viernes, noviembre 29, 2019

El error de dejar la política a los militantes


Para ratificar los acuerdos suscritos entre PSOE y Podemos ambas formaciones han recurrido a la consulta a la militancia, un procedimiento que se extiende entre las formaciones de distinto signo, asentado en las que se dicen de izquierdas, más esporádico entre las de derechas, que busca llevar la democracia directa al seno de los partidos, y corresponsabilizar a los que a ellos se afilian de las decisiones de sus líderes. Se supone que esto aumenta la transparencia y legitima el poder de quien encabeza la formación, elegido también mediante un sistema de voto entre los militantes, por lo que pudiera parecer que todo son ventajas utilizando este método. Lo cierto es que, cada vez más, le veo un grave inconveniente de fondo.

Tres son los problemas serios que tiene este tipo de recursos, y de ellos el último es el que me parece de especial gravedad. El primero es que el hecho de obligar a votar a los militantes nos muestra cuántos militantes tiene un partido en España, y las cifras son realmente bajas. En el PSOE se habla de ochenta o noventa mil, y en el PP se vio en el congreso que eligió a Pablo Casado que aquellas cifras de muchos cientos de miles quedaban reducidas a tan poca cosa que daba vergüenza. Dejar decisiones de tanta trascendencia en manos de tan poca gente resulta, como mínimo, arriesgado. Esas cifras de afiliación demuestran, en sí mismas, la crisis que viven los partidos políticos, que no son vistas como organizaciones atractivas por la ciudadanía, sino más bien todo lo contrario. El segundo problema es el de la manipulación del voto, no tanto el hecho de que se puedan trucar los resultados de los refrendos, aunque Ciudadanos algo podría decir al respecto, sino a que el cuerpo de votantes puede ser sugestionado por el liderazgo para que haga lo que él desea, convirtiendo esas votaciones en refrendos. El PSOE de esto no sabe mucho, porque sus divisiones internas son de aúpa, pero Podemos es el mejor caso de hasta qué punto un partido bicéfalo matrimonial es capaz de hacer que sus militantes aprueben hasta la compra de su propia dacha de lujo en nombre de la gente corriente a la que dicen representar. Desde el momento en el que el poder en la cumbre es capaz de pastorear a la militancia el sistema de que esta vote se convierte en un trámite. El tercer problema, el más grave, es que la militancia de un partido es la que vive y mantiene las esencias del mismo y, por lo general, es la más radical a la hora de defender sus posturas. Un militante difícilmente aceptará que un partido rebaje sus exigencias de programa o pacte medidas con otros, pacto que implica cesiones mutuas. El militante exige cumplimiento de lo que el partido lleva como programa y lemas, y no se baja de ahí, y dejar en manos de la militancia las cuestiones del partido supondrá, siempre, un sesgo hacia la radicalidad, y eso es lo peor que le puede pasar a un partido. Estas organizaciones buscan, sobre todo, ganar elecciones para acceder al poder, y saben que el votante es mucho más templado que el militante de su propia formación. Escorar los discursos es la perfecta manera de dejar escapar votos que no se ven representados por el discurso militante (recordemos que son poquísimos) y eso erosiona gravemente la base de votantes. Es, por así decirlo, como si todo artista creara exclusivamente para satisfacer a sus fans más acérrimos, que no le perdonarían nunca que cambiase de estilo en su música, libros o lo que sea que cree. Ese artista acabaría siendo un muñeco en manos de esos fans, muy contentos, sí, pero sólo ellos, y es probable que la carrera artística del creador se resintiera y convirtiese, cada vez más, en un nicho menguante. Si se arriesga a salir de ese punto de conformidad sus fans se enfadarán mucho (cosa que pasa en el mundo artístico) y las críticas pueden hacerle mucho daño en la carrera. ¿Tiene esto sentido? Creo que no

Así, una herramienta que en principio posee muchas ventajas puede acabar convirtiéndose en una vía más para aumentar la radicalidad del espectro político y dificultar los acuerdos, más necesarios que nunca ante la fragmentación que vivimos, que parece que no se reducirá en mucho tiempo. Cada uno de los militantes de cada partido tiene una visión demasiado sesgada de la sociedad en la que vive, una visión falsa que puede llevar a que los partidos sean meros instrumentos de ataque de unos grupúsculos frente a otros, creando un malestar social, que es algo que ya vemos en nuestro día a día. Por ello, creo que la militancia debiera ser apartada de ciertas tomas de decisión y su voz escuchada, sí, pero no como si fuera un coro atronador.

jueves, noviembre 28, 2019

Vox no condena la violencia


Fue muy desagradable la escena que se vivió el lunes en el ayuntamiento de Madrid en el marco del acto de condena a la violencia de género que se celebró con motivo del día internacional que lucha contra esta lacra. Allí, el representante de Vox en ese consistorio, Javier Ortega Smith, aprovechó su turno de palabra para soltar una de sus habituales soflamas negacionistas, y una víctima de esa violencia, que lleva años en silla de ruedas, se enfrentó a él. Esa escena, reitero, muy desagradable, me recordó en fondo y forma a lagunas vividas en el País Vasco durante décadas, y es que, aunque no se lo crean, no dista demasiado la actitud de Ortega Smith de la exhibida por violentos y sus socios allá arriba, que se dice ahora.

Lo que hico el portavoz de Vox es lo que se puede denominar como huida por elevación, y sus maestros en el uso y rentabilidad de ese sucio argumentario son los batasunos, que siguen día a día, desde hace décadas, sacando partido a esta sucia táctica. Cuando se cometía un atentado terrorista por parte de ETA y se buscaba emitir un comunicado de condena Batasuna siempre rechazaba sumarse porque ellos condenaban “todas las violencias” no expresamente esa que había tenido lugar. En esa expresión entrecomillada, en apenas esas tres palabras cabe toda la vileza imaginable. Batasuna era ETA, y hoy en día sigue defendiendo su legado. Cuando ETA actuaba lo hacía Batasuna, contando para ello con su respaldo táctico, moral, logístico y operativo. Y claro está, era imposible que una parte de la banda condenase lo que había hecho otro grupo asociado. Cuando había atentados Batasuna se regocijaba, lo celebraba, a veces de manera explícita brindando por ello, siempre en privado, y en esas tres míseras palabras se esconde el desprecio hacia la víctima y los suyos que los batasunos mostraban siempre, y aún hoy siguen mostrando, dado que son muy escasos los arrepentidos en ese mundo. Esa táctica de elevación es utilizada, en general, por todos aquellos que consideran que la violencia puede ser justificable para defender sus postulados, y ante actos de naturaleza violenta que puedan incriminarles o asociarles tratan de escurrir el bulto, mostrando de esa manera su apoyo a los atacantes pero de una manera que no pueda afectarles legalmente. Lo vemos a diario en Cataluña, donde el independentismo festeja los actos violentos de CDRs y otros grupúsculos, y evita en todo momento condenarlos porque se dan en un “contexto de violencias que rechazamos” u otras frases tan vacías como esas. Le sucede a Podemos cuando surge el tema de Venezuela, que le afecta de pleno, y se escapa de ese asunto acudiendo al marco de violencia general que se vive en Latinoamérica para no reconocer que la represión que ejercen los chavistas, sus socios en aquel país, contra los opositores es violencia sistemática y organizada. Es una estrategia a la que acude la extrema derecha europea cada vez que se reabre el tema del antisemitismo y el holocausto de la II Guerra Mundial. Aún quedan sádicos negacionistas, pero como eso está muy mal visto los adoradores del mal encarnado en el nazismo usan esta otra vía, más suave, pero igualmente repugnante, para enfangar un abyecto crimen en una época de violencias mutuas y cruzadas, con el objeto de diluir la carga del horror cometido. Y es lo mismo que Ortega Smith y el resto de dirigentes de Vox hacen cuando, ante la violencia de género, se escudan en otras violencias para no condenarlas. Desde su altura física, desde su porte, Ortega Smith dice unas palabras, pero lo que quiere expresar, lo mismo que todos los ejemplos que he citado anteriormente, es un claro “que se jodan” a todas las víctimas, lamentando que la violencia empleada no haya sido la suficiente para que callen del todo y para siempre, porque el violento, en el fondo, busca la eliminación del opositor, y su silencio total es su exterminio. ETA y Batasuna eran maestros en esto, el resto, peligrosos aprendices.

Lo cierto es que tampoco debiera sorprendernos que Vox mantenga un discurso de este estilo, dado que la mayor parte de sus propuestas salen no del baúl de los recuerdos, sino de un angosto y maoliente túnel del tiempo pasado. Además, muchos de los socios de Vox también mantienen ese discurso misógino, destacando la Rusia de Putin, ese régimen que apoya a todos los extremistas europeos que luchan contra la libertad. En Rusia lo de pegar a las mujeres y someterlas es algo que incluso se ha ido despenalizando en los últimos años. Calladas, quietas y sometidas las quiere Putin, y los de Vox (no sólo ellos) miran con envidia cómo se las gasta ese hombre fuerte, y claro, la envidia les puede.

miércoles, noviembre 27, 2019

Blade Runner, noviembre de 2019


Llegué ayer a Madrid con el autobús a la hora prevista, aunque cierta congestión en la M30 hizo que entrásemos en la estación con unos diez minutos de retraso sobre el horario habitual. Lloviznaba, una capa de nubes bajas cubría el cielo y, por lo que pude apreciar, la parte alta de las torres de la Castellana. Desde la ventana del bus, mojada con incontables gotitas, no había paisaje, sino luces amorfas repartidas sin ton ni son, que lo llenaban todo pero eran indistinguibles. Correspondían a pisos y oficinas, sin saber muy bien a cuál correspondía cada una de esas presentes formas luminosas. La sensación que ofrecían era, con el plomizo cielo, de cierto agobio, abigarramiento.

