Uno de los más logrados ejemplos de trumpismo que tenemos entre nosotros responde a ese sujeto denominado Carles Puigdemont, un fugado de la justicia que alienta a los suyos a rebelarse contra las instituciones porque no detenta el poder que cree que debe poseer. Ayer, en una de sus declaraciones, que tan bien le definen, definió la calidad de la democracia europea en función de lo bien que le vaya a él en su descarriada aventura. Si las instituciones comunitarias el avalan la democracia funciona, si no lo hacen están corrompidas y degeneran. Luis XIV dijo aquello de “el estado soy yo” desde la cumbre de su poder. Puigdemont se cree un rey absolutista cuando no es más que un patético sectario, cada vez más sólo.
El levantamiento de la inmunidad del parlamento europeo de ayer es una buena noticia porque siempre lo es que una institución sepa detectar cuáles son los personajes que, desde su interior, trabajan para derrumbarla. “Puchi” se presentó a las elecciones europeas del 2019 con el único objetivo de alcanzar la inmunidad asociada al cargo, de manera que fuese una barrera más para tratar de evitar el cerco judicial que desde los tribunales nacionales se le iba aproximando. Hasta ahora, y con la evidente ayuda de los tribunales belgas (no quiero usar el término complicidad, pero si así lo entienden me parece correcto) la estrategia le ha ido bien al sedicioso jefe, pero parece que algunos de los vientos populistas que han barrido la política occidental en los últimos tiempos empiezan a aflojar, esperemos que así sea, comenzando porque desde el otro lado del Atlántico ya no sopla la ventolera Trump, en la que se apoyaban todos estos personajes. La decisión del parlamento es un revés para el sedicioso, pero no es el final de la historia, ni garantiza que pueda ser extraditado y procesado por los múltiples delitos que ha cometido. Ya ha demostrado el personaje tener suerte y cabezas pensantes a su lado que rumian y rebuscan argumentos para tratar de salvarle en cada caso, pero sobre todo esa votación de ayer sirve para que, políticamente, la causa Puigdemoníaca y, con ella, el independentismo catalán, haya sufrido un fracaso en Europa que le va a hacer mucho daño. Una votación transversal en la que la socialdemocracia, los liberales y la derecha europea se han unido para empezar a deshacerse de este sujeto y que ha mostrado la unidad de las fuerzas pragmáticas que buscan consensos y el crecimiento del continente, frente a los que usan las cámaras parlamentarias como altavoz de sus delirios y lugar de confrontación. Es una derrota política, sólo eso, pero nada más y nada menos que eso, y para un político, o a un sujeto que se presenta como tal, el resultado de ayer le escuece. Por eso salió el personaje a dar el discurso que antes mencionaba, al que sólo le faltaba de fondo una horda de sujetos con cuernos y vestimentas estrafalarias dispuestas a tomar al asalto la sede legislativa de Bruselas para salvaguardar la democracia auténtica, encarnada en el líder libertario de pelo abundante y obsesiva mirada sectaria. Es curioso los pocos políticos calvos que son populistas, parece que en todos ellos el pelamen es signo característico. ¿Quiénes votaron a favor de “Puchi”? Lo mejor de cada casa, con formaciones como Podemos y la extrema derecha francesa de Marine Le Pen a la cabeza. Es curioso que Vox, los grandes amigos de la populista lideresa gala, unieran sus votos al bando de la cordura. No es ese el bando en el que residen, el de la razón, precisamente. La votación de ayer retrató a los que se inclinaron hacia uno y otro lado, y deja en el lugar preciso a formaciones como Podemos, de los que la distancia con el sedicioso va poco más allá de un estilo distinto de peinado en las crestas de las cabezas de los líderes. Curioso, los que vinieron con el discurso (falso) de la casta y del fin del privilegio de los aforamientos votan para mantener el fuero a un convicto escapado de la justicia. Por sus mentiras y vergonzosos hechos les conoceréis.
Como antes decía, lo de ayer es una pequeña victoria de la ley, pero no garantiza un éxito en el procedimiento judicial abierto contra el sedicioso jefe. En todo caso, muestra hasta qué punto, camino de los cuatro años del acto golpista de “Puchi” y los suyos, su fracaso es absoluto. La región que gobernaron está hoy sumida en el desconcierto institucional y el descrédito, la economía local padece los males del populismo y afronta una decadencia que, lenta, parece difícil de revertir y el apoyo internacional a la causa independentista no deja de circunscribirse a grupos ideológicos extremistas, totalitarios, populistas y desacreditados. El fracaso de “Puchi” y los suyos es total, cunado más tarden en asumirlos, peor para todos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario