Hoy
se acaba, en principio, la eterna campaña electoral que, desde hace un tiempo
incontable, vivimos en España a la búsqueda de unas elecciones generales, que
tendrán lugar este domingo. Ha sido una campaña atípica, sucia, con líderes
nuevos y ya conocidos, dominada por el patético sainete de los debates
electorales y sus consecuencias, y en la que la indecisión parece ser una de las
bazas para que todos los partidos se consideren con opciones, si no a ganar, a
ser decisivos, que para el caso es lo mismo. Asentada la idea de que ganar no
es gobernar, los pactos a posteriori y la creación de bloques de gobierno
domina todos los debates y escenarios.
Aunque
lo son mucho, no tiene por qué ser estas las elecciones más reñidas de la
democracia, dado lo que sucedió en las de diciembre de 2015, que tuvieron que
volver a celebrarse ante la imposibilidad de formar un acuerdo de investidura.
En estas lo único que parece claro es que el PSOE va a ser el ganador, el que
quede primero, pero todo lo demás está en el aire. Se da por sentado que serán
cinco los partidos que obtengan representación en el conjunto del país, los
cuatro ya veteranos y el quinto elemento de tono verde y lenguaje sin
complejos, pero lleno de tonterías. Verán apuestas de todo tipo sobre cuántos
diputados va a sacar cada uno de ellos y las opciones que existen de
coaliciones, que antes del resultado electoral, parecen ser sólo dos. Una
formada por el PP y Ciudadanos, apoyada por los machos muy machos de verde, que
sólo tendría sentido si la suma de esos tres partidos superase los 176 escaños
del Congreso, y otra, con PSOE y Podemos y quién sabe si alguna de sus
confluencias nada confluyentes, con apoyo de ERC y otros grupos nacionalistas y
/ o independentistas, que se crearía si la opción primera no sale. Si los
números dieran, mucha gente tiene en mente una tercera opción, que es una
alianza entre PSOE y Ciudadanos, que a priori tiene sentido, pero que a día de
hoy está muy lastrada por la mala relación personal que existe entre Sánchez y
Rivera, aunque ya se ha demostrado innumerables veces que nada une tanto como
el poder y la posibilidad de ejercerlo. Sobre los resultados en sí, todo el
mundo da por sentado que PSOE, Ciudadanos y los machos muy machos subirán en su
número de congresistas, siendo todos nuevos, y no pocos, los que consiga el
quinto partido, y que PP y Podemos caerán, sumidos ambos en problemas internos
y disputas, algunas propias de patio de colegio, otras de calado. La crisis en
la que pueden entrar estas dos formaciones dependerá mucho de la cantidad de
escaños que pierdan y del rendimiento que les puedan sacar a los que obtengan. Tiene
el PP la experiencia andaluza de un resultado desastroso maquillado por el
logro de conseguir el gobierno de la Junta, lo que es una manera de triunfar que
admite pocas discusiones. Ambos se pueden encontrar con esa paradoja o con la
cruel realidad de una pérdida de escaños y la incapacidad de tocar poder. Y para
un partido, que es una organización creada para alcanzar y gestionar el poder,
no lograrlo es un fracaso sin paliativos. Ciudadanos y PSOE van a tener más
escaños, pero está por ver si logran convertir esos ascensos en victoria o no.
Las apelaciones de voto de todos los partidos se basan en el miedo, en lo que
hará el supuesto bloque contrario, y razones hay para tener miedo. No tengo
muchas dudas de que Sánchez, si los números le dan, procederá a indultar a los
ahora enjuiciados por el procés en caso de que sean condenados a cambio de los
escaños de una ERC que parece subir como la espuma mientras que el fantasma de
Puigdemont sigue destrozando lo que era CiU, PdCat o como quiera llamarse ahora.
En el otro lado del espectro, la influencia de los machos verdosos suscita lógica
inquietud, y está por ver si sin domesticables o no. Podemos es un ejemplo de
que, en parte, el populismo puede atemperarse, pero las rupturas en el reino familiar
de los Iglesias Montero demuestran que estos movimientos extremistas son, en
esencia, volátiles y de difícil asimilación.
Y
claro, mala noticia para todos, una vez terminada la noche electoral, el lunes
mismo comenzará una nueva campaña electoral de cuatro semanas hasta el domingo
26 de mayo, fecha de las elecciones municipales en todo el país y autonómicas
en gran parte. Por ello es casi seguro que no habrá movimientos de pactos o
acuerdos serios hasta después de esos segundos comicios, en espera de un zoco
en el que puedan intercambiarse quizás Ministerios a cambio de ayuntamientos o
Comunidades en un proceso de negociación mucho más rico y complejo. Todo vendrá
determinado por lo que suceda el domingo, y créaselo o no, depende de usted. Vote,
como siempre, vaya a votar, cote lo que le de la gana, es su derecho y deber. Ejerza
la libertad de voto y sea juez y parte. Esto es la democracia, por la que
tanto, cada día, debemos luchar.
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