Uno
ya no sabe que decir o pensar cuando se repiten escenas que, aún vistas una y
mil veces, estremecen como si fuera la primera vez. Esas carreras, angustias,
disparos, policías entrando en recintos, en este caso educativos, a la caza del
asesino solitario. Esa impotencia de las personas que, en un instante, pasan de
estar viviendo un día rutinario a saberse asediadas y en el punto de mira de
alguien que no tendrá piedad con ellos. Esos vídeos que ahora circulan por
todas partes, rodados de manera improvisada, guionizados por la angustia, en
los que la imagen temblorosa nos muestra carreras, chillidos e intentos de
escape, a veces recompensados por la seguridad, otras no.
La
última matanza escolar en EEUU deja un saldo de, al menos, 17 muertos, todos
ellos en un colegio de Florida, asesinados a balazos de arma automática por
un excompañero que fue expulsado del centro por su conducta violenta y su amor
a las armas. El guion de estas masacres se replica una y otra vez, con escasas
variantes, y siempre con un saldo despiadado de víctimas. Nos enteramos de
aquellos que alcanzan grandes proporciones, como es el caso, pero cada semana,
cada pocos días, tiroteos vengativos se producen en EEUU y aumentan, de manera
incesante, el balance de víctimas por armas de fuego hasta unas proporciones
que, en Europa, nos parecen simplemente inasumibles. Volverá el debate sobre la
legislación, tan relajada como absurda, respecto a la venta de armas y su
tenencia y exhibición, y esa discusión eterna se acallará en pocos días, hasta
que una nueva matanza la reabra, y así hasta el infinito, y demasiadas muertes
por el camino. Resulta evidente que dificultar el acceso a las armas es la
primera medida, la más obvia, para que no sean empleadas, y que eso, a buen
seguro, reduciría las tasas de homicidios en aquel país, pero también es verdad
que existe una cultura de la violencia en EEUU que hace que, haya armas de
fuego o no, muchas disputas se arreglen a las bravas de una manera que se nos
antoja incomprensible. La seguridad ciudadana, como la salud, son cosas que se
valoran de manera extraordinaria cuando no se disfruta de ellas, y que si se
poseen se dan como obvias y se relativiza mucho su existencia. En Europa, y más
concretamente en España, la seguridad de la que disponemos en nuestras ciudades
es enorme, e incluso en Madrid, por mucho la más grande de ellas, se vive con
una sensación en la que el miedo está ausente de las calles. Incluso tras pasar
lo peor de la crisis económica, que muchos temieron supondría un repunte de la violencia
en forma de atracos, las cosas siguen pacíficas hasta un punto en el que los
asesinatos, muy escasos, son noticia de portada en los informativos, precisamente
por su extrañeza. Esto no es así en todas partes, ni mucho menos. En
esta web pueden ver un gráfico comparando las tasas de homicidio entre los EEUU
y Europa, datos de 2015, y los números hablan por sí solos. Los estados
norteamericanos se encuentran muy a la cabeza de esta clasificación, siento
Lituania el primer país de Europa que figura en ella. Para encontrar a España
debemos irnos muy al extremo positivo del gráfico. Somos el cuarto país menos
violento de los analizados, sólo mejoran nuestra posición Irlanda, Austria y
Holanda, pero nos encontramos en un nivel cercano a los 0,5 homicidios
intencionados cada 100.000 habitantes, cifra veinte veces, veinte veces, menor
que la registrada en Louisiana, que es quien encabeza este ranking. La
preponderancia de los estados norteamericanos muestra que la violencia es un
problema de primer orden en aquel país, y que la venta libre de armas se realimenta
con la tendencia a ser expeditivo a la hora de “arreglar problemas”. Viendo el
gráfico, ¿en qué país preferirían ustedes vivir? Seguro que son rápidos a la
hora de tomar la decisión.
De
hecho, es en las ciudades norteamericanas donde este problema se vive de una
manera más intensa y, al ser un goteo constante, apenas aparece en los medios. Pongamos
un ejemplo. En
2017 Chicago mejoró notablemente sus estadísticas criminales, con una bajada
del 16%, pero se registraron 650 asesinatos. Tremendo, en una ciudad. En 2016, en España, se
registraron, según el INE, 282 casos. Ni la mitad. Todos estos fríos
números pueden darnos consuelo y alivio, y lo hacen, pero de nada sirven al
contemplar las angustiosas imágenes que hoy llenan portadas de medios impresos
y audiovisuales. La reiteración del horror y sinsentido del asesinato masivo.
Hoy, esta vez, en un colegio de Florida. La semana que viene, no se dónde.
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