En cierto modo, el paisaje de ayer era una demo, un pequeño juguete, que recordaba a esas escenas urbanas de Blade Runner que tanto hemos identificado con la ciudad distópica, futurista, moderna, decrépita y lluviosa que esa película nos enseñó a todos. En este noviembre, al que apenas le quedan unos pocos días, hemos llegado al futuro que se planteaba en esa película, ya que era el noviembre de 2019 el escenario temporal planteado por Ridley Scott en su obra. Estrenada en 1982, ponía su horizonte temporal treinta y siete años por delante, una cifra que no es corta, pero que se inscribe perfectamente en el ámbito vital del ser humano, y que desde nuestro tiempo actual nos llevaría a saltar hasta el 2056. La película no fue un éxito instantáneo, pero sí se consolidó como un referente del género en pocos años y como una obra imprescindible para los amantes del cine en otros años más. Su argumento es algo confuso, como todos los que se basan en las novelas de ese genio que era Philip K Dick, y contó con las interpretaciones de un Harryson Ford que lo bordó, como siempre, y un pequeño papel de Rutger Hauer, que prácticamente improvisó el discurso final de su personaje, esas lágrimas en la lluvia, que son ya parte de la historia del cine y del arte. Del futuro planteado en el filme no existen los replicantes, esos seres humanos creados artificialmente dotados de intelecto y fuerza, pero no de sentimientos, ni las colonias en el espacio en las que trabajan esos seres, ni nada que se le parezca, aunque uno pasea por la calle y se encuentra a ejércitos de humanos abducidos por su teléfono móvil que pueden pasar perfectamente por una subespecie. Sí tenemos con nosotros a las grandes corporaciones, de las que Tyrrell, al fabricante de los replicantes en la película, es el exponente credo por Scott para ejemplificar el poder creciente de los emporios tecnológicos e industriales, que hoy en día dominan parte de nuestra existencia. Las empresas tecnológicas más conocidas del mundo ocupan el papel de esa siniestra corporación que juega a ser el villano en la película pero que, como nuestras empresas del silicio, lo hace todo por el bien de la humanidad. Realmente creo que el filme no jugaba a ser futurista y acertar, quizás a sabiendas de que ese empeño siempre está condenado a un melancólico fracaso, sino que planteaba un dilema ético y humano que puede darse en un escenario futurista o no. El trabajo de los Blade Runner, los cazadores de replicantes, encarnados en el protagonista Rick Deckard, es el de desenmascarar los peligros que se encuentran sumidos en presuntos humanos que no lo son, y algo parecido es lo que realizan los cuerpos de inteligencia policial para captar células durmientes yihadistas, o la labor que día a día especialistas en seguridad y contraespionaje desarrollan rastreando la red persiguiendo perfiles falsos de boots, hackers y demás personajes que se hacen pasar por lo que no son para realizar actividades ilegales o, como mínimo, encubiertas. Hoy en día los replicantes no adoptan un cuerpo humano, pero cada vez más sí un lenguaje y una conversación en nuestras pantallas que les asemejan a nosotros, sin que lo sean, y nos puedan engañar. ¿Está Harryson Ford ahí para protegernos?

En el año de la película Japón era la estrella ascendente de la economía global, y quizás sean nipones los caracteres de la cartelería asiática que se muestra en muchas de las escenas de una supuesta Los Ángeles del mañana. Hoy es China el poder que crece sin freno, por lo que la peli sí acertó en la “asiatización” si se me permite el palabro, del futuro. Dentro de treinta y siete años no se cómo serán ni nuestras ciudades ni nuestras vidas, ni si estaré aquí para poder verlo, pero a buen seguro, cuando sea de noche y llueva, y las luces urbanas se difuminen en la lluvia posada en los cristales, a más de uno le vendrá a la mente la banda sonora de Vangelis y se acordará de esa película de replicantes que tanto impactó en su momento y, probablemente, siga tan viva.

viernes, noviembre 22, 2019

Napoleón vuelve a matar


Nunca he tenido muy claro el por qué en los tebeos a todos los personajes que adoptaban el papel de loco el dibujante los representaba como Napoleón, en una especie de convención general. El personaje cogía cualquier cosa y se la ponía en la cabeza imitando ese sombrero de doble pico paralelo a los hombros, se llevaba la mano al pecho y empezaba a andar con paso militar y cabizbajo, soltando peroratas incomprensibles, pensando seguramente en Jena o Austerlitz, y nunca en Waterloo. Reconozco que como recurso cómico funciona y al final uno asocia el personaje a la megalomanía y al fracaso, aunque su tumba parisina sea la exaltación absoluta de la “grandeur” en imagen y puro tamaño.

Bien, pues una noticia de estos días, que tiene su toque absurdo y cruel, me ha hecho recordar esa caracterización del pirado como un Napoleón en miniatura, asociado también a la muerte. En Rusia fue detenido un conocido historiador, experto en la época napoleónica, tertuliano habitual en los medios de allí y todo un personaje en lo social. Se le apresó tras verle introducirse en un río con una bolsa en actitud sospechosa. En esa bolsa llevaba fragmentos de un cuerpo humano, al parecer manos y trozos de brazos, con la intención presunta de arrojarlos al agua para deshacerse de ellos. La policía se alarmó y sacó al profesor semicongelado del río y lo llevó a su casa, donde encontró el resto del cuerpo de una joven de veintitantos años, alumna suya, con la que mantenía una relación desde hacía un tiempo, y con al que había colaborado en alguno de sus últimos libros. Al parecer el profesor la mató por celos profesionales, porque ella era ayudante en su trabajo, y empezaba, dijo el sujeto, a creerse algo y eso era imposible, había que impedirlo. Sokolov, el historiador, no se cortó mucho a la hora de pegar unos tiros a Anastasia, la estudiante y amante, y luego trocear el cuerpo, para ir eliminándolo poco a poco en una táctica impropia de un docente que sabe lo que puede hacer la policía, pero muy tópica de los asesinos desquiciados y de los personajes de películas de serie B. Sokolov llevaba hasta el extremo su adoración por la época napoleónica y se encargaba de dirigir la reproducción de batallas y escenas de esos años junto con muchos otros aficionados que existen a este tema de la reconstrucción histórica. Siempre se pedía un papel de, al menos, general de las tropas francesas, y se vestía con todo el boato y ceremonial. Al parecer en su vida privada también adoptaba costumbres decimonónicas y se sentía desubicado del tiempo en el que vivía, soñando con pertenecer a los inicios de un siglo XIX que conocía tanto como añoraba. Quizás las pulsiones del pequeño corso y su afán destructivo también anidaron en el corazón del moderno Sokolov, y cuando se ponía las chaquetillas de guerra le entraban ganas de invadir Moscú y, de paso, liquidar a todo el que se pusiera por delante. Tuvo la desgracia Anastasia de cruzarse en el camino del historiador, y de encontrar en su persona el objeto de afecto adecuado. Quizás fuera aquella una relación de amor sincero, puede que sólo un mero acuerdo mutuo de interés en el que ella hacía carrera y él tenía un público entregado para escuchar sus batallitas, siendo Anastasia la reencarnación de Josefina, o vaya usted a saber, pero en todo caso, como era muy típico en aquellos años franceses y, al parecer, en la actualidad rusa, Sokolov no se lo pensó mucho a la hora de cargarse a su pareja, y no parece que los remordimientos le cegaran en exceso. Quizás lo que más echó de menos fura una guillotina y una plaza de la Concordia para ajusticiar a su querida como debía ser en los años de la “grande armé”.

En el fondo Sokolov es muy probable que haya actuado por pasiones tan crueles y eternas como los celos y la envidia, que se extienden a lo largo de la historia sin distinguir ni de nacionalidades ni de épocas. Intuyo que amante absoluto del Guerra y Paz de Tolstoi, la mejor guía para entender las guerras napoleónicas en territorio ruso, la historia de Sokolov entronca mucho más con el Crimen y Castigo de Dostoievski y, si consigue dinero, podría ser un perfecto personaje de una película de Woody Allen, amante absoluto de la historia criminal de Raskólnikov y de personajes tan retorcidos, caricaturizables y, en el fondo, oscuros, como este asesino profesor e historiador.

Subo a Elorrio este fin de semana y me cojo festivo el lunes y martes. Pásenlo bien, usen el paraguas y nos leemos el miércoles 27.

jueves, noviembre 21, 2019

Juicio televisivo a Trump


Ayer, dentro de las comparecencias que se desarrollan en Washington en el marco del proceso de destitución del presidente, lo que allí se denomina Impeachment, tuvo lugar uno de los testimonios más esperados, el de Gordon Sondland, embajador de EEUU ante la UE. En sus afirmaciones Sondland aseguró que todos seguían las órdenes del presidente en el asunto ucraniano, que todos eran conscientes de lo que allí pasaba y que el ofrecimiento de favores a Zelenski, el presidente de aquella nación, era un quid pro quo, un intercambio muto tan beneficioso para Trump como para él. Tras su comparecencia la posición de Trump es más débil y mayores son las sospechas sobre su comportamiento en este turbio asunto.

Dos, muy resumidamente, son las grandes preguntas que orbitan en torno a este proceso de destitución. La primera es hasta qué punto el proceso va a llegar, dado que casi todo el mundo supone que con los republicanos al frente del senado (la destitución debe finalmente ser aprobada allí) será imposible que acabe en la ejecución del cese presidencial, pero es verdad que cuanto más avance en testimonios y procedimientos mayor será la carga de la prueba de la acusación contra Trump. La otra pregunta, la más importante, es qué efecto tiene este proceso en la carrera electoral del año que viene, o por ser más directos, ¿le costará o dará votos a Trump lo que está sucediendo?. Los demócratas se agarran como un clavo ardiendo a estas comparecencias para usarlas como arma electoral, buscan en ellas la palanca que permita convencer al suficiente número de indecisos y de pasados votantes de Trump para que cambien de bando, y en principio testimonios como el de ayer les ayudan mucho, porque dejan claro que, más allá de la batalla política, parece haber un caso de abuso de posición presidencial para intereses particulares, que es el delito del que se le acusa. Por el otro lado, los republicanos niegan la mayor replicando más o menos lo que veíamos ayer de los ERE en España entre socialistas y populares, pero con el factor de la movilización emocional, de la que Trump es maestro y manipulador. Si todo se redujera a un análisis frío y racional ni Trump hubiera llegado a la presidencia ni un caso como este se hubiera dado, pero la realidad no es así. Sabe el magnate del rostro naranja que su principal baza es la de presentarse como mártir, como perseguido por las élites del pantano de Washington, que él quiere drenar, pero que ellas se resisten a ser dominadas por el representante del pueblo. Así, Trump no deja de subir la apuesta y a cada inventiva o noticia que surge de este escándalo redobla sus ataques, denunciando una conspiración de las élites y negando todo tipo de contubernio. Para la irracional pero efectiva estrategia de los populistas, basadas en la manipulación y mentira de los hechos, el proceso de destitución puede verse como una gran oportunidad política. Debidamente manipulado, es la herramienta perfecta para volver al discurso de ellos frente a nosotros, los poderosos frente a los humildes, el dictado de los poderes fácticos y las oligarquías globales frente a la democracia plena. Apenas le falta un paso a Trump para colgarse una estelada, pero es que la estructura de su argumentario es exactamente la misma que la de los independentistas, un relato construido con mentiras en el que el choque contra la realidad sólo sirve para reafirmar las posturas exaltadas y negar que esa realidad exista. ¿Acabará cosechando votos Trump por este proceso? Ese es su objetivo, y dado como esté el patio (y la división en el bando demócrata) cualquier cosa es posible.

