viernes, abril 20, 2018

El poder de la fuerza intrauterina


¿Sabían ustedes que las fuerzas intrauterinas son las responsables de que las huellas dactilares de los gemelos sean diferentes, pese a poseer idéntico ADN? Resulta que diversos procesos que suceden a lo largo del embarazo en el interior del útero son capaces de generar distorsiones en aspectos nimios de los bebes, que por definición serán distintas en uno y otro en caso de gemelos, y una de las características que se ve afectada es la formación de esa forma que caracteriza nuestros dedos. Así, no hay ningún ser humano que tenga la huella dactilar igual a otro, y esa marca física nos distingue de manera absoluta entre todos las personas que en el mundo ha existido y existirán.

Esta historia viene a cuento de que ayer, en la sobremesa de la comida, antes de subir otra vez a la oficina para hacer algunas horas de trabajo, estuvimos hablando, entre otras cosas, sobre los sistemas biométricos de identificación que ahora empiezan a extenderse en dispositivos como los smartphones, y una de las componentes de la tertulia comentó el debate que tuvieron hace unos días en su familia sobre si existen personas con igual huella o no. Yo me lancé a la piscina y afirmé que los gemelos, que comparten el mismo ADN, debieran tener la misma, porque sus cuerpos son clones perfectos. Argumento irrebatible, tertulia ganada, incremento de sueldo en cualquier cutre programa de radio o televisión. Pero eso era antes de que San Google llegase a nuestras vidas de forma omnipresente. La compañera que había sacado el tema e puso a rebuscar en internet y encontró un artículo, como el que les he enlazado al principio, sobre el efecto de las fuerzas intrauterinas, y la inexistencia de dos huellas iguales. Chasco, mi teoría derrumbada y lo que creía saber, puesto en duda. Si en un componente físico que nos determina, donde el papel del ADN es tan fundamental como definitorio, existen variaciones, ¿qué es lo cierto y lo falso? Podría derivar el artículo hacia el debate de las noticias falsas sobre áreas en las que la verdad es, por definición, gris, pero quiero quedarme con el tema del error propio. Muchas veces, demasiadas, opinamos sobre cosas que sabemos, a veces con conocimiento de causa, a veces de manera teórica, otras de oídas, las más sin tener claro que pensar al respecto y con falta de información. El que esto les escribe es experto en opinar sobre casi todo, y en general trato de hacerlo de manera precavida, porque uno descubre cosas nuevas cada día y personas que saben mucho más de lo que uno cree sobre cualquier tema. Pero opinar es inevitable, y hay veces en las que afirmo las cosas con más autoridad porque, habiendo leído al respecto, creo saber de lo que estoy hablando. Sobre el tema de las huellas y la igualdad de gemelos me lancé con muy pocas dudas (la verdad, ninguna) por considerarlo un factor tan determinado en origen como imposible de alterar. Viene de serie en el genotipo, no es una consecuencia de que la vida real y sus influencias hagan que unos determinados genes se expresen o no, lo que se denomina fenotipo, que provoca que incluso personas genéticamente clónicas tengan enfermedades de origen genético diferentes. Pues bien, no tenía razón. ¿Fastidia eso? No les negaré que un poco. A medida mañana, en otro debate, había acertado al señalar que España era el segundo país del mundo en consumo de pescado per cápita detrás de Japón, y las dudas de uno de los que estaban allí invocaron a San Google y acudió a mi auxilio. ¿Compensa un acierto con un error? Pues sí y no, pero resulta obvio que al hablar de genética afirmé algo que no era cierto con una rotundidad con la que, en ningún caso, debía haber utilizado, por lo que el fallo no sólo está en la respuesta, sino en el criterio.

Como dicen los responsables del programa “Longitud de onda” de las mañanas de Radio Clásica, la ciencia nos enseña a mirar lo que otros han visto pero con otros ojos, a preguntarnos cosas distintas al respecto, a curiosear y a no dar por sentado nada, porque todo es cierto hasta que alguien demuestra que no lo es. Cada día se pueden aprender un montón de cosas, descubrir a personas, en los medios de comunicación o en la silla de al lado del trabajo o la cafetería, que saben mucho más de uno mismo sobre cosas de las que ni podríamos imaginar, y ese aprendizaje constante debe ser una fuente de placer y, también, humildad, porque nunca llegaremos a saberlo todo. Así que ya ven cuán grande puede ser el poder de la fuerza intrauterina.

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