Ayer
estuvo en España Mohamed Bin Salman, conocido como MBS, heredero al trono de
Arabia Saudí y, en la práctica, hombre (muy) fuerte del reino que controla
tanto desde la sombra como de cara a la galería. El objetivo del viaje era
involucrar a España en el proceso de reformas económicas que tiene previsto
desarrollar en el país, contando para ello con las empresas nuestras. Se
firmaron varios acuerdos para la construcción de buques militares, que
supondrán carga de trabajo para los astilleros, y se habló de concesiones,
privatizaciones y de otras inversiones estratégicas en aquella nación, tan
dotada de recursos como carente de libertades. La economía a veces obliga a
taparse la nariz.
MBS
tiene poco más de treinta años, aunque aparente más, y desde que ha accedido a
lo más alto del poder efectivo en Riad (enormes purgas principescas mediante) nada
ha sido lo mismo. Actúa de manera impulsiva, tanto en política interior como en
la exterior, y no parece seguir la tradición familiar de apoyarse sibilinamente
en EEUU para, desde la discreción, jugar un papel relevante, pero secundario,
en la zona. Nada de eso. Huelga decir que MBS no va a renunciar al acuerdo
histórico con EEUU que, en la práctica, supuso el nacimiento y definición del
país como un cortijo de su muy extensa familia, pero quiere actuar por libre,
con dos frentes muy definidos. Por un lado, el liderazgo regional. MBS quiere
hacer de Arabia Saudí la potencia regional suní que plante cara a la expansión
del Irán chií, y para ello ha implicado a su país en varios conflictos en los
que, de momento, el balance que obtiene es malo. Sus tropas luchan en Yemen
contra los locales chiíes en una guerra de enorme crueldad de la que apenas
tenemos imágenes ni espacio dedicado en los medios, y pese al esfuerzo militar
desplegado la victoria saudí no llega, pero sí el exterminio y destrozo del
país yemení, que ya antes de este conflicto era, con diferencia, el más pobre
de la región. Ha propiciado el aislamiento de Qatar, aliado iraní y referente
mediático e inversor en medio mundo, sin que por ahora los cataríes se hayan
plegado a sus exigencias, y en la maldita guerra de Siria ha apoyado a
facciones sunís para luchar contra los iraníes, entre sospechas generalizadas
de haber apoyado el crecimiento y actuación de DAESH. En este flanco, el
balance para MBS es nefasto, porque nunca Irán h tenido tanto poder y capacidad
de influencia como hoy en día, siendo Irak y Siria, en la práctica, estados
sometidos a su tutela. La creciente inversión en armamento por parte de los
saudíes y el tono creciente de amenazas a uno y otro lado del estrecho de Ormuz
hace temer que la actual situación de guerra fría entre ambas potencias
regionales pueda acabar degenerando en algo peor. ¿Será capaz el impulsivo MBS
de dominar este escenario y no pasarse con su agresividad? Está por ver. El otro
gran frente de sus reformas es el económico. Sabe MBS que los ingresos por el petróleo
son algo que, quizás, haya tocado ya techo en el ciclo histórico. Cada torre
eólica y coche eléctrico supone una reducción del pastel petrolero, y aunque
eso sea un hecho que va a ser muy lento en el tiempo, probablemente también sea
imparable. Fronterizo con el reino del desierto, EAU con Dubai como estandarte,
muestra a Riad una manera obscena, pero rentable, de hacer dinero, muchísimo,
sin extraer petróleo. Busca MBS diversificar la economía, a sabiendas de lo
anterior y de que su población, muy joven, vive gracias a los subsidios de un
reino que se sostiene por el crudo, comprando de esta manera paz social y sometimiento.
La deuda pública saudí crece a medida que el barril se estanca de precio y el
IVA, algo desconocido, se paga en aquellos lares desde que empezó este año.
¿Podrá MBS dar la vuelta a la economía de monocultivo de su nación? Otra vez,
la respuesta es muy difícil de atisbar.
El
retraso de la OPV de Aramco, el monopolio estatal (de la familia real) de
explotación de los recursos petrolíferos del país, prevista para este año pero
que ya no será hasta, al menos, 2019, es una nueva muestra de que esos
esfuerzos de modernización económica van a ser difíciles de llevar a cabo.
Junto a ellos plantea MBS alguna apertura social, en un reino de carácter
medieval, dominado por la sharia y en el que la mujer apenas si llega a la
categoría de objeto decorativo. Este año se podrán ver películas de cine en
Riad y las mujeres quizás, puedan conducir. Estos hechos son noticiosos y demuestran
lo cruel y absurdo que es el régimen de los Saúd. Pero, en todo caso, no
pierdan de vista a este personaje, MBS. Tiene poder como para aspirar a cambiar
su mundo y, de paso, parte del nuestro.
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