que no está nada pulida es la previsión a medio plazo, la estacional, la que nos indica cómo se va a comportar, por ejemplo, una estación. Hay las dificultades son de todos los tipos posibles. Tenemos menos datos para poder simular, la complejidad de los modelos crece, el comportamiento caótico de la atmósfera hace que cualquier previsión sea totalmente diferente de las anteriores a poco que alteremos el más mínimo parámetro o dato y, muy importante, existen muchas cosas de la dinámica atmosférica global que todavía no somos capaces de modelar o, directamente, desconocemos la influencia que pueden tener. Esto hace que los cambios de estación y las tendencias que nos cuentan los del tiempo para la entrante sean, muchas veces, poco más que ejercicios de futurología, más cercanos a los vaticinios bursátiles que a otra cosa (sí, ayer otro grandioso porrazo en Wall Street). Expresiones como “verano dentro de lo normal” o “verano un poco más cálido de lo normal” han escondido en los últimos años estíos de record que se han sucedido, casi, en las primeras posicione entre los más cálidos y secos de los registros existentes. Aquí también la variabilidad local juega muy en contra del pronosticador, porque un verano normal en el norte no tiene nada que ver con el verano mediterráneo o el del interior, y las sensaciones que ofrece cada lugar y geografía pueden condicionar la visión que tenemos de lo que está sucediendo y la valoración que, finalmente, le otorgaremos. Mala es la memoria humana, pero nefasta resulta ser en lo que hace a la meteorología, área en la que nadie recuerda un verano o invierno como el último, haya sido como haya sido. En este invierno de 2018, que se presentaba como normal dentro de la media, se están registrando nevadas “como las de antes”, fríos extremos y sensaciones gélidas que muchos no recuerdan haber vivido nunca. Dense cuenta de la enorme contradicción que existe entre no encontrar precedentes de lo vivido y rememorar épocas pasadas en las que estos fríos y nevadas eran calificados como habituales. No puede ser, o lo uno o lo otro. Habrá que esperar a que pase la temporada, pero sí parece que las nevadas que se están viviendo este año son superiores a la media de las registradas en España, y están siendo especialmente significativas en el Cantábrico, con Asturias y Cantabria como zonas más afectadas. Noticias como esta, de rescates en alta montaña de personas que lleva aisladas un cierto tiempo no son raras estos días, y las incidencias que está ocasionando el temporal en carreteras y la vida diaria, mitigadas por la experiencia y el aprendizaje tras fracasos como el de la AP6 en Reyes, son constantes. Los espacios meteorológicos son, desde hace bastantes días, un recuento incesante de incidencias, más parecidas a una versión blanca de un parte de guerra que otra cosa, y el despliegue de corresponsales de los medios de comunicación “a pie de frío” resulta tan aparatoso como, hasta cierto punto, absurdo. No es tanta noticia que nieve en invierno, aunque sí lo es la afectación de servicios esenciales.


No logró hacerlo en Reyes, pero sí este pasado lunes, cuando los copos llegaron a Madrid con fuerza, y eso, definitivamente, declaró como oficialmente riguroso el invierno que estamos viviendo. Si recuerdan, hubo una pequeña tregua a mediados de enero, tras el primer temporal, con un fin de semana en Madrid de tiempo espléndido, soleado e incluso con atisbos primaverales, pero luego, con febrero, volvió el temporal, que parece que afloja este fin de semana pero que puede volver a insistir para inicios de la semana que viene. Yo llevo mal el frío, no me gusta nada, me aletarga. Y pese a ello se que es necesario. Y la bendita nieve y lluvia que nos ha caído es la mejor medicina para paliar, en parte, la sequía horrenda que vivimos. La gente del campo debe estar con una sonrisa enorme al ver sus cultivos blancos, porque saben que la nieve es el mejor regante. Que siga, que siga, que siga

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