miércoles, abril 17, 2019

Notre Dame, años y años de obras por delante


Uno nace sin saber nada, estudia a lo largo de la vida y, al menos es mi experiencia, cada vez tiene la sensación de conocer menos de lo que le rodea, porque como en la paradoja griega, la realidad corre siempre más de lo que uno es capaz de aprenderla (aquí también valdría escribirlo sin la a inicial). En sucesos como el incendio de Notre Dame esa percepción se dispara. Algo se sobre arquitectura medieval, pero no soy experto. Sin embargo entraba uno en las redes en los momentos del desastre y todo se llenaba de medievalistas doctorado, que hace media hora eran politólogos, y que de paso se habían sacado el título de bombero honorífico para juzgar lo que estaban haciendo los apagafuegos en París. Y todo desde el cómodo sofá de casa.

Las redes sociales, en estas ocasiones, sacan a relucir lo mejor y lo peor, y ambos suelen ser tan extremos que chocan. Sin hacer comentario alguno a las imbecilidades escritas por no pocos, algunos conocidos, alegrándose de lo que estaba sucediendo, al poco rato había ya discusiones sobre cuál era la mejor manera de contener el incendio, y entre el bosque de opiniones, poco a poco, iban surgiendo expertos de verdad que advertían que el agua es tan peligrosa para la integridad del edificio como el fuego, y que quizás lo mejor sería tratar de contener el incendio con los medios justos y no sobrecargar estructuras a las que la humedad podría resultar más lesiva que las llamas. Con el incendio apagado llega la hora de hacer los primeros balances de daños, de momento provisionales, que suman destrozos, pérdidas irreparables, salvamentos milagrosos y mucha incertidumbre. Lo principal, y curiosamente una de las cosas que más dudas ofrece, es que la estructura del edificio sigue en pie. No ha habido desplomes en las torres ni en los vanos ni pilares, tanto exteriores como interiores. Si se han caído algunos tramos de bóveda, especialmente en la zona del crucero, la más afectada. Sin embargo hay dudas profundas sobre el efecto del agua, la humedad y la descompensación de fuerzas que se ha producido tras el incendio sobre el conjunto del edificio. Como toda construcción, una catedral trata de mantenerse en pie venciendo a la gravedad y las fuerzas laterales, que luchan para que todo vaya al suelo. Las estructuras góticas son resistentes pero, como todas, tienen límites. La misma piedra que sirve para edificarlas puede reaccionar al incendio y al agua de maneras muy diversas, ya la corrección de fuerzas que provoca la pérdida de la bóveda y de los tensores que poseía afectan a todo el conjunto, y aún es muy pronto para saber de qué manera, con qué intensidad y dónde se encuentran ahora mismo los puntos débiles de la tocada estructura. Es probable que haya que cimbrar, andamiar, todo el interior del edificio y monitorizarlo palmo a palmo para ver qué hay que reforzar o sustituir antes de proceder a la reconstrucción física de las bóvedas dañadas, algo que no es demasiado complicado en sí mismo, pero que requiere de mucha delicadeza y tiempo para que sea lo más preciso posible. Si hay que cambiar arbotantes, pilares, reforzar contrafuertes o demás serán tareas que los expertos determinarán en su momento, y que de llevarse a cabo requerirán tiempo y esfuerzos laboriosos. Y todo ello antes de proceder a la reconstrucción de las cubiertas, que son inexistentes. El cómo rehacerlas, con qué materiales, es una discusión técnica de primer orden que tendrá que ser dirimida por los expertos, pero antes de afrontar eso hay que asegurar una estructura, la obra de fábrica del edificio, que ya tenía serios achaques antes de lo sucedido esta semana y que ahora mismo requiere, como un accidentado con politraumatismo, sobredosis de escayola, muletas y revisiones. En una serie de tuits ayer, una persona experta que sabe de estas cosas, no uno como yo, comentaba que había cerca de Versalles un bosque de robles plantado desde hace mucho tiempo, sembrado por los responsables de la catedral, cuyo fin sería el de proporcionar madera para rehacer las cubiertas si, como ha sucedido, estas se perdían. Es una muestra de previsión y lucidez que me dejó asombrado. Pensamos que ahora vivimos en la época en la que lo sabemos todo, y cada vez parece más obvio que cierto es que nos lo creemos, pero no parece que lo sea.

Macron, en un discurso a la nación, ha dicho que se reconstruirá la catedral en cinco años, quizás buscando una fecha corta que de aliento y moral, y de paso, si es reelegido, caiga dentro de su próximo mandato, pero sospecho que la realidad será mucho más compleja, lenta y cara. Las donaciones para la obra se están disparando, y bueno es que así sea, pero a buen seguro el tiempo y los presupuestos se dispararán mucho más allá de lo imaginable. De momento, y también es urgente, hay que hacer algo para tapar el techo para que, si llueve, no se afecten más las bóvedas y no penetre agua en su interior. Ahora mismo las goteras de la catedral son enormes, porque en parte es el mismo cielo el que, por primera vez desde hace siglos, se pude ver desde su interior al mirar hacia arriba.

Semana Santa.., subo a Elorrio y me cojo el lunes festivo. Descansen, cuidado en la carretera y ánimo ante una previsión meteorológica muy inestable, tormentosa y primaveral.

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