Ayer
se alcanzó un hito en la exploración espacial, en la física y en la
divulgación. Por primera vez pudimos contemplar la imagen de un agujero negro,
una de las estructuras más enigmáticas que imaginarse uno pueda, concretamente
uno situado en la M87, a varios millones de años luz de nosotros. Internet
está repleto de referencias a una imagen que recuerda mucho al ojo de Sauron,
que es más misteriosa de lo que parece, que realmente no es una foto de algo
que, por definición, es invisible, y que vuelve a poner a Albert Einstein en lo
más alto de la ciencia de la sabiduría humana porque él ya lo vio antes que
nadie.
No
es una foto, porque el objeto en cuestión está a una distancia a la que los
telescopios ópticos nada pueden captar, y tampoco lo podría ser porque el
agujero negro es, en efecto, una zona de negrura absoluta, dado que la luz no
puede escapar de ahí. Realmente es una imagen recreada a través de la
información recogida por radiotelescopios de todo el mundo, coordinados para
lograr que la tierra, en su conjunto, sea un enorme radiotelescopio, teniendo
así la potencia y alcance necesario para medir la radiación que la materia que
se encuentra en el borde del agujero emite. La imagen del ese anillo es como
las de las cámaras termográficas, que miden el calor de un cuerpo, y que
artificialmente generan una secuencia de colores para que distingamos algo que
con la luz no se puede ver. La materia que se encuentra al borde del horizonte
de sucesos se calienta mucho y emite radiación antes de desaparecer, y es esa
radiación la que vemos en la imagen en forma de disco dorado, de anillo
luminoso que rodea lo que es realmente el agujero negro, la sima infinita de la
que nada puede escapar. Más allá de ese horizonte de sucesos no hay nada,
porque nada puede escapar del agujero. Tampoco la luz, de ahí su nombre, y eso
los convierte en uno de los objetos más extraños del universo. Se escapan a
nuestro sentido de la lógica, pero son uno de los resultados de la teoría de la
relatividad de Einstein. Se suele usar como analogía de la gravedad la imagen
de una cama elástica sobre la que se arroja un objeto en su centro. La cama se
hunde, y si ahora dejamos una canica en el borde veremos cómo cae hacía el
objeto que está en el centro. El objeto ha distorsionado el espacio tiempo a su
alrededor (la maca elástica) y crea una “atracción” en torno a sí, y la canica,
dejada libre, no puede eludir llegar hasta él. Si aumentamos el peso del objeto
en la cama la deformación será mayor y el “pozo” que se genera cada vez más
profundo. Imagine un peso de dimensiones tales que genere un pozo infinito del
que nada pueda escapar, ni la luz. Eso es un agujero negro. Aún con analogías
resulta absurdo imaginar algo semejante, pensar que la luz puede ser absorbida
por la gravedad, pero eso lo que sucede. En el horizonte de sucesos y sus
proximidades, además, se producen enormes distorsiones temporales, fruto también
de esa fuerza gravitatoria fuera de todo control. Los investigadores buscaban,
de entre todos los candidatos a posible agujero, uno que fuera muy masivo,
grande, para facilitar la detección y observación. Muchos de estos objetos son,
por su forma de crearse, muy pequeños, algunos no más allá de escasos kilómetros
de diámetro. Opacos en medio de la negrura del espacio, son indetectables, y sólo
el comportamiento de la materia que se encuentra a su alrededor puede dar pistas
de por dónde está un objeto semejante. Encontrar, observar y medir el agujero
negro que vimos ayer ha sido un trabajo delicadísimo por parte de un enorme
conjunto de investigadores de todo el mundo, que han dedicado tiempo y recursos
para trabajar de forma coordinada, logrando finalmente un éxito que todos
podemos disfrutar y compartir. Como
siempre, para saberlo todo en detalle, con precisión y amenidad, lean al gran
Daniel Marín, que lo cuenta mil veces mejor que yo.
Y
Einstein, Einstein por encima de todo. Después de su descubrimiento de la
relatividad espacial, su genio sigue trabajando y desarrolla la teoría de la
relatividad general, en 1915, que es la base de toda la cosmología que conocemos
hoy en día, y que entre otras muchas cosas, predice la existencia de estas
cosas tan extrañas e inimaginables, e invisibles. Sentado en una mesa, con
papel y lápiz, y nada más, Einstein vio un mundo completamente distinto no sólo
al que veían los demás, sino irracional y absurdo desde cualquier perspectiva
ajena a su imaginación. Pero lo que él vio era verdad. Día tras día su teoría
se refuerza y se comprueba, y ayer, poco más de un siglo después de ser
postulada, una nueva prueba la reforzó. Qué inmensa brillantez la de Einstein,
que vio la negrura absoluta sin moverse de su silla, sólo con su mente. Qué
maravilla.
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