Necesitados
estamos de defensores del europeísmo, de la libertad, de la unión del
continente, de la democracia como forma superior de gobierno y del progreso
económico y social, frente a tanto voceras que desde los extremos no cesa en sus
ataques autoritarios a los conceptos e ideas que han forjado nuestra
prosperidad. Nacionalistas, populistas, extremistas, aislacionistas, xenófobos…
son muchos los trajes que portan los que buscan el repliegue, y en cada nación
adoptan el que les es más cómodo y eficaz. Como si fuesen los antivacunas de
las políticas, enarbolan discursos falsos y peligrosos que, glups, calan en
amplios sectores y consiguen votos.
Ayer
tuvieron lugar dos intervenciones políticas de altura que contrarrestan esos
cantos de sirena que lleva, como en la mitología, a la perdición. Desde la
tribuna del Parlamento de Estrasburgo, ante un auditorio de electos que
debieran sentir como casi ninguna otra persona la necesidad de construir
Europa, el
presidente francés Macron lanzó un aguerrido discurso con el que buscaba
tanto exponen su conocido ideario ante uno de los foros que, en teoría, debiera
ser muy receptivo, como movilizar fuerzas para que ese espíritu reformista sea
capaz de mover a otras naciones y fuerzas políticas para generar consensos y
reformas. Su apelación a la autoridad de la democracia frente a la democracia
autoritaria era una velada crítica a dirigentes de la UE como Orbán,
recientemente reelegido presidente de Hungría, y a los que forman parte de ese
grupo de países llamado de Visegrado, que frenan constantemente las iniciativas
de la Unión. Buscaba también Macron movilizar a Merkel, a Alemania, y a otras
grandes países para que apoyen su proyecto. Ojalá lo consiga. Casi a la vez,
desde el Parlamento español, y con motivo de la visita de estado que realiza
desde hace un par de días, el
presidente portugués Rebelo de Sousa usaba palabras parecidas, más claras si
cabe, para señalar a los enemigos del europeísmo y la democracia, para
desenmascararlos y advertir del enorme peligro que representan sus propuestas.
Los dos dirigentes son muy distintos en casi todos los planos posibles, pero
coinciden en su espíritu abierto, ganas de modernización y defensa a ultranza
de la libertas. Macron es joven, liberal, creador de una fuerza política casi
sin historia y dirigente de una de las grandes y ricas naciones sita en el
corazón geográfico de Europa. Rebelo de Sousa, veterano, de amplia carrera
política en partidos de la derecha clásica (una de las derrotadas en Francia
por el vendaval Macron) preside uno de los pequeños y económicamente débiles
países de la periferia del oeste europeo, que mira al Atlántico y geográficamente
da la espalda a una Europa que, en España, se encarna en demasiadas ocasiones
más como espacio de incomprensión que de colaboración. Su visión del
continente, de su historia y sus posibilidades apenas coincidirá con la de un
enarca francés para el que la construcción europea y la democracia son algo con
lo que ha convivido desde su nacimiento, pero ambos tienen claros los peligros,
y los señalan con arrojo. Portugal pasó, como España, un siglo XX muy duro, en
el que la dictadura militar y la pobreza marcaron a generaciones de lusos, que
veían en Europa un destino de prosperidad y libertad. La Francia del siglo XX
ejemplifica el desastre que supone la guerra en Europa, el auge del extremismo
y la posibilidad de la destrucción del continente, así como la esperanza de la
reconstrucción y del proyecto compartido, todo ello en un marco general en el que
el peso de Europa en el mundo decrece sin cesar y en el que potencias de pasado
colonial y aspiraciones imperiales como la gala se ven cada vez más limitadas y
convertidas en países de segunda. Europa es, para ambos, la salvación.
Frente
a ellos, la victoria citad de Orbán en Hungría, y en general el alarmante
comportamiento que registran los países del este del continente respecto al
proyecto común suponen, entre otros, muestras de que la Unión sigue con una
crisis en su seno. El Brexit nos debilita, Italia vive en el marasmo desde las
elecciones de marzo y España no acaba de arrancar, sometida al dolor
nacionalista en todo momento. Y el trabajo de difusión de la mentira de esos
nacionalistas y, en general, extremistas de todo tipo, no cesa, y a veces, como
en algunos juzgados alemanes, logra triunfos. Cuánto necesitamos a líderes como
Macron y Rebelo de Sousa, qué esperanza producen sus palabras y actitudes, qué
ejemplo más valioso ofrecen a otros mandatarios.
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