Una cuestión de marketing, en la que los norteamericanos son absolutos genios. Las sesiones se emiten en directo y abierto por televisión, y suponen todo un espectáculo mediático que a buen seguro ya está sirviendo de inspiración a guionistas de televisión para futuras series. En este sentido aquel país es insuperable, y su capacidad para crear un espectáculo en formato atractivo y vendible hacia el resto del mundo es, me parece, insuperable. De hecho las audiencias de sesiones como las de ayer se miden en bastantes millones de espectadores, y al paso que vamos tampoco descarten que alguna de esas plataformas que nos invaden con sus productos no acabe patrocinando comparecencias, votaciones o todo el juicio en sí mismo, quedándose con los derechos y sacando pingües beneficios de ello.

miércoles, noviembre 20, 2019

La sentencia de los ERE


Antes de nada, resulta impropio que la primera sentencia de los innumerables juicios que restan en el caso de los EREs se produzca muchísimos años después de haber tenido lugar los hechos que se examinan. Una justicia lenta y con semejante tardanza escasa justicia es, y el que esto sea así no se debe tanto a la desidia de los que han desarrollado el proceso judicial, que algo también ha habido, sino sobre todo a la falta de medios y recursos de una justicia que, como en esta ocasión, puede condenar a los responsables de, entre otras cosas, dotarle de medios. Pocos alicientes tiene el político corrupto para espolear una institución que se le puede venir en contra.

En lo que hace en sí al caso y la sentencia, la conocida ayer es dura, y deja negro sobre blanco, en miles de folios, unas prácticas corruptas que se dieron de manera reiterada y sistemática desde los organismos de la administración andaluza, de manera amparada y consentida por los responsables políticos de la Junta, que desde ayer dejan de ser presuntos para pasar a ser culpables. El caso de los ERE es uno de los principales entramados de corrupción de la época moderna y lo tiene todo para ser atractivo para el espectador y el guionista. Corruptelas, políticos enfangados, sobornos, putas, cocaína… lo suficiente para una buena película en la que los malos esta vez no serían los de derechas sino los de izquierdas. Quizás, permítanme ser un poco malvado, por eso no hay película, y dudo que la haya. Este caso ha sido utilizado por el PP para tapar las vergüenzas de los suyos y echárselo a la cara del PSOE. Los socialistas, por su parte, no han dicho apenas nada de este tema en muchos años, la renuncia a los cargos políticos de Chaves y Griñán vino impuesta como condición por Ciudadanos para el anterior pacto de gobierno de los naranjas con los socialistas en la Junta, y conocida ayer la sentencia, pudimos ver a Jose Luis Ábalos, portavoz del PSOE, transmutarse en portavoz del PP en el caso Gürtel. Mismos falsos argumentos, misma manera de escurrir el bulto, mismas mentiras, mismo descaro. Los cerca de cuarenta años de poder ininterrumpido y absoluto del PSOE en la Junta de Andalucía propiciaron la creación de una red clientelar que dilapido caudales públicos sin control alguno, de la misma manera que el PP lo hizo en Valencia y Madrid, y por la misma causa, la posesión absoluta del poder. El que haya habido condenas en este caso quiere decir que parte del sistema institucional ha funcionado, y que la corrupción del poder no ha logrado pervertirlo del todo, pero son evidentes los esfuerzos que se hicieron desde la Junta de Andalucía para que el procedimiento de mangoneo que se había implantado no cayera. La sentencia absuelve al interventor, que hizo lo que pudo, bien poco, para evitar que el desfalco siguiera, pero no fue capaz de impedirlo porque, nuevamente, el poder político se las había arreglado para sabotear el trabajo de la institución encargada de fiscalizar los gastos. El de los EREs es otro ejemplo de manual de lo que Acemoglu y Robinson llaman, en su obra ya de referencia, las élites extractivas, el comportamiento de rapiña por parte de los que detentan el poder de los recursos y capacidades de lo público para lograr el beneficio personal. Da igual si el que lo hace se viste de pepero, socialista, podemita, independentista o arquitecta neofranquista, el procedimiento de robo es el mismo y las justificaciones que los del propio bando y medios afines harán de lo sucedido serán idénticas, cambiando únicamente los nombres de los encausados, sus siglas y la denominación judicial del caso de que se trate. No se vio ayer por parte de los socialistas el más mínimo propósito de enmienda ni asunción de culpa (tampoco lo esperaba) como no se vio en su caso en el PP ni en otros tantos partidos y asuntos. La idea es que el tiempo pase y que el siguiente caso sea de otro partido para utilizarlo como arma arrojadiza. Y así el cutre infantilismo sigue.

Un detalle interesante, y grave, de la sentencia de ayer, son los comentarios que diversos medios han ido haciendo sobre presiones para que la publicación del fallo tuviera lugar pasadas las elecciones del 10N. No se si eso es así o no, pero de serlo, sería muy grave. En todo caso, el PSOE es mucho mejor a la hora de gestionar la imagen y la opinión pública para tapar sus escándalos que el PP, que parece que aún está en primaria en lo que hace al cinismo y márketing, por lo que tengo mis dudas de que de salir la sentencia antes de las elecciones hubiese tenido influencia efectiva. En todo caso, debiera saberse si eso iba a ser así o no y si hubo esfuerzos para que se retrasase, y si el rumor es falso, que los propagadores del mismo paguen con oprobio el sembrar mentiras sobre la ya amplia zafiedad que rebosa en este caso.

martes, noviembre 19, 2019

Bolivia, al borde de la fractura


Dentro de esta peligrosa moda otoño invierno de “ponga unos violentos disturbios en su país” ha sido Bolivia de los últimos en apuntarse al escenario de barricadas, tensión social y saqueos, pero hay que reconocer que lo ha hecho con ganas y, si se me permite extender la broma, ha recuperado cuerpos de ventaja respecto a otros escenarios violentos para encaramarse a las primeras posiciones en lo que hace a intensidad, dramatismo y peligrosidad. La Paz, El Alto o Cochabamaba son escenarios en los que las escenas de guerrilla urbana se suceden y el gobierno apenas pueden contenerlas.

Ya sin bromas, la situación en Bolivia es grave, y puede degenerar en algo mucho peor si no se le pone remedio pronto. Todo comenzó con las elecciones presidenciales a las que Evo Morales se presentó para revalidad otra vez un mandato que se extendía mucho más allá de lo fijado. Forzando la constitución hasta el extremo, buscaba el dirigente bolivariano perpetuarse en el poder, y casi lo logra, si no fuera porque no ganó las elecciones. O eso es al menos lo que daba a entender un recuento que fue el origen de todo. En la primera vuelta de las presidenciales, a las pocas horas de comenzar el escrutinio, el sistema oficial de información electoral se apagó, sin que nadie diera explicaciones. En ese instante Evo ganaba, pero no llevaba los diez puntos que la ley obliga al segundo candidato para que su victoria no requiriera de una segunda vuelta. Pasadas unas horas, la información volvió a fluir y ahí los resultados sí mostraban una victoria por un margen superior a los citados diez puntos. Las sospechas de amaño se dispararon entre los candidatos opositores y los medios de comunicación extranjeros, y lo que parecía que iba a ser una reelección forzada de Evo se convirtió en algo muy distinto. La oposición salió en bloque a la calle a protestar y las algaradas comenzaron. En no muchos días organismos oficiales como la OEA mostraron ampliamente sus dudas sobre un recuento que era evidente que carecía de garantías, y Evo fue virando su discurso desde la negación del fraude hasta la claudicación de una repetición electoral, pero empezaba a ser obvio que los resortes del poder se le escapaban. Las declaraciones de altos jefes de la policía y el ejército realizaron en contra de Morales fueron la espoleta que acabó con su presidencia, y de mientras en España era de noche y contábamos los votos de las últimas elecciones generales, evo abandonaba La Paz y buscaba refugio en el interior del país, para finalmente ser acogido en México como asilado. El gobierno de Bolivia fue asumido interinamente por la senadora opositora Jeanine Áñez, con la promesa de pacificar el país y ser un instrumento para convocar nuevas elecciones, pero en la semana y media transcurrida desde ese momento no se ha logrado ni lo primero ni decidido lo segundo. La mayor parte de los resortes del poder del estado se encuentran en manos de Áñez y su equipo, pero resulta evidente que el control del país no lo está y los enfrentamientos entre partidarios de Evo y las fuerzas de seguridad van a más, con un balance de muertos que ya supera la veintena. En este proceso de sucesión del poder nada ha sido ortodoxo, ni el intento de fraude de Evo ni la forma en la que ha sido desalojado del poder. Se me hace difícil utilizar el concepto de golpe de estado porque la legalidad que existía el 9 de noviembre sigue siendo vigente hoy en Bolivia, pero es evidente que la situación del país es anómala, que el respeto de la regla constitucional ha faltado tanto por parte de Evo como por los que ahora detentan el poder, y que sólo una rápida convocatoria de elecciones presidenciales podría calmar los ánimos y mostrar la interinidad del actual nuevo equipo de gobierno. Cuanto más tiempo se mantenga en el poder y más decisiones tome más cerca estaremos del concepto de golpe para calificar lo sucedido y eso sería precisamente un regalo para los partidarios de Evo dentro y fuera del país. Y las noticias que llegan desde allí no animan a ser optimistas.

