miércoles, abril 25, 2018

Macron y Trump, la extraña pareja


Han llamado mucho la atención los gestos de extremada complicidad que se han propinado Macron y Trump, especialmente impulsados por un adulador presidente francés que, en todo momento, ha ofrecido una imagen fraterna y cercana no muy habitual, y menos respecto a las vistas en las visitas que se realizan en la Casa Blanca desde que la ocupa su actual inquilino. Hemos visto escenas frías, gélidas, protagonizadas por Merkel, Peña Nieto, Trudeau y otros mandatarios internacionales, frente a las que las imágenes de guiños y palmadas de Macron son, cuanto menos, llamativas. Es imposible más contraste. ¿A qué es debido este dispar comportamiento?

Mucho pueden decir los psicólogos sobre lo que vemos, pero en mi modesta y, casi seguramente errónea, interpretación, dos me parecen las alternativas posibles. Que lo que vemos es la realidad, es decir, que ambos personajes se llevan bien y comparten más de lo que parece, o que no es así, y asistimos a unas escenas fingidas en las que Macron quiere llevarse al huerto al volátil Trump. Se me hace difícil suponer lo primero, dado que los dos proceden de ambientes y mundos completamente diferentes. El iletrado, faltón, mujeriego y farolero jugador Trump frente al joven, culto, refinado, enarca y fiel esposo Macron. Si hay algo que comparten plenamente es la ambición, que por otro lado se encuentra en todos aquellos que aspiran u ocupan despachos de gobierno en el mundo. ¿Se han visto el uno al otro y, en cierto modo, se han reconocido? ¿han descubierto lo que el joven desea para su futuro y lo que el mayor ansiaba ser de joven? Quizás. La otra teoría, más sugestiva y llena de imaginación, se basa en las ardides del listo Macron frente al impulsivo Trump. Conocedor el francés de los puntos débiles de su inestable aliado, de su carácter infantil, necesitado de adulación y peloteo, despliega el galo todo el repertorio disponible de gestos y frases para tratar de ganárselo, y así conseguir ventajas propias en muchos de los múltiples frentes que tiene abiertos ambas naciones y continentes. ¿Cómo hago para que Trump relaje sus amenazas de aranceles contra la industria francesa y, por extensión, europea? Me lo camelo, lo engatuso, lo adulo, le peloteo hasta el extremo y, cuando esté encantado de haberme conocido, le hago firmar una declaración de retirada o suspensión de aranceles que, sin duda, rubricará sin apenas mirar. Una estrategia similar a la de dar golosinas a un niño para que actúe como queremos, sin que el crío se entere de nada y sea, en el fondo, manipulado. ¿Es eso lo que estamos viendo? Admito que es una teoría muy retorcida, típica de tertulia de bajo nivel, pero resulta extremadamente seductora. También es una vía para espantar la imagen de complicidad que se ve entre dos personajes respecto a los que muchos, yo también, tenemos imágenes preconcebidas muy opuestas y que escenas como las de ayer nos hacen pone mala cara. Sólo por los malos modales que despliega Trump, más allá de su catálogo de ocurrencias, el comportamiento de los dignatarios que lo visitan no debiera pasar más allá del estricto cumplimiento del protocolo y respeto a la institución que él encarna y, día a día, con su actitud, mancilla. Si Macron y Trump se entienden, en el fondo, será bueno para ambos, pero como la historia de las manzanas sanas y la podrida en el texto, será la imagen futura del presidente francés la que pueda verse resentida por su proximidad a la del americano, y es poco probable que Trump y su corte aprendan algo de las enseñanzas de un rey parisino que no posee corona pero que, como todos los presidentes de la república gala, actúa como si la portase.

¿Frutos concretos del encuentro? Veremos. La prensa se ha volcado mucho en esas imágenes y en todo lo relacionado con el sombrero que lucía Melania, pero más allá de eso Irán y el actual acuerdo nuclear han estado muy presentes sobre la mesa. Macron ha llegado a apoyar la renegociación del mismo, lo que es una evidente cesión a los postualdos de Trump sin que esté nada clara cuál es la fuerza que puede motivar actualmente a una victoriosa Irán a reabrir un tratado que costó tanto firmar, cuando su poder regional era mucho menor que el actual. Este frente, el iraní, sigue creciendo en dimensión a medida que, de momento, se aplaca el norcoreano, y amenaza con convertirse en uno de los grandes problemas globales. LA extraña pareja tiene mucho que decir en este y otros temas de interés.

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