Ayer hablábamos del desastre económico que vive España por el coronavirus, centrándonos especialmente en el desempleo, mal endémico de nuestra economía. Ampliemos el foco de la mirada y veamos lo que ocurre a nivel global. Desde los artículos y opiniones que llenan el mundo el tema de la inflación se ha puesto de moda desde hace unos meses y empieza a calar como uno de los posibles problemas a los que nos podemos enfrentar en el futuro. Sus efectos, y los que pueden originar las medidas que se impongan para frenarla, dan miedo, pero creo que se está sobrevalorando ese temor a una inflación coyuntural pero, creo, que no debiera ir a más. Aviso que como pronosticador soy nefasto.
Se están juntando varias fuerzas que, aunadas, tiran para provocar una futura inflación. La mayor de todas es la previsible vuelta a la normalidad que los mercados descuentan una vez que las tasas de vacunación sean elevadas. Es difícil saber si eso será en verano o un poco más allá, pero todo el mundo espera esa vuelta a la normalidad, que puede ser explosiva en forma tanto de celebración de lo ya superado como de inundación provocada por la demanda embalsada que está retenida en aquellos sectores de la población que, forzados a ahorrar, no pueden consumir lo que desean. Movimientos de demanda intensos y concentrados generan tirones inflacionistas porque una cosa es el aluvión de deseos y otra la fabricación y venta de realidades, pero debemos tener en cuenta que la capacidad productiva actual está muy infrautilizada, por lo que no estaríamos ante una situación generalizada de escasez por exceso de consumo. Sólo con que las cosas volvieran a ser normales, para lo que nuestras infraestructuras y sistemas productivos están diseñados, el disparo de consumo sería enorme, por lo que, exceptuando situaciones particulares, no debiera haber ahí una fuente de inflación sostenida. El precio del petróleo sube, lo hace con fuerza desde hace algunos meses, y ya está por encima de los 60 dólares. Es mucho, sí, y el efecto escalón de la subida, desde niveles ridículos, generará alzas de IPC temporales, pero lo cierto es que está volviendo a los valores que tenía antes de este desastre, y es difícil que pueda escalar más allá de los 70 dólares si no media algo no previsto, de corte geopolítico o similar. El principal argumento de los inflacionistas es que, tras años de expansión monetaria para tratar de aliviar los efectos de la crisis pasada, actualmente los bancos centrales se han lanzado a la orgía monetaria absoluta, comprando de todo e inundándolo todo de liquidez, que tarde o temprano debiera derivarse a otros mercados y presionar al alza sus precios. Es un argumento serio, y refleja la anómala situación que vivimos, un brutal experimento monetario como no lo ha habido nunca, que se recuerde, y cuyas consecuencias a medio y largo plazo son desconocidas. En contra de que esta inundación de liquidez genere alzas de precios está el argumento de que la previa, la que se desarrolló tras los QE de 2012 en adelante, tampoco generó inflación, y se temía que lo hiciera. Las deudas drenaron gran parte de esa liquidez extraordinaria y la sacaron del mercado real, impidiendo alzas de precios generalizados. El contraargumento es que, no se puede obviar, esa liquidez extraordinaria sí generó alzas de precios desaforados en algunos mercados, especialmente los bursátiles e inmobiliario. Una parte importante de ese dinero se desvió a inversiones en estos activos, cuyos precios subieron mucho. ¿Ocurrirá ahora lo mismo, y esos y otros mercados verán dispararse sus valores? En la bolsa de EEUU 2020 cerró con ganancias, reflejo de que parte de los estímulos aprobados en aquel país sí han ido a inversión en acciones. ¿Volveremos a ver un efecto localizado o será general?
Ante estas preguntas y los miedos algunos operadores de mercado empiezan a actuar y se ven efectos reales de los temores futuros. Los títulos de deuda se empiezan a vender en los mercados, descontando que precios más altos en el futuro devaluarán su valor, lo que hace que el interés que renten crezca, y eso es una grave fuente de problemas para naciones hiperendeudas como, vaya vaya, la nuestra. Las autoridades de los bancos centrales mantienen su discurso de apoyo a la economía al estilo Draghi, prometiendo hacer todo lo que sea necesario, pero ya han puesto un ojo en los precios y en sus posibles alzas. A lo largo de este año el tema de la inflación va a dar mucho que hablar. Y si solo es eso, perfecto.
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