Bolivia es, de las naciones latinoamericanas, de las más pobres y fragmentadas. Atravesada por la desigualdad económica tan sangrante que desgarra todo es subcontinente, posee un conflicto territorial entre la región de Santa Cruz, la zona rica, y el resto del país (siempre son los ricos los que engañan a los pobres para querer largarse, allí y aquí) y un porcentaje de población de origen indígena mucho más alto que en otras naciones, que posee un peso político muy importante. Los años de Evo han ido transitando desde el chavismo bolivariano hacia el puro caudillismo, amparados en grandes inversiones como las chinas y la explotación de los yacimientos de litio, el oro blanco necesario en las baterías de los coches eléctricos. Ojalá el país logre la estabilidad y el sosiego necesario, y un relevo en el poder calmado.

lunes, noviembre 18, 2019

Alsina, Cercas y los intelectuales


Estos últimos días se ha celebrado en Madrid y Málaga el festival eñe, una serie de encuentros con la literatura de fondo que han reunido a autores entorno a un sofá para debatir sobre su obra, el mundo literario, cuáles son sus inspiraciones, etc. Organizado por Sergio del Molino, es un festival que empieza a coger vuelo y que ofrece momentos más que interesantes, en los que se dicen verdades y, sobre todo, se trata al asistente, al lector, como un sujeto inteligente, ajeno a consignas de todo tipo. He podido asistir a algunos de los encuentros celebrados en Madrid, no ha todos, y quiero destacar dos de los que tuvieron lugar el sábado por la tarde.

Muy distintos entre sí, pero unidos por un mismo amor a las letras, Carlos Alsina y Javier Cercas compartieron escenario pero a horas muy distintas. El locutor radiofónico abrió una tarde de sábado que iba a ser larga, entrevistado por Karina Saínz Borgo, en una charla que, obviamente, tuvo mucho más de radio que de libros, pero no poco de letras, lecturas y reflexiones. Se define a sí mismo Alsina no como locutor, sino como creador de programas de radio, y es cierto que en su programa abundan lo que se denominan ficciones sonoras, relatos en los que se dramatiza un texto o se crea una realidad alternativa basándose en la actualidad. Alsina optó desde hace tiempo por una visión rigurosa de las noticias, como no podía ser de otra manera, pero insertándolas en un relato de tono literario, en el que los recursos, la ironía y la gestión de la trama son elementos imprescindibles. Como él señaló, a veces ese componente externo debe ser reducido a la mínima expresión cuando la crudeza de las noticias así lo requiere, pero trata de mantenerlo en la medida de lo posible. Y en todo momento apela al espectador para que, con esa información, saque sus conclusiones. Alsina hace monólogos, pero no editorializa. No dicta una postura ideológica ante los hechos, no emana consignas, no lee argumentarios prefabricados de partidos. Cuando empieza a opinar intuye uno sobre qué lo va a hacer, dada la actualidad del día, pero duda sobre qué postura adoptará, y eso ya es de una valía enorme en un país en el que todo es izquierda o derecha y no hay manera de salirse de esa trinchera. No adopta el papel de intelectual, pero sí le da al intelecto, y hace que sus oyentes deban usarlo, y por eso es más acreedor de esa figura de pensante público que muchos que van de ello y sólo saben repartir soflamas. Javier Cercas, excelente escritor, que recibió de manos de Sergio el premio del festival, sí es un intelectual en el sentido clásico del término, de aquel que desde una posición intelectual o cultural opina sobre la actualidad y expresa su punto de vista, ideológico y moral. Busca crear una corriente de opinión en sus artículos y posiciones púbicas, que no en su obra literaria. Sus libros son excelentes, complejos, de lectura densa que ofrece un gran fruto, y no dejan indiferente a casi nadie. Autor centrado en el mundo de la autoficción, acaba de publicar una novela policiaca, premiada con el Planeta, que también se relaciona, a su manera, con las anteriores obras. En la charla que tuvo con Sergio, que fue un auténtico lujo, Cercas habló mucho de su obra, del por qué escribe como escribe y sobre lo que escribe, del papel de su familia y la búsqueda del héroe en todo su discurso narrativo, y la necesidad de separar el plano literario del personal. En su anterior último libro, explora la vida de un familiar suyo, falangista, que muere en la batalla del Ebro luchando con el bando franquista. Cercas, que es de izquierdas, no quiere asumir ese pasado en su familia, pero lo hace, y descubre que su familiar era una persona con ideales, con razones, que escogió el bando equivocado, pero que no por ello debe ser despreciado como persona, como no debe serlo ninguna. Cercas, en esa novela, se desnuda, desnuda a su familia y deja desnudos a los que viven llenos de prejuicios ideológicos y anteojeras mentales. A su manera, hace lo mismo que Alsina con sus monólogos.

Dijo que no quería, pero acabó hablando el bueno de Javier sobre Cataluña, y el secuestro de la sociedad que allí se ha producido por parte de un grupo de intransigentes, de exaltados, que buscan destruir la democracia sin dejar de nombrarla en todo momento. “En el 36 había que escoger el bando correcto, ahora también” señaló. Y nuevamente puso el intelecto al servicio de la intelectualidad, justo lo que denunciaba en su columna de ayer al señalar a esos presuntos intelectuales, que van de ello, pero disfrutan de la revolución ajena y sus destrozos si son otros los afectados. Hubo inteligencia y lucidez para dar y regalar el sábado por la tarde en el festival eñe, y sólo por eso debieran ser infinitas las gracias que hay que dar a Sergio del Molino y demás participantes.

viernes, noviembre 15, 2019

Ante la tumba sin nombre de Chaves Nogales


Lo que ayer les comentaba de la adulación a los líderes sucede en todas partes y países, pero quizás sea en el nuestro en uno de los que más se castiga el no ejercitarlo, el salirse del carril. Ahora mismo eso se pena con el desprecio de compañeros de profesión y el apaleamiento en redes sociales, y bien lo sabe Rubén Amón, último que lo ha experimentado en sus carnes, pero hasta hace no mucho el castigo de la independencia era la muerte, el exilio, el abandono. Uno de los que pagó el tener criterio con su vida fue Manuel Chaves Nogales, periodista, que hizo carrera en los años veinte y treinta del siglo pasado. Republicano moderado.

Acabó huyendo de España perseguido por todos, los sublevados militares y su corte nacional catolicista y los exaltados republicanos y sus huestes soviéticas. Chaves Nogales veía lo que sucedía y no le gustaba. Viajero leído, crítico, dotado de una amplia cultura. Creía que la violencia ejercida en nombre de una idea es sólo violencia, que destruye personas, bienes e ideas. Defensor de la idea de la república como un orden constitucional basado en el derecho y las normas, acaba en medio del infierno de una guerra incivil y debe salir del país para salvar el pescuezo. Pone rumbo a París, y allí su infortunio personal conocerá un nuevo episodio, porque es en esa ciudad donde le pilla la II Guerra Mundial. Seguro que en algún momento el bueno de Chaves se miró en algún espejo parisino y se preguntó si la guerra lo iba a perseguir en lo que restaba de vida. Huye de la capital francesa antes de que sea tomada por las tropas nazis y recala en Londres, convertida en el refugio de la libertad europea. Allí escribe artículos y crónicas en las que siempre tiene a su desgarrada España en el corazón. Se sabe exiliado y olvidado. Su vida es corta, muere en esa capital un año antes de que la Guerra Mundial acabe. Quizás, no lo se, con la esperanza de ver como desde 1943 el curso de la batalla empieza a ser favorable a los aliados y muy negativo para el maligno imperio nazi. Muere en la pobreza y el abandono, y sus restos acaban siendo depositados en un cementerio sito al oeste de la ciudad, muy cerca de los Kew Gardens. Allí su memoria se pierde, porque nadie batalla por ella, sino más bien todo lo contrario. Esfuerzos denodados son los que hace el régimen franquista para ocultar, entre otros muchos, los escritos de Chaves Nogales, y ni un solo dedo mueven los opositores a Franco, en el interior del país o desde sus refugios en el extranjero, para rehabilitar su memoria. Décadas de abandono caen formando una losa que ni el más duro de los granitos es capaz de igualar en solidez. Será una de las obras cumbres de Andrés Trapiello, gran escritor leonés, que lleva por título “Las armas y las letras” la que ponga por primera vez en el candelero la obra de este gran periodista, junto con la de otros olvidados. Pero sabe Trapiello que el trabajo de Chaves Nogales es de una calidad tan excepcional que trata por todos los medios de que su figura sea reconocida no ya como un mero cronista de su tiempo, que lo fue, sino como un escritor de primer nivel, como un intelectual que dejó obras en las que su lucidez se envuelve en prosa sencilla, directa, clara, que no recurre a alambiques ni retorcidas figuras. Que se entiende tan bien que hiere. Varias son las obras que, con el apoyo constante de Trapiello, son reeditadas en España tras muchísimos años de oscuridad, pero quizás sea “A sangre y fuego” la joya absoluta de su producción, el más descarnado relato de lo incivil que es una guerra entre compatriotas, de hasta qué punto la toxicidad anidada, sembrada, insertada en las mentes de personas normales puede llevarles a enfrentarse unos contra otros, a matarse entre hermanos. Trapiello, con el apoyo de otras grandes figuras como Arturo Pérez Reverte o Carlos Alsina, logra rehabilitar a chaves nogales y devolverle al lugar que se merece en el mundo de las letras y la historia.

Esta semana se ha celebrado un homenaje ante la tumba de Chaves en ese cementerio londinense en el que yacen sus restos. Ante un prado verde un palo tirado en el suelo con un nombre escrito en un plástico es lo único que indica que allí mora la memoria del autor. Ignacio Peyro, director del Instituto Cervantes de Londres, ha sido el organizador del acto, modesto, sobrio y elegante, al que han acudido descendientes de Chaves Nogales y algunos escritores, con Andrés Trapiello a la cabeza. Esa tumba sin nombre, esa hierba abandonada, la visité hace poco más de un año. Fui hasta allí con un ejemplar de “A sangre y fuego” para homenajear a su autor y desear que nunca jamás algo así vuelva a suceder, ni a nosotros ni a nadie. Fui a visitar la tumba de un gran hombre que, en fondo y forma, lo decía casi todo de cómo es nuestro país, el que creamos cada día los que en él vivimos.

jueves, noviembre 14, 2019

Líderes y ego en la política


La caída de Albert Rivera ha supuesto la primera gran baja en la nueva alineación de políticos que se ha estado presentando a las últimas elecciones. Con un PSOE y PP desdibujados, los nuevos partidos, que ya no lo son, optaron por liderazgos absolutos, encarnados en las figuras que los crearon casi desde la nada. En este sentido el mérito de Iglesias y Rivera es incuestionable, pero también se les puede criticar sin ambages sobre cómo han gestionado las criaturas que ayudaron a crear, dominados por el ego personalista y sin hacer mucho caso a las voces que, desde otras realidades distintas a las suyas, les advertían de errores de bulto. Con una trayectoria descendente, iglesias sigue y acaricia el poder, y Rivera ya no está.

