El
abuso con el que utilizamos el término de histórico provoca que cada vez que lo
empleamos devaluemos su sentido y el acontecimiento al que nos referimos. Es
una pena. Sobre todo cuando realmente nos encontramos ante algo que sí tiene
relevancia histórica real, por su trascendencia y por el paso que supone en un
conflicto que lleva estancado desde mediados del siglo XX. El encuentro entre
Moon Jae-In, presidente de la democrática y pujante Corea del Sur, y Kim Jong
Un, dictador absoluto de la paranoica y pobrísima Corea del Norte, celebrado
esta madrugada hora española, es
el primer encuentro entre líderes de las dos Coreas desde la firma del
armisticio, que no paz, que puso fin a la guerra civil en 1953, que provocó la
partición del país.
Las
imágenes de esta reunión muestran escenas alegres, distendidas, de los dos
líderes caminando hasta encontrarse en el borde de la frontera, en la zona
desmilitarizada, una peligrosa tierra de nadie, y ambos cruzan la marca de
piedra que señala el límite con desparpajo. Muchas sonrisas y apretones de
manos que dan una sensación de encuentro triunfante, positivo y prometedor.
Hasta ahí lo bueno, ahora vienen mis dudas, relacionadas con la postura de
Corea del Norte. Y es que no acabo de entender la estrategia de Kim de cara a
este encuentro y al próximo, explosivo, con Donald Trump. En medio de todas
estas reuniones está, omnipresente, el triunfante programa nuclear norcoreano,
que ha adquirido suficiente tamaño como para ser respetado y temido en todo el
mundo. Cierto es que eso eleva al loco de Kim al estatus de “líder respetable”
pero precisamente por ello no me resulta nada creíble su presunta promesa de renunciar
a ese programa para conseguir acuerdos exteriores. ¿Cómo va a renunciar a la
única baza que le permite seguir siendo líder indiscutido y temido, dentro y
fuera? Todo lo que sea distensión entre las dos Coreas y entre el régimen
psicótico norcoreano y el resto del mundo será bien recibido, y esperemos que
sirva para mejorar la situación de la pobre gente que vive en la cárcel que
regenta Kim, pero más allá de gestos y fotos, aquí hay algo que no me cuadra.
Sabe muy bien el tercero de la dinastía norcoreana el final que tuvieron
dictadores como Gadafi o Sadam, bien porque acordaron no desarrollar sus
programas nucleares o porque se les impidió conseguirlo. Ahora ellos están
muertos y sobre sus países, o restos, se erigen nuevos hombres fuertes. La lección
que tan bien aprendió el gordito fue clara. Corre, corre, corre, desarrolla tus
bombas y misiles lo más rápido posible y hazlo saber al mundo entero, pregona a
los cuatro vientos, presentadora marcial de la televisión mediante, los misiles
y las bombas que tienes, pruébalas, sube la tensión y mete miedo, no demasiado,
pero sí el suficiente como para ser respetado. Eso es lo que ha conseguido Kim
en estos últimos años, y es un éxito evidente de su régimen. Ahora, como diría
algún miembro de la directiva del PP de Madrid, Kim es “uno de los nuestros” y
cuando solicita cumbres se asiste a las mismas. Por ello, ¿es creíble la oferta
de que renunciará a esa baza a cambio de algo? No me lo parece. Algunas
opiniones afirman que Kim ha lanzado estos señuelos presionado por China, angustiado
porque el bloqueo económico empieza a ser efectivo y trata de buscar una salida
que permita alimentar a su gente y sacarla de la miseria, lo que pudiera ser
cierto, aunque eso exige suponer que a Kim y los suyos les importa algo su
gente, lo que es mucho suponer. A partir de la cumbre de hoy es probable que se
puedan establecer algunos canales entre las dos Coreas y una cierta cooperación
económica, lo que redundará en ventajas para la más pobre de las dos. Y,
también es cierto, eleva algo al imagen de Kim en el mundo, tan sonriente y
afable.
Todo
esto es un previo de la gran, y peligrosa, cumbre entre Kim y Trump, dos
sujetos viscerales que poseen botones grandes y parecen ser poco proclives a la
reflexión. Si esa cumbre se desarrolla bien podemos estar ante un deshielo en
la península de Corea que sería muy positivo para la región y todo el mundo,
pero no descarten que los egos de esos dos personajes tan extraños choquen y el
encuentro acabe realmente mal. Es un encuentro ante el que hay notables dudas y
cautelas, porque cada uno de los presentes es más raro que el otro. Lo cierto
es que, en apariencia, Kim se está mostrando como un habilidoso jugador del
póker de la imagen global. El encuentro de hoy es un triunfo para ambos
mandatarios, y nos lleva a aguas no cartografiadas. Crucemos los dedos para que
todo siga saliendo bien.
Me
cojo el lunes 30 de ocio y el1 y 2 es festivo en Madrid, así que nos leemos
otra vez el jueves 3. Descansen y ojo al bajón de temperaturas, la primavera
retrocede otra vez al final del invierno.