Las imágenes son impactantes y, hasta cierto punto, cómicas, aunque el asunto tiene poca gracia y bastante más trascendencia de lo que parece. El coloso, llamado “Ever Given” es un portacontenedores de última generación, un monstruo de 400 metros de largo capaz de cargar cerca de 20.000 contenedores, lo suficiente para llenar de camiones las carreteras de medio país y abastecer de lo que sea. Puede viajar a 40 kilómetros por hora y es, junto a otros barcos por el estilo, la clave de bóveda de las comunicaciones marítimas globales. Su inmensa capacidad permite que el coste de transporte de la carga sea muy bajo y, por ello, mantener estables los precios de importaciones y exportaciones. El mundo actual es posible gracias a estos barcos.
Pues bien, desde ayer esta mole está encallada en el canal de Suez, una de las rutas que sirven para unir mares y continentes, que ahorran enormes cantidades de tiempo y, desde luego, dinero, y que son vitales para que todo funcione. El canal es un poco más estrecho que los 400 metros de largo del buque, y al parecer una tormenta de arena fue la culpable de que el barco perdiera rumbo y se fuera de lado, chocando la proa con una de las orillas del canal y quedándose atravesado cuan largo, bloqueando todo el ancho de paso. Literalmente se ha producido un trombo en una de las arterias del transporte global, y veremos a ver en qué tipo de infarto acaba esto. Hay puntos en el mundo que son estratégicos por el enorme volumen de tráfico marítimo que soportan y que sirven como puerta de acceso a mares y continentes. Canales artificiales como este de Suez o Panamá nos vienen rápido a la memoria, junto a estrechos como el de Gibraltar o el canal de la Mancha. Quizás los dos pasos naturales más famosos y observados son el estrecho de Ormuz, que da acceso al golfo Pérsico, y a sus inmensas refinerías, de donde sale gran parte del petróleo que se exporta en la zona, y por encima de todos, el estrecho de Malaca, la gran puerta de entrada y salida de Asia, paso obligado para todas las flotas comerciales que salen y entran con destino a China, Corea o Japón. No es casualidad que Singapur esté donde está, ni que tenga su estatus ni su riqueza. Es la puerta que controla ese estrecho y el puerto de intercambio de la zona, una especie de macro Gibraltar Algeciras. El control de estas estratégicas zonas de paso siempre ha sido objeto de disputas y guerras entre naciones, porque todos saben hasta qué punto son fuente de influencia y poder. La misma construcción de canales como el de Panamá o Suez son relatos de aventuras e ingeniería en grado sumo, sí, pero también historias de imperios, de potencias coloniales, de guerras y violencia por el control de un paso que aporta recursos inmensos a quien lo controla. El que alguna de estas puertas de paso, auténticas arterias del comercio mundial, se bloquee es una noticia de gran relevancia, y la muestra es el atascazo que ya existe en ambos extremos de Suez, con decenas de barcos de todo tipo que esperan para entrar o salir, depende como lo vean, para seguir su rumbo. Con el paso bloqueado los costes crecen a cada minuto para todas las empresas que están involucradas en el negocio del transporte marítimo y los infinitos afluentes comerciales que convergen en esos barcos, que pudieran empezar en una factoría de la costa china y acabar en una habitación perdida de un piso en, pongamos, Huesca, a donde debe llegar el producto que el que en ese hueco duerme compró hace unos días por internet para sustituir la lámpara de mesa. Infinitos bienes de todo tipo yacen ahora mismo en el barco embarrancado y en los que están a la espera, y me da que a partir de hoy empezarán a surgir miles, millones de mensajes el tipo “su pedido se retrasa por causas imprevistas” entre particulares y empresas de medio mundo.
¿Cómo desatascar ese barco? El reto parece tan enorme como el volumen de la nave. Al parecer las imágenes muestran que la proa ha tocado el fondo y lateral del canal y se ha quedado enganchada a la tierra, estando la popa libre. Algunas excavadoras, que parecen de juguete, han empezado a remover tierra en el punto de embarrancamiento para tratar de liberar la proa, pero no parece nada sencillo ni rápido. Si se tiene que aliviar parte de la carga para que el barco se eleve y flote más será una aventura empezar a descargar contenedores en un lugar en el que no hay grúas para ello. En fin, parece todo un reto, y de mientras, el infarto sigue. Aventuras de ingeniería extrema y de costes disparados, en una historia digna de ser seguida en detalle.
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