En todas las organizaciones se crean estructuras de poder, más o menos difusas, más o menos férreas, y una cadena de mando que acaba en una cumbre. En los partidos, organizaciones creadas para alcanzar el poder de una manera no violenta y gestionarlo cuando se posee, ese liderazgo es muy marcado y, casi siempre, condiciona el comportamiento de la organización y su rumbo. En tiempos de redes sociales y de consultas a la militancia, los partidos se han ido cerrando cada vez más en torno a sus nichos de votantes fieles, los muy cafeteros, perdiendo matices y perfiles a medida que, paradojas de la vida, la sociedad cada vez se complejiza más. De ahí que los líderes de esos partidos no sean criticables en absoluto. Toda forma no ya de disidencia, sino de mero recelo, se castiga con la expulsión y el oprobio social, muchas veces en forma de tuits salvajes que desatan las jaurías que convierten a las redes sociales en crueles. campos de batalla. La promesa del líder de alcanzar el poder y premiar a los suyos con regalías crea adictos y aduladores que le siguen a pie juntillas, pase lo que pase, negando la realidad lo que haga falta con tal de alcanzar el objetivo. Si se produce este proceso con el líder ejerciendo el poder, el peloteo llega a niveles tan ridículos como absurdos. Siempre ha sido así, lo que pasa es que ahora lo vemos con una claridad tan meridiana que asusta, se aprecia el funcionamiento de la maquinaria a la vista de todos, y eso le hace perder el escaso aura de secretismo que poseía. El caso de Rivera y Ciudadanos ejemplifica todo este proceso de una manera redonda porque podemos ver la creación, auge y caída del liderazgo, el proceso completo. El de Podemos aún no está terminado, pero sucederá algo similar. Rivera fue alterando su discurso y estrategia a medida que aumentaba el poder de su partido, cada vez más convencido de que su visión de la realidad era la correcta. Los resultados electorales le acompañaban, pero también había voces que le aconsejaban que no cambiase de rumbo, que tuviera la cabeza fría. Cuantos más votos obtenía Rivera menos se escuchaban esas voces y más al del adulador ciego, por sincera admiración o por egoísmo de llevarse el fruto de un cada vez más suculento botín. Los meses transcurridos desde abril a noviembre ejemplifican cómo se puede desarrollar la peor de las gestiones posibles con el mejor resultado imaginado, y el cómo el liderazgo, cuando se cree en la verdad y no atiende a las voces discrepantes, lleva a la formación a la ruina. Curiosamente, y desde posiciones ideologías opuestas, Rivera ha ido cometiendo errores muy similares a los que Pablo Iglesias ejecutó en meses pasados. Altivez, inconsistencia, incoherencia entre lo dicho y lo hecho, narcisismo, fe ciega en el designio personal, conversión de los órganos de gestión del partido en meros coristas de aplauso cerrado, etc. Errores que, por cierto, no tienen nada de originales, se pueden ver en décadas pasadas y formaciones distintas. El goteo de bajas de Ciudadanos se hizo creciente a media que la sensación de descontrol crecía en los que observábamos la formación pero, como suele suceder, los fieles aplaudieron el nuevo rumbo que llevaba la barca naranja directamente contra los arrecifes, y no dejaron de aplaudir hasta el día del naufragio.

En su despedida, Rivera ha enmendado muchos de los errores, porque la ha hecho de manera sincera y asumiendo él toda la culpa de lo sucedido. Dijo una gran verdad, que en España es ley en forma de ese dicho que reza que la victoria tiene muchos padres, pero la derrota es huérfana. El líder debe saber que ganar es algo que se hace gracias a todos, y que perder le supone una responsabilidad extra. Probablemente se estudie en el futuro estos meses naranjas, en los que Albert transitó del cielo al infierno. Y recuerden que, visto desde fuera, todo parece mucho más sencillo de analizar. Es muy probable que cada uno de nosotros, en situaciones similares y con esa responsabilidad, repitiéramos los mismos errores. Por eso, en política y en todo lo demás, use su instinto, pero, por favor, escuche opiniones contrarias, no se rodee sólo de fieles, y no deje que lo que cree supla a la realidad que le rodea.

miércoles, noviembre 13, 2019

El sueño de Sánchez produce pesadillas


Me quedé ayer con las ganas de escribir algo sobre liderazgo tras la renuncia de Rivera, y de su gestión personal y lo que creo que han sido sus aciertos y errores, pero la incesante actualidad manda, en un país este que no sabe parar, y al mediodía de ayer martes nos enteramos que PSOE y Podemos habían llegado a un acuerdo de ejes programáticos en torno al que crear un gobierno de coalición. Incredulidad y sorpresa por parte de muchos ante lo que parecía una inocentada adelantada, una broma de mal gusto tras lo sucedido. Pero no, ahí fueron Pedro y Pablo a firmar el minidocumento ante la prensa. Dos palabras se me ocurren para expresarme; estafa y fracaso.

Estafa, porque eso es lo que ha sido la repetición electoral, una enorme estafa que dejó sin valor la elección primera de abril y que sólo ha servido para que los ahora firmantes tengan menos escaños de los que tenían entonces. Ambas formaciones políticas son más débiles tras los resultados del pasado domingo que tras los de abril, pero lo que entonces era imposible ahora se ha demostrado factible en apenas unas horas. La repetición electoral además, como ya les comenté, sólo ha servido para dinamitar un partido moderado y que sus escaños sean ocupados por los radicales de Vox. ¿Era ese uno de los objetivos de la nueva convocatoria? A la vista de los resultados, quizás sí. Estafa, por tanto, porque como elector se me ha pedido que acuda dos veces a las urnas para alcanzar un preacuerdo que ya era posible antes del verano, y estafa porque como contribuyente he pagado mi parte proporcional de dos procesos electorales y los salarios de los que en medio han sido percibidos para que el país siga meses paralizado ¿Es o no es una estafa? La otra palabra que se me viene a la cabeza es fracaso, y esta le corresponde en exclusiva al candidato socialista, el señor Sánchez. Con la firma que estampó ayer demuestra hasta qué punto su estrategia desde las elecciones de abril ha sido un absoluto fracaso. Con los resultados de abril y los posteriores de mayo, que mostraban a un PSOE en alza y a un Podemos a la baja, Sánchez vio claramente la ventana de oportunidad de una nueva elección que consolidara su mayoría. Él y sus estrategas, con Iván Redondo a la cabeza, no dudaron un instante en provocar ese adelanto, y así lo hicieron, en la creencia de que la jugada les saldría redonda. Contaron con la complicidad no solicitada de un Podemos que, como siempre, juega al exaltamiento máximo, propio del dirigismo bolchevique que reniegan con la boca pequeña pero que practican en cada uno de sus gestos y acciones. Era sencillo forzar un no de Iglesias en unas negociaciones que, tuvieran contenido real o no, era obvio que iban a fracasar vistas a posteriori. Parece que el PSOE sólo cometió un error en el calendario, debió correr más, forzar la primera investidura para que los comicios fueran antes de la sentencia del Procés y los sucesos de Cataluña no polarizasen el voto. El recuento del domingo pasado mostró el fracaso total de la operación, con una bajada de Podemos, sí, pero con un suave descenso también del PSOE. Menudo negocio, sensación de amarga victoria, de inutilidad del esfuerzo. Con una suma “progresista” menor de lo que lo era en abril, todo el mensaje socialista de la campaña, volcado en un voto útil para consolidar una mayoría del partido de Ferraz quedaba arrojado a la basura y malgastado en forma de escaños menguantes. El desabrido tono de Ábalos en la rueda de prensa del lunes mostraba, sobre todo, el fracaso de la estrategia socialista y el enfado en Ferraz ante una maniobra costosa, arriesgada, aventurera, que no había funcionado como se les vendió por parte de los gurús. No salió tan Redondo como se esperaba, ni mucho menos.

¿Qué vida le espera a este pacto firmado? Todo depende de si la sesión de investidura a la que se volverá a presentar Sánchez resulta ser válida o no. Es posible que logre sacarla adelante en segunda vuelta con la anuencia de ERC u otros grupos, pero la convivencia de ese gobierno se antoja inestable, dado el carácter dictatorial de Iglesias y los suyos (otro rasgo que los iguala a Vox, se parecen tanto…) pero Sánchez sabe que, una vez investido presidente, es muy difícil sacarle a él del gobierno, y muy sencillo cesar a ministros y vicepresidentes. Y es competencia exclusiva suya el nombrar y, también, el relevar. Seguro que duerme de maravilla todas las noches, diga lo que diga, porque las palabras de Sánchez valen tanto como sus presuntos insomnios.

martes, noviembre 12, 2019

El adiós de Albert Rivera


Las encuestas auguraban un muy mal resultado a Ciudadanos, pero la formación, con sus líderes a la cabeza, negaba la mayor y afirmaba que el espíritu de la remontada se sentía en el ambiente. No era lo que percibían el resto de participantes en la carrera ni el público que seguíamos el ambiente electoral. Se comentaba en los medios que un resultado por encima de los veinte escaños podría ser suficiente para salvar los muebles. Sin embargo, la realidad fue mucho más cruel y fueron exactamente la mitrad, diez, los que cosechó la formación naranja. Tres en Madrid, tres en Cataluña, dos en Andalucía y dos en Valencia, quedando arrasada en el resto del país. El fracaso es tan abrumador como doloroso.

