Ayer me enteré que, en GitHub, un repositorio de información compartida disponible en internet, se ha colgado la secuencia genética de la vacuna de ARN mensajero que utiliza la farmacéutica Pfizer. Es un código que puede verse aquí que contiene las instrucciones para que las células humanas puedan fabricar la espícula que permite al coronavirus acceder al interior de las mismas, para que pueda ser reconocido por los anticuerpos y atacado, de tal manera que si luego el virus completo se encuentra con la célula sea identificado como agresor y, ya conociendo la llave que usa para acceder a la cerradura celular, esta se cierre. Es una idea tan ingeniosa como brillante, y llevarla a cabo es posible gracias a los avances en genómica y tecnología.
Si uno observa el código puede comprobar que se compone de secuencias de las cuatro maravillosas letras en las que se escribe la cadena de ADN, las A, T , C y G que todo lo codifican. Y esto nos vuelve a recordar un dato fundamental de la vida conocida, que a veces obviamos, pero que es trascendental. Todo lo que conocemos como vida, desde usted hasta la planta que riega por las mañanas, desde el mosquito que en estas tardes de calima zumba junto a sus oídos hasta el liquen que se agarra a las piedras, desde la más desconocida criatura abisal hasta el jilguero común, incluso los incomprensibles diputados autonómicos y secretarios generales de los partidos, todos, somos biológicamente iguales. Todos somos máquinas biológicas construidas a través de las instrucciones de ADN que se encuentran en su interior, que son leídas por cadenas de ARN mensajero y que se traducen en proteínas, que es lo que nos conforma. Secuencias de miles, millones de combinaciones de A, T, C y G son capaces de crear toda la diversidad biológica que contemplamos a nuestro alrededor, toda, que en el fondo no es sino incontables variantes de combinatoria de esos elementos. Y toda la vida que ha existido en la tierra en el pasado, desde que hace cientos de millones de años ese concepto tan difícil de definir se puso en marcha, son así mismo variantes del mismo juego. Resulta asombroso saber que hasta que Watso n y Crick descubrieron la estructura del ADn nadie tenía ni idea de cómo se transmitían los caracteres en la descendencia, aunque era evidente esa transmisión, y que Darwin, al descubrir su teoría de la evolución, carecía de todo conocimiento sobre la manera en la que realmente las especies pasan las características entre las generaciones, o cual es el origen de las mutaciones (errores de copiado o roturas en la cadena de ADN) que hacen que, de repente, un espécimen posea una característica distinta, que le puede ser beneficiosa o no. Uno de los grandes problemas conceptuales que tenemos a la hora de encontrar vida fuera de nuestro planeta es que, como les comento, sólo tenemos un modelo de vida conocido, el basado en el ADN, por lo que si nos encontramos con estructuras que realizan actos compatibles con lo que llamamos vivir (en general, y dicho en bruto, posesión de una barrera frente al exterior, lucha contra la segunda ley de la termodinámica y capacidad de reproducción) , sería asombroso saber que pudieran, si es el caso, no recurrir a esa tecnología para replicarse y crearse. E igualmente asombroso sería que descubriéramos que comparten con nosotros el mismo sistema genético que nos define. Tanto encontrar especies que posean ADN fuera de la Tierra como que no lo tengan serían bombazos que alterarían nuestra percepción de la existencia, de primeras por constatar que no estamos solos, pero tras ello se abrirían enormes preguntas ante esos descubrimientos. No tengo nada claro que en un futuro cercano, o a medio plazo, podamos encontrar nada que nos saque de dudas, o que nos las cree, pero la posibilidad de que eso ocurra no es nula.
La lucha contra el coronavirus nos deja enormes desgracias, pero las vacunas de ARN como las desarrolladas por Pfizer o Moderna puede que sea de las pocas grandes buenas noticias que nos lleguen con el virus. Son el resultado de la más alta tecnología médica, científica y de otros muchos campos de la ciencia, y abren la puerta al uso de la genómica como herramienta terapéutica avanzada. Es peligroso lanzar las campanas en estos asuntos, pero pueden ser la puerta de acceso a una revolución en medicamentos y tratamientos ante enfermedades como el cáncer, donde el tratamiento paliativo ha mejorado mucho pero el curativo no. La biotecnología puede ser una de las revoluciones que cambie el mundo en las próximas décadas. Y sí, todo a través de sólo cuatro letras, A, T, C, G, en las que se escribe la vida.
Subo a Elorrio en Semana Santa y estaré allí hasta el martes 6 inclusive. Cuídense, extremen las precauciones, y que a la vuelta haya muchos más vacunados que hoy.
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