Llevamos
ocho años de guerra en Siria, y la sensación de que este horrible conflicto se
acabe de una vez no acaba de llegar. Desde el principio ha sido una guerra
sucia y cruel, que ha ido escalando en intensidad y alcance, hasta implicar a
todas las potencias regionales, de manera directa, y a las superpotencias,
directamente a Rusia, no de manera tan clara a EEUU, en lo que desde hace
tiempo se parece a una guerra mundial a escala. El número de contendientes, las
distintas alianzas y los riesgos son tales que su complejidad se escapa al
análisis básico, y varios han sido los momentos en los que el conflicto ha
amenazado con extenderse hasta un grado global. El de ahora es uno de ellos.
Pocas
dudas hay sobre el uso de armas químicas este pasado fin de semana por parte de
las fuerzas leales a Asad en su ataque contra posiciones enemigas en Duma, una
de las pocas ciudades, por llamar de alguna manera a esos enjambres de
escombros que muestran las televisiones, que aún no se encuentran en manos de
régimen de Damasco. Asad, gracias a la ayuda rusa, va a conseguir ganar una
guerra que se le había puesto muy difícil, aunque su gobierno se extenderá
sobre las ruinas de un país arrasado y despoblado. En ocasiones anteriores su
régimen ya ha usado armamento químico, tres veces según aseguran fuentes
internacionales, sin que realmente sea muy necesario recurrir a armas tan
destructivas, sobre todo desde que el ejército ruso entró a formar parte de los
refuerzos de su régimen. El primero de los usos de este armamento, que fue
señalado por Obama como línea roja que no se debía traspasar, no supuso castigo
para el régimen, y sí la puesta en marcha de un programa internacional para
quitarle todo el armamento de este tipo que pudiera tener y destruirlo. ¿Fue
eso un error? Creo que sí, dado que parece obvio que pese a las promesas Asad
no se deshizo de todas sus letales provisiones. Además, el incumplimiento de la
promesa ultimátum de Obama, dejó sobre la mesa un claro mensaje de no injerencia
por parte de EEUU y, a su vez, la puerta abierta para que otras naciones, como
Rusia, Irán o Turquía, actuasen sin disimulo y dando rienda suelta a sus planes
e instintos. El último de los ataques químicos hasta la fecha, sucedido ya bajo
la presidencia de Trump, fue respondido por EEUU con el lanzamiento de varios
misiles Tomahawk desde barcos del Mediterráneo que destruyeron instalaciones
aéreas de Asad y, probablemente, algunos aviones rusos que en ellas se
encontraban. Fue un momento muy tenso, pero la ausencia de respuesta militar
siria y rusa hizo que se quedara en un hecho aislado. Ante
el ataque de esta semana, la respuesta tuitera y mediática de Trump ha sido
airada, similar a la de la vez pasada, y ha dado un plazo de uno o dos días
para decidir cómo responder, manteniendo de mientras contactos con algunos
países aliados, especialmente Francia, buscando quizás no colaboración militar
(EEUU no necesita a nadie para ello) pero sí respaldo diplomático ante la
posible respuesta que se ejecute sobre suelo sirio. ¿Optará Trump por una
respuesta similar a la de la vez anterior? Lo lógico sería que sí, que se
limitara a un ataque puntual contra algunos objetivos señalados, habrá cientos
de posibilidades sitas sobre su mesa para escoger. Y pese a las airadas
respuestas diplomáticas de Rusia y el régimen, que niegan la mayor del ataque y
aluden a los riesgos de una respuesta de este tipo, si se produce es probable
que, como pasó en la vez anterior, sus palabras se queden en eso y poco más. El
régimen ve el final de la contienda y su victoria, EEUU ha anunciado el deseo
de sacar cuanto antes del terreno a los pocos militares que allí tiene y Rusia
e Irán han logrado un dominio regional en la zona que no entraba ni en sus
mejores sueños. Para qué complicarse con una respuesta.
Esto
indica la lógica, pero también existe la posibilidad, escasa, de que no todo
suceda de esta manera. La mera presencia de tropas y armamento ruso y
estadounidense sobre el terreno, actuando cada uno de ellos en bandos opuestos,
abre la posibilidad de que, por error o cualquier otra causa, uno cause bajas
al otro, generando una posible situación de crisis de graves consecuencias. En
el contexto actual de deterioro acelerado de las relaciones diplomáticas entre
Rusia y occidente cualquier suceso no previsto puede escalar la situación y
ponernos ante escenarios realmente graves. Siria, en todos estos años, ha sido
un escenario muy arriesgado para la paz global, y una tumba para sus
ciudadanos, que no importan a nadie. Muy atentos a lo que pase en los próximos
días, y al alcance de las respuestas mutuas.
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