En la noche electoral, en la que todos aparecen como ganadores sea cual sea su resultado, engañando nuevamente al electorado, Rivera no tenía escapatoria. Afrontaba el mayor desplome que uno pueda imaginar. Cuando salió ante los focos casi todos dábamos por sentado que presentaría su renuncia, pero no lo hizo. Admitió el desastre y convocó una reunión extraordinaria para el día siguiente, ayer lunes, en la que la formación tomaría decisiones. Se hizo responsable de los resultados y no buscó excusas ni parapetos. No entregó su cabeza, pero casi. Ese movimiento de renuncia se hizo efectivo ayer, en esa reunión del comité ejecutivo de Ciudadanos, en el que Rivera dimitió de todos sus cargos, renunció al escaño y a la política. Puso fin a su carrera de más de una década que, hasta hace siete meses, fue un constante ascenso desde la nada al olimpo del poder. El adiós de Rivera es, por así decirlo, una salida a lo Rajoy, completa, plena. No se queda en un segundo plano para tutelar el partido y su sucesión, como muchos exdirigentes que siguen ahí metiendo ruido y baza, sino que se va del todo. Abandona un mundo en el que de la nada se convirtió en una de las piezas más conocidas de la llamada “nueva política” surgida al calor de las brasas de la crisis económica de 2008, que lo alteró todo. Su discurso, centrista, abierto y moderno, era una rara excepción en el panorama anquilosado de la política patria, cómoda en sus trincheras y clichés. Bregado desde sus inicios en la política catalana, acostumbrado a vivir bajo la presión nacionalista y a ser un referente de los que no comulgaban con esa dictadura ideológica, Rivera lanzó su plataforma ciudadana como un experimento para tratar de vencer a ese nacionalismo mítico, ante la renuncia de la izquierda socialista y la incapacidad de la derecha anquilosada. Logró visibilidad mediática con aquella campaña en la que aparecía semidesnudo y desde entonces, su estilo brioso, su desparpajo de adolescente y su franqueza empezaron a conquistar masas de electorado ecléctico, que no se encontraba representado por lo que siempre se ha definido como izquierda y derecha. La transformación de la plataforma a partido político de alcance nacional es un proceso rápido y que tiene éxito, focalizado inicialmente en las grandes zonas urbanas, pero que poco a poco se extiende por todo el país. Elección tras elección Ciudadanos sube, y logra el milagro de robar votos que hasta entonces sólo eran del PP o del PSOE, logrando incluso atraer votantes nuevos, especialmente jóvenes y treintañeros. Su discurso antinacionalista periférico, pero no nacionalista patrio, sus propuestas económicas, su apertura en políticas sociales… un menú ecléctico que crea una masa de votantes que no acuden por fidelidad ideológica, sino por utilitarismo, por modernidad. En el PSOE se le observa con recelo y en el PP con miedo, porque drena el voto joven que podría acudir a esa formación y la deja convertid en un partido viejo de votantes de mucha edad. El mayor de los éxitos de la formación se da en las elecciones del pasado abril, con 57 diputados, a sólo nueve de un PP desangrado. Para entonces el discurso de Rivera ya se había escorado algo hacia la derecha, porque veía la oportunidad de ocupar el espacio de los populares, y tras el fracaso del sorpasso de Podemos al PSOE algunos veían posible un movimiento similar en el centro derecha. Y ahí, justo a las puertas del cielo, es cuando Ciudadanos empezó a estrellarse contra la realidad.

Las opciones viables de un gobierno de coalición de esa formación con el PSOE tras las elecciones de abril que hubieran otorgado mayoría absoluta a la entente, se deshicieron al instante cuando Rivera se negó en redondo a ello. En vez de haberse ofrecido desde un principio para ello, dejando en el PSOE la responsabilidad de que aceptase o rechazase el pacto, Rivera se negó, y Ciudadanos comenzó a agrietarse. Las fugas de los que veían la formación como un instrumento para pactos transversales empezaron a ser muy serias frente a un núcleo duro que veía tan cerca el liderazgo de la derecha que estaba cegado por la posibilidad de alcanzarlo. Convertido en una bisagra que no giraba, Ciudadanos empezó a perder solidez en sus soportes de voto, y en apenas meses se ha desmoronado por completo. ¿Sobrevivirá? Espero que sí.

lunes, noviembre 11, 2019

Nefasto resultado electoral


Como nunca he estado borracho no les puedo dar una impresión personal de lo que es pasar una resaca. Dicen que es desagradable. Esa misma sensación de desagrado deben tener ahora mismo casi todos los líderes políticos tras el resultado electoral de ayer que, sospecho, sólo ha dejado satisfecho a uno de los partidos nacionales, el nacionalista, lo que ya es indicativo de que el recuento de la noche de ayer deja un panorama en el que la estabilidad nacional, las perspectivas de un gobierno estable y la gestión ordenada de los asuntos públicos están mucho más lejos de lo que ya lo estaban el sábado 9. Genial idea la de repetir los comicios, sí.

Como les decía, casi todos los partidos pueden estar hoy preocupados, y sólo los energúmenos de Vox saltan de alegría con un resultado que les lleva a los 52 escaños, una cifra enorme, que no sólo les da grupo parlamentario, sino capacidad para presentar recursos ante el Tribunal Constitucional o mociones de censura. Su celebración es motivo de preocupación para todos, y su éxito es otro de los males que debemos al exacerbado nacionalismo separatista catalán, que ha jugado a azuzar los rescoldos del nacionalismo español para crear un monstruo que justifique su deriva. Ya lo tiene. El PSOE, que también ha jugado a alentar a Vox para crear un contrapeso al PP, ha logrado el objetivo de dividir a la derecha y garantizarse ser el partido más votado, pero el resultado que obtiene es decepcionante. Tres escaños menos que en Abril y un desgaste enorme de su menguado líder, que pese a ello sigue exhibiendo una capacidad para ganar elecciones sólo comparable a la incapacidad de llegar a acuerdos. El PP tiene un sabor amargo, porque remonta respecto a los desastrosos resultados de abril, llega a la horquilla alta de los ochenta diputados, pero tiene la sensación de que podían ser muchos más si Vox no se los hubiera quitado. El ascenso le permite a Casado seguir vivo al frente de la formación pero sin muchas esperanzas de tocar poder, y con la desagradable sensación de que lo que empezó siendo una escisión de la casa popular en forma de extremismo se ha convertido en un monstruo que, comparativamente, no se sitúa a demasiados escaños. La presión que los brutos de Abascal sean capaces de ejercer frente al PP condicionará muchas de las políticas de esa formación, y veremos hasta qué punto la estabilidad de los gobiernos regionales en los que ambas formaciones tienen un acuerdo pactado. Pablemos y sus confluencias siguen a la baja, perdiendo la barrera de los cuarenta escaños y acercándose cada vez más a lo que fue la Izquierda Unida de Anguita, pero eso no parece que vaya a cambiar los planes de su líder que, ajeno a toda autocrítica, seguirá dictando con mano de hierro las directrices de esa formación, que nació como respuesta a una indignación social y va camino de ser otro grupúsculo de extrema izquierda de los muchos que ha habido en la historia. Quien sí que debe estar dolido con los resultados es Ciudadanos, que no es el gran perdedor de la noche, no, sino el gran humillado. De 57 a 10, su resultado es tan desastroso como inmanejable. Rivera ha cometido enormes errores de estrategia en los meses que han transcurrido desde abril, y lo ha pagado en las urnas. Su fracaso es muy doloroso. Pudo formar gobierno con el PSOE tras los comicios de primavera, juntos alcanzaban mayoría absoluta, pudieron gestionar, hacer presupuestos, acordar un mínimo de gobierno y gestión que diera margen y tranquilidad, pero Rivera optó por una huida hacia no se sabe donde, por su lema de la banda, y a medida que pasaban los días las expectativas de su formación se deshicieron. Justo al final, cuando ya no servía de nada, ofreció un pacto al PSOE que no ha tenido relevancia alguna. El fracaso del partido es total y las posibilidades de que su crisis sea existencial, alta. Como señaló anoche el brillante Carlos Alsina, Ciudadanos empezó siendo UCD y puede acabar como el CDS.

Del resto de formaciones, destacar el auge de los votos nacionalistas, con un PNV que crece elección tras elección, con un independentismo catalán que se reconfigura pero mantiene mucho poder (ERC es el cuarto partido en escaños en el Congreso), una subida de Bildu, que le otorga grupo parlamentario propio y la entrada, novedad, de Teruel existe con un escaño. En definitiva, un caos mayor que el que ya teníamos, y la certificación de que Sánchez, Casado, Iglesias y Rivera han fracasado. Suya es la responsabilidad de lo sucedido y de lo que pase de ahora en adelante. Apañados vamos con esta tropa.

viernes, noviembre 08, 2019

Tres décadas de la caída del muro de Berlín


Este domingo hay elecciones generales. Desganadas, repetitivas, con pinta de mostrar otra vez un bloqueo, con listas populistas extremistas a izquierda y derecha que obtendrán resultados mucho mejores de los que se merecen, y con un cuerpo electoral que mira con resignación, cuando no ira, a sus presuntos representantes y el sistema que los elige. A pesar de todo, debemos ir a votar. Porque votar, las elecciones, la democracia, es algo que tiene un valor inmenso, que no lleva demasiado tiempo entre nosotros y que debemos defender, día a día, con su ejercicio, más allá del torticero uso que hagan de ella los que se presentan, o eso dicen, para defenderla, y piden nuestro sufragio.

