Uno
nace sin saber nada, estudia a lo largo de la vida y, al menos es mi
experiencia, cada vez tiene la sensación de conocer menos de lo que le rodea,
porque como en la paradoja griega, la realidad corre siempre más de lo que uno
es capaz de aprenderla (aquí también valdría escribirlo sin la a inicial). En
sucesos como el incendio de Notre Dame esa percepción se dispara. Algo se sobre
arquitectura medieval, pero no soy experto. Sin embargo entraba uno en las
redes en los momentos del desastre y todo se llenaba de medievalistas
doctorado, que hace media hora eran politólogos, y que de paso se habían sacado
el título de bombero honorífico para juzgar lo que estaban haciendo los
apagafuegos en París. Y todo desde el cómodo sofá de casa.
Las
redes sociales, en estas ocasiones, sacan a relucir lo mejor y lo peor, y ambos
suelen ser tan extremos que chocan. Sin hacer comentario alguno a las
imbecilidades escritas por no pocos, algunos conocidos, alegrándose de lo que
estaba sucediendo, al poco rato había ya discusiones sobre cuál era la mejor
manera de contener el incendio, y entre el bosque de opiniones, poco a poco,
iban surgiendo expertos de verdad que advertían que el agua es tan peligrosa
para la integridad del edificio como el fuego, y que quizás lo mejor sería
tratar de contener el incendio con los medios justos y no sobrecargar
estructuras a las que la humedad podría resultar más lesiva que las llamas. Con
el incendio apagado llega la hora de hacer los primeros balances de daños, de
momento provisionales, que suman destrozos, pérdidas irreparables,
salvamentos milagrosos y mucha incertidumbre. Lo principal, y curiosamente una
de las cosas que más dudas ofrece, es que la estructura del edificio sigue en
pie. No ha habido desplomes en las torres ni en los vanos ni pilares, tanto
exteriores como interiores. Si se han caído algunos tramos de bóveda,
especialmente en la zona del crucero, la más afectada. Sin embargo hay dudas
profundas sobre el efecto del agua, la humedad y la descompensación de fuerzas que
se ha producido tras el incendio sobre el conjunto del edificio. Como toda
construcción, una catedral trata de mantenerse en pie venciendo a la gravedad y
las fuerzas laterales, que luchan para que todo vaya al suelo. Las estructuras
góticas son resistentes pero, como todas, tienen límites. La misma piedra que
sirve para edificarlas puede reaccionar al incendio y al agua de maneras muy
diversas, ya la corrección de fuerzas que provoca la pérdida de la bóveda y de
los tensores que poseía afectan a todo el conjunto, y aún es muy pronto para
saber de qué manera, con qué intensidad y dónde se encuentran ahora mismo los
puntos débiles de la tocada estructura. Es probable que haya que cimbrar,
andamiar, todo el interior del edificio y monitorizarlo palmo a palmo para ver
qué hay que reforzar o sustituir antes de proceder a la reconstrucción física
de las bóvedas dañadas, algo que no es demasiado complicado en sí mismo, pero que
requiere de mucha delicadeza y tiempo para que sea lo más preciso posible. Si
hay que cambiar arbotantes, pilares, reforzar contrafuertes o demás serán
tareas que los expertos determinarán en su momento, y que de llevarse a cabo requerirán
tiempo y esfuerzos laboriosos. Y todo ello antes de proceder a la reconstrucción
de las cubiertas, que son inexistentes. El cómo rehacerlas, con qué materiales,
es una discusión técnica de primer orden que tendrá que ser dirimida por los
expertos, pero antes de afrontar eso hay que asegurar una estructura, la obra
de fábrica del edificio, que ya tenía serios achaques antes de lo sucedido esta
semana y que ahora mismo requiere, como un accidentado con politraumatismo,
sobredosis de escayola, muletas y revisiones. En una serie de tuits ayer, una
persona experta que sabe de estas cosas, no uno como yo, comentaba que había
cerca de Versalles un bosque de robles plantado desde hace mucho tiempo,
sembrado por los responsables de la catedral, cuyo fin sería el de proporcionar
madera para rehacer las cubiertas si, como ha sucedido, estas se perdían. Es
una muestra de previsión y lucidez que me dejó asombrado. Pensamos que ahora
vivimos en la época en la que lo sabemos todo, y cada vez parece más obvio que
cierto es que nos lo creemos, pero no parece que lo sea.
Macron,
en un discurso a la nación, ha dicho que se reconstruirá la catedral en cinco
años, quizás buscando una fecha corta que de aliento y moral, y de paso, si
es reelegido, caiga dentro de su próximo mandato, pero sospecho que la realidad
será mucho más compleja, lenta y cara. Las donaciones para la obra se están
disparando, y bueno es que así sea, pero a buen seguro el tiempo y los
presupuestos se dispararán mucho más allá de lo imaginable. De momento, y también
es urgente, hay que hacer algo para tapar el techo para que, si llueve, no se
afecten más las bóvedas y no penetre agua en su interior. Ahora mismo las
goteras de la catedral son enormes, porque en parte es el mismo cielo el que,
por primera vez desde hace siglos, se pude ver desde su interior al mirar hacia
arriba.
Semana
Santa.., subo a Elorrio y me cojo el lunes festivo. Descansen, cuidado en la
carretera y ánimo ante una previsión meteorológica muy inestable, tormentosa y
primaveral.
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