Qué poco valor tiene la crónica política hoy en día. Expone uno sus ideas y opiniones sobre lo que pasa y lo que pasa da un salto mortal con tirabuzón y convierte en prehistórica la opinión soltada hace instantes. En un mundo en el que se busca la victoria en el próximo tuit y el largo plazo es el viernes de cada semana la reflexión de los opinadores es destrozada por la velocidad a la que se suceden los hechos, y la política, arte de trileros, se convierte en una especie de película de Benny Hill, tan acelerada como carente de gracia y tendente a provocar bochorno. Son los tiempos que nos han tocado, feos a más no poder, pero son los que son.
Hoy se reúne el consejo nacional de Ciudadanos en lo que se prevé será un encuentro tenso, en el que por nada del mundo me gustaría estar presente. La formación naranja, metida en problemas desde hace tiempo, ha pasado una de sus peores semanas desde que se fundó y se enfrenta a una crisis existencial en toda regla. La moción de censura en Murcia, planteada a principios de semana, se ha convertido en la voladura del partido en Murcia, en la convocatoria confirmada de unas elecciones en la Comunidad de Madrid que pueden destrozar su actual representación y en un goteo de abandonos de cargos, alentados por la dirigencia del Partido Popular, que huele a cadáver anaranjado y empieza a sacar partido de la carroña que puede encontrar. Si hace semanas, sólo semanas, se podía discutir la forma en la que, en unas futuras elecciones, se podrían asociar Ciudadanos y PP para juntar fuerzas, y eso en determinados territorios, ahora lo que se ve es directamente la posible destrucción de los naranjas y su incorporación parcial al PP, parcial porque algunos puede que se pasen al PSOE y otros, no pocos, se suman en la melancolía del fracaso. Visto con la perspectiva del mucho tiempo pasado, menos de una semana, la jugada murciana ha sido un desastre para los de Arrimadas, un mal negocio para el PSOE, y un potencial pero no carente de riegos avance para el PP. Es Arrimadas la que se encuentra en medio del huracán. Heredó una formación vapuleada tras las últimas elecciones generales, que perdió escaños de una manera asombrosa, y poco margen ha tenido para reconstruir algo en medio de la vorágine nacional. Su intento de navegar entre dos aguas, como una bisagra, era la única estrategia que le quedaba como viable para intentar sobrevivir y ganar tiempo, pero el desastre de la pandemia y el sectarismo de la vida política nacional se lo han puesto casi imposible. El resultado de las pasadas elecciones catalanas, crónica de un desastre anunciado, mostraba a la formación herida en el albero, con demasiadas banderillas clavadas como para poder reincorporarse. ¿Fue esta situación de agonía la que alentó a los dirigentes a aceptar la propuesta del PSOE de lanzarse a por el poder en Murcia? ¿Fue esa tentación de coger algo de aire en forma de cargos y notoriedad lo que decidió al partido a aceptar la propuesta socialista? No lo se. En todo caso lo hicieron, eso generó un terremoto la semana pasada de enormes proporciones y derivadas y hoy, lunes, el panorama es el que es, con la formación sumida en el caos y con Arrimadas como centro de ataques por parte de propios y ajenos. El partido en Murcia ha quedado convertido en la mitad y, prácticamente, sin posibilidades en la moción que se votará esta semana, en Madrid hay encuestas que le dan por desaparecido en la asamblea, y el votante del resto del país se plantea qué hacer cuando le llamen a urnas con la opción naranja, cuya utilidad se muestra muy devaluada. El grupo parlamentario del Congreso es probable que sufra las mismas divisiones y disputas que el partido y las opciones de Sánchez de apoyarse en ellos para liberarse en parte del yugo del taimado Iglesias se han debilitado notablemente. Alguien está exprimiendo las naranjas hasta dejarlas hechas zumo, pulpa y cáscara.
¿Sobrevivirá Arrimadas al día de hoy? Apenas ha dicho nada desde que se confirmó la marcha atrás de la mitad de sus parlamentarios en Murcia y todo lo que ha podido oír son críticas voraces hacia sus decisiones y liderazgo. Es una política valiente, notable, pero que no está claro que pueda salir a flote de una crisis de estas dimensiones. Heredó una formación herida por los errores de su fundador, que la llevó a la gloria y la estrelló en los arrecifes, y desde entonces Inés ha sido blanco de todas las críticas imaginables. Hoy será, quizás, uno de los peores días en su carrera política. Los malvados dirían que uno de los últimos. Veremos a ver qué pasa.
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