En los países del este se vota desde hace aún menos tiempo que en España, a ellos la democracia les llegó bastante más tarde, después de haber sufrido una dictadura aún más atroz que la nuestra, residuo de una guerra mundial que deja a la nuestra civil convertida en un tebeo. Mañana se cumplen treinta años de la caída del muro de Berlín, un acontecimiento histórico que, en cierta medida, marcó el final del siglo XX, un siglo corto para algunos historiadores, que comenzó con la primera guerra mundial de 1914 y se acabó cuando los cascotes de esa muralla cayeron y se llevaron el comunismo que los erigió. En las naciones del este se vivió, desde el final de la guerra, una ocupación militar, social y política por parte de la entonces llamada URSS, que las convirtió en satélites de su imperio, meras marcas medievales para tener un colchón defensivo frente a un occidente que, devastado tras la guerra, podría ser una nueva amenaza para sus intereses. Los ciudadanos de esos países de la órbita de Moscú vivieron durante décadas en una realidad alternativa, en la que se les bombardeaba constantemente con la propaganda soviética para hacerles creer que el sistema en el que vivían era el mejor del mundo, el más avanzado, el más libre y protector. Si el franquismo no logró engañar a mucha gente en España, más allá de los pocos convencidos (y algunos iluminados que se presentan a las elecciones este domingo) el comunismo fue mucho más efectivo, pero no tanto en el engaño como en la persuasión, en el arte de someter a la población. Dictamino que, si los esfuerzos fracasaban y permanecían ciudadanos que no creían en el régimen y aspiraban a dejar sus naciones, se erigiría un muro que lo impidiera. Durante toda su existencia ese muro era legal, mental y emocional, pero en Berlín se convirtió en una valla física, en una tierra de nadie llena de trincheras, garitas y puestos de tiro, en la que se mataba a los que trataban de huir del llamado entonces sector soviético al sector occidental. En Berlín se jugó, en gran parte, el futuro de todos nosotros, porque cada dos por tres se producían tensos incidentes que tenían la capacidad de llevar a la guerra a las dos superpotencias. Hubo otros muchos escenarios de tensión (Cuba, Latinoamérica, África, etc) pero en Berlín los presuntos enemigos se veían las caras. En los puestos fronterizos del Check Pint Charlie o Friedrichstrasse o la estación del Zoo se vivían diariamente escenas de tensión en las que un disparo de fusil de un lado podía alcanzar a un vigilante del otro. A veces pienso que no sabemos la suerte que tenemos de que esos años de guerra fría que ahora, de manera inconsciente algunos añoran, pudieron haber colapsado de forma accidental o premeditada en una guerra global de horripilantes consecuencias. Afortunadamente eso no pasó, pero lo cierto es que el proceso de derrumbe del comunismo en el este se dio de una manera igualmente accidental, casi no prevista. El ejército de kremlinólogos que llenaban platós de televisión y servicios de estudios desde hacía décadas apenas atisbó el colapso que se vivía al otro lado del telón de acero, colapso en todas las áreas imaginables, que degeneró en ese nueve de noviembre de 1989, cuando la gente empezó a cruzar el muro hacia el Berlín occidental, las alambradas dejaron de ser vigiadas y unos tímidos picos empezaron a golpear esas murallas de la vergüenza.

Hoy, treinta años después, el imperio soviético parece una antigualla de la era babilónica pero Rusia sigue ahí, malmetiendo a los países europeos. Las naciones del este están integradas en la UE, y sus niveles de vida y prosperidad son los más altos que han conocido en su historia, pero sus gobiernos, elegidos democráticamente, renuevan comportamientos que se deslizan hacia el autoritarismo, o el iliberalismo como se dice ahora, henchidos de un nacionalismo desmedido que trata de coartar libertades en nombre de patria y fe. El aniversario de la caída del muro merece ser celebrado como lo que fue y es, un hito en la conquista de la libertad, pero observar el panorama político que ofrecen los antiguos países ocupados genera preocupación.

jueves, noviembre 07, 2019

Un racista en el bus


El vídeo está tomado de una manera en la que no es posible apreciar en detalle la escena que nos interesa, pero el sonido la refleja a la perfección, y la tensión se puede palpar en la imagen, en su mayor parte un plano estático y algo ladeado. El sujeto que la protagoniza empieza a meterse contra una pasajera, a la que avisa de que no le va a pegar porque es chica, pero apenas tarda unos segundos en asir el argumentario racista y pedirle que se vuelva a su país, que se largue de donde está. El propósito de no ser violento dura pocos segundos, porque el agresor potencial se convierte en agresor efectivo, y pega a la mujer. Violencia física, verbal y de todos los tipos en una escena que destila racismo en cada uno de sus fotogramas.

Afortunadamente no son habituales escenas de este tipo en nuestra vida diaria, pero negarlas es tan absurdo como inútil. El racismo existe, más o menos larvado, y el cada vez más intenso bombardeo por parte de las formaciones políticas que basan en la identidad excluyente su mensaje no hace sino acrecentarlo. El nacionalismo, da igual el apellido que adopte, posee un componente supremacista que lo define por completo. Yo soy diferente a ti porque yo soy superior, es lo que dicen todos los nacionalistas. Se envuelven en banderas y las usan para besarlas con ardor y arrojarlas contra otros, henchidos de un orgullo que, en vez de transformarlo en amor solidario, se convierte en egoísmo. Como otros sentimientos, el amor hacia el territorio en el que uno vive no es malo por definición, pero se puede volver pesadillesco cuando se transforma en esa exaltación que vemos en tantas ocasiones en televisión, en masas que caminan juntas ocupando calles, desplegando enormes banderas, que juran fidelidad perpetua a esas enseñas y que, a veces diciéndolo, a veces ocultándolo, expresan su odio por todos aquellos que no son ellos. Sucede como el amor en pareja, bueno y bello por definición, pero que en ocasiones se convierte en fuente de celos y disputas, y en las menos en causa de asesinatos, casi siempre de ellos sobre ellas, amparados en un presunto amor, en una creencia en lo más sublime. Sigo sin entenderlo. Como dice Fernando Savater, al patriotismo le pasa como al apéndice, que todos lo tenemos, pero no todos acabamos sufriendo de apendicitis, en forma de nacionalismo. España es de los últimos países en los que la ola de formaciones patrióticas se ha asentado (a nivel nacional, en País Vasco y Cataluña son omnipresentes), pero basta con echar un vistazo ahí fuera para observar con pesar como una especie de moda abanderada surge por doquier, y esa moda siempre acaba mal. En Reino Unido, tras el disparate del resultado del Brexit, pudimos ver varias escenas como esta del autobús madrileño en la que presuntos ingleses insultaban a aquellos que veían como extranjeros en su país, y no fueron pocos los casos de españoles agredidos, que sufrieron en sus cuerpos y almas el insulto, la vejación y el desprecio. Ahora vemos como un presunto español lleva a cabo un comportamiento igualmente repugnante contra una mujer latinoamericana, lo que no deja de ser un reflejo de ambos comportamientos, en los que un sujeto igualmente descerebrado, o no, inflamado hasta el hartazgo por mentiras sobre la superioridad de unos frente a otros, agrede a quien ve más débil, a quien observa como inferior, como sujeto que no posee derechos igual que él. A lo largo de la historia, y muy especialmente en el traumático siglo XX, este sentimiento ha sido la fuente de las mayores desgracias imaginables, los peores asesinatos. Observamos con asombro cómo esta absurda internacional de nacionalismos que se conforma ante nuestros ojos utiliza consignas y mensajes que copian sin disimulo las tácticas que ya en los años veinte y treinta del siglo pasado dieron lugar a monstruos de infausto recuerdo. Se han sustituido a los judíos por los inmigrantes, pero el mensaje es el mismo. La misma basura se pregona, el mismo odio se siembra y, quizás, la misma violencia se espera.

Recuerde que, tras escenas como las que muestra el autobús, existe un caldo de cultivo ideológico, hay políticos que pregonan discursos de odio y de diferencia que alientan a que los individuos actúen de esta manera. Que Torra escribiera hace tiempo que los españoles somos bestias taradas frente a los catalanes es el preludio de los actos terroristas que estaban siendo planificados por los CDR, que Abascal pregone que los de aquí somos mejores frente a los inmigrantes que vienen a robarnos y delinquir es lo que alienta la llama del que ayer volcó su ira contra una mujer latinoamericana en un autobús, y así muchos más. El violento que actúa debe ser castigado, pero peor delito tiene aquel que, desde una tribuna, crea odio, siembra mensajes supremacista y ampara, en el fondo desea, escenas tan odiosas como estas.

miércoles, noviembre 06, 2019

Aramco sale a bolsa


Parece que esta vez va en serio y Aramco va a salir a bolsa, Quizás a muchos el nombre de Aramco les suene a chino, pero no debiera. Responsable de la extracción y refino de una décima parte del petróleo que se consume en el mundo, ese nombre hace referencia a la empresa petrolera saudí que ostenta el monopolio del crudo en aquel país. Regida por la familia Saúd como una extensión de sus propiedades, se la considera la empresa más valiosa del mundo, con un valor que puede situarse en el entorno de los 1,8 billones de euros (el PIB de España es 1,2 billones) lo que prácticamente duplica el valor de monstruos como Apple, Microsoft, Amazon, Google…

El plan saudí para sacar una porción de esta empresa a bolsa es antiguo, y se ha frustrado en numerosas ocasiones, tanto por la complejidad y volumen de la operación como por las propias opacidades del reino del desierto y su manera de gestionar las cosas. Se ha hablado habitualmente de sacar un 5% del capital de la empresa, lo que puede suponer, redondeando, unas ganancias para los saudíes de unos cien mil millones de dólares, tres veces lo que vale Telefónica hoy en día. En estas cifras siempre está como base la valoración que Riad ha hecho del imperio petrolífero, de sus infraestructuras y reservas, y pese a que se sabe que los recursos petrolíferos saudíes son ingentes, ha habido suspicacias sobre el valor de los activos de la compañía y lo que realmente esconde bajo su nombre. Obsesionados por el ingreso rápido que supone la salida a bolsa, los dictadores saudíes han mantenido su opacidad, y eso es una combinación imposible en este caso. Cotizar en bolsa exige una transparencia mucho mayor a la empresa que decide dar ese paso que si uno se mantiene alejado del parqué. En el fondo, salir a bolsa no es sino vender una parte de tu negocio a otros, que en el porcentaje vendido, entran a formar parte de tu empresa y tienen acceso a tu información. A veces eso es bueno y necesario, principalmente paran la empresa que sale al parqué, porque obtiene una fuente de financiación rápida y directa, pero acarrea consecuencias que pueden ser no deseadas. Elon Musk, el fundador de tesla, sigue coqueteando vía twitter con la idea de sacar a su empresa de cotización (eso se hace recomprando las acciones, poniendo dinero encima de la mesa) porque está harto que la SEC (el regulador bursátil norteamericano) y un montón de auditores le estén husmeando día tras día. En España tenemos el caso de empresas como Mercadona o, especialmente, El Corte Inglés, que son indistinguibles del tejido económico nacional, pero que no cotizan. Los grandes almacenes son el ejemplo perfecto de oscurantismo en sus cuentas y gestión propietaria, más allá de los líos familiares que se han hecho públicos en los últimos años. Nadie conoce el detalle del balance de El Corte Inglés, y sería casi público si tuviera que salir a bolsa. Consideran sus dueños que no necesitan el ingreso suplementario del parqué a cambio de perder la propiedad y privacidad plena, y es su decisión, y la pueden mantener indefinidamente, siempre que ante las necesidades financieras encuentren alternativas privadas. En el caso saudí, la situación es la misma, pero a una escala tan gigantesca como nepotista. Controlada por los príncipes herederos y sus adláteres, que son muchísimos, Arammco es otro tentáculo del poder regio en el que la separación entre estado, negocio y empresa es, como mínimo, gris. Acuciado por una deuda pública crecente y unos precios del petróleo que parecen haber alcanzado un máximo estructural ante la emergencia del fracking, el reino saudí busca, con la venta de ese pequeño porcentaje de la empresa, una riada de dinero fresco que sanee las cuentas nacionales y cubra el déficit creciente de una economía absurda, que derrocha los ingresos que casi, en su totalidad, provienen del petróleo. Arabia Saudí es, en este sentido, un fantoche, que empieza a asumir que en un mundo descarbonizado su papel será irrelevante. Tardará décadas, quizás, pero la tendencia está ahí.

Más allá de la espectacularidad de las cifras financieras de la operación, por la que han pujado la city londinense, Singapur, Tokyo y Wall Street, a sabiendas de las multimillonarias comisiones que pueden surgir, todo el mundo ansía con curiosidad conocer detalles del interior de esa misteriosa y mágica empresa. El atentado que sufrieron sus instalaciones hace pocos meses con aquellos drones que decían venir de Yemen pero probablemente lo hacían de Irán dejó claro que el mantenimiento y seguridad de sus instalaciones no es lo que se nos ha dicho, y eso se notó en las estimaciones de valor de esta macrooperación económica y de poder, que va mucho más allá de lo bursátil. Veremos a ver cómo cotiza, si cumple con los dividendos previstos, y qué se esconde detrás de su turbulenta historia.

martes, noviembre 05, 2019

¿Debate? a cinco


23:45 de la noche, los presentadores dan paso al segundo corte del programa y, transcurridos tres de los cinco bloques previstos, este que les escribe apaga el televisor y se va a la cama, sin apenas sueño, en lo que será el inicio de una noche larga de poco dormir. Lo visto ha saciado mi capacidad de tedio, y la sensación que obtengo tras tres bloques, dedicados a la cohesión nacional (Cataluña), economía y asuntos sociales, es que el bloqueo político que vivimos va a ser eterno, carece de solución a medio plazo y nos encamina a vivir instalados en campañas electorales perpetuas, elecciones repetidas carentes de mucho valor y argumentarios repetidos hasta el infinito. Un constante bucle.

Para evitar el tema catalán, que me lleva a la melancolía, centrémonos en materia económica, y ahí se veía claramente la presencia de cinco candidatos que repiten sus consignas sin que disimulen mucho el hecho de que apenas tienen idea de que hablan. El único de los cinco que parece tener algunas nociones económicas claras es Rivera, pero ha oscurecido mucho su discurso y apenas sale de los eslóganes que le auparon en su proceso de creación de liderazgo liberal. Ante una desaceleración económica que ya es recesión técnica en algunos de nuestros socios europeos, con tasas de paro muy altas, precariedad en sueldos y salarios, baja inversión en I+D+i, ausencia de reformas en el modelo productivo y unos ratios de deuda pública que son mareantes, los candidatos tiraron de las recetas que se les supone son las propias de sus siglas, en algunos casos con la sensación de que, al decirlas, asumían no tener ni idea de lo que estaban hablando. Abascal, que de economía no sabe absolutamente nada (del resto más o menos lo mismo), centró sus propuestas en la reducción de chiringuitos autonómicos, como el que le dio para vivir muy bien a él durante algunos años y la eliminación de la cobertura social a los inmigrantes, y se quedó tan satisfecho. Iglesias sacó e manual del marxista de los setenta y, a cuatro días de la celebración del treinta aniversario de la caída del muro de Berlín, abogó por la nacionalización, la intervención masiva, el gasto desmesurado, la ausencia de responsabilidades en la financiación de su programa y la garantía de que, desde luego, su chalet será intocable. Se echó en falta que, para dar algo de empaque a sus propuestas, diera los nombres de los primeros cien ciudadanos a los que su chavista política va a expropiar sus bienes para darlos al pueblo. Rivera, Casado y Sánchez comentaron algo más de temas con enjundia, pero apenas esbozaron ideas realistas y factibles sobre cómo afrontar los retos de nuestra economía. Nada sobre la reducción imperiosa de un déficit público que vive descontrolado, ni palabra sobre una reforma fiscal verdadera, que ensanche las bases imponibles, modernice las figuras tributarias, persiga tanto la evasión como la elusión, y baje los tipos a las clases medias. Sólo consignas y mantras sobre las pensiones, sin argumento alguno sobre cómo afrontar la insostenibildiad de las cuentas si el proceso demográfico sigue como va. Ausencia completa de ideas reales, más allá de un par de eslóganes, sobre cómo llevar a cabo el proceso de transición energética que se nos viene encima, y la gestión de sus beneficios, muchos, y costes, muchos, asociados a una reconversión social que, como todas, generará ganadores y perdedores. Ni palabra sobre I+D+i, la rémora de nuestra inversión, que se menciona siempre en campaña pero que es abandonada por todos una vez que acceden al gobierno, porque sus frutos se ven tan a largo plazo que no hay político alguno que pueda sacarle rédito. Cero ideas sobre cómo gestionar la dualidad creciente del mercado laboral, sangrante en nuestro país, y los efectos de la disrupción tecnológica que vivimos, que expulsa a trabajadores del mercado sin dejarles muchas opciones y nos obliga a todos a un reciclaje constante sin que haya garantías de que, en meses, todo lo aprendido, se vuelva obsoleto por un nuevo avance tecnológico que, sin duda, no surgirá en España, y así temas y temas y temas.

Entre las promesas de campaña en este ámbito, la más destacada fue la de Sánchez de nombra a Nadia Calviño como vicepresidenta económica de su futuro gobierno, en un guiño a los mercados, responsables europeos e inversores internacionales. Esa propuestas sería, supongo, recibida con muy mala leche en los cuarteles de Podemos, donde la ortodoxia económica empieza por no pagar las cuotas de la Seguridad Social de las asistentes de Pablo Echenique. En fin, bromas y chascarrillos aparte, fue muy muy poco lo que se ofreció ayer por parte de los cinco candidatos repetidores, que como el adjetivo indica, no dejan de suspender en cada uno de sus exámenes.

lunes, noviembre 04, 2019

Rebote en la cumbre del clima para Madrid


Madrid es esa ciudad que se presenta como candidata a eventos internacionales y no logra ser elegida. Conocida es la persistencia con la que ha optado a acoger olimpiadas y cómo ha fracasado una y otra vez. Se ha sabido posteriormente la cuantía de las mordidas que otras sedes ganadoras, como Río de Janeiro o Tokyo, han pagado a los coítos, los miembros del COI, por lo que se deduce que Madrid no pudo igualar el presupuesto en B que presentaban esas candidaturas. Quizás la propuesta organizativa y de espacios era la mejor, pero no el soborno asociado, y la ciudad se ha quedado sin juegos, quizás para siempre.

Es Madrid, por el contrario, esa ciudad que consigue de rebote celebrar eventos que otros tenían planificados y se ven forzados a renunciar por causas de todo tipo, donde últimamente abundan la violencia y los estallidos de furia local. Hace casi un año se jugó en esta ciudad una final de la cosa esa del balón entre equipos sudamericanos porque los contendientes, argentinos ambos, fueron incapaces de garantizar la seguridad del evento, y se decidió celebrarlo a varios miles de kilómetros del río de la plata. En apenas unas semanas se desplegó un enorme operativo de seguridad y se acogió a las hinchadas y medios de prensa. El partido se jugó sin muchos incidentes y los hosteleros y comerciantes locales hicieron un buen negocio mediante un acto multitudinario que no estaba previsto. La ciudad, otra vez, mostró lo que es capaz. Algo similar es lo que puede acabar sucediendo en unas pocas semanas, tras la confirmación de que será Madrid la sede de la COP25, la cumbre anual sobre el clima de la ONU cuya celebración estaba prevista para principios de diciembre en Santiago de Chile. La situación de violencia y descontrol que vive aquel país ha forzado al gobierno de Sebastián Piñera a cancelar el ofrecimiento de ser sede del evento, y ahí apareció rápido Pedro Sánchez, con el olfato del político que ve una buena oportunidad, para prestar Madrid como comodín y evitar una suspensión o aplazamiento de la cumbre, que ya fue trasladada de su primera ubicación, Brasil, tras la negativa del negacionista Bolsonaro a cooperar con ese evento. La cumbre se desarrolla durante varios días, del 2 al 10 de diciembre si no estoy equivocado, contiene al gran puente de la Constitución e Inmaculada en su interior y supone la llegada de miles de visitantes, que algunas fuentes estiman entorno a los veinticinco mil. El evento se desarrollaría en los recintos feriales de IFEMA, que están más cerca del aeropuerto que del centro de la ciudad, y la repercusión en todo el sistema de alojamiento y ocio de la ciudad puede ser muy intensa. La movilidad también se va a ver afectada, porque tanto transporte público como taxi y servicios de VTC se van a ver ante un incremento de demanda no previsto inicialmente en fechas en las que ya de por sí la actividad es muy alta, con el soniquete de la Navidad encima todo el tiempo. Se debe improvisar un dispositivo de seguridad específico no previsto, y a buen seguro otra vez se suspenderán permisos y jornadas festivas en unos cuerpos de seguridad que, entre acontecimientos como estos y la tensión en Cataluña, están últimamente sometidos a una carga de trabajo que nada tiene que envidiar a la de los estresados operadores financieros. Retos logísticos de todo tipo y el escaso plazo de cuatro semanas para que todo esté a punto y el aeropuerto de Barajas reciba a miles y miles de viajeros. IFEMA ha realizado congresos con mayor volumen de asistentes, pero con más tiempo para poder ser planificados. El reto es enorme.

Mi sensación es que todo saldrá a la perfección, no sólo por tener confianza en ello, sino sobre todo por una cierta sensación de cómo es la idiosincrasia de este país y esta ciudad. Si nos diera un año para organizarla a buen seguro que no hacíamos nada en los primeros diez meses y luego, a todo correr, en un par, lo montábamos todo. Ahora tenemos un mes, por lo que sólo hay que hacer las cosas al doble de la velocidad habitual. Hasta nos da tiempo a realizar un canal navegable desde Sevilla hasta la puerta de IFEMA para que Greta Thumberg pueda llegar con su millonario y elitista velero a participar en el evento. Con un par de semanas, de trabajo, justo las últimas, seguro que lo logramos.