Hoy empezamos la semana con una buena noticia, que no abundan, así que es para celebrarlo. Al parecer las labores desarrolladas esta madrugada para tratar de desencallar el portacontenedores gigante atrapado en el canal de Suez han tenido éxito. Se buscaba combinar tres factores: el trabajo de enormes remolcadores, el continuo dragado de la esquina del canal en la que estaba bloqueada la proa del barco y el auxilio de la marea alta, viva en este caso, que elevaría aún más el nivel del agua otorgando flotabilidad extra. Trabajo, suerte pericia, todo parece haberse combinado para lograr la maniobra con éxito y el barco ha sido desencallado sin que se tenga constancia de que sufra daños en su estructura. Una excelente noticia.
Cientos, miles de millones de euros eran los que se perdían cada día que ese gigantesco portacontenedores permanecía atascado en una de las vías de navegación más importantes del mundo, y casi cuatrocientos eran ya los barcos que, en los dos extremos del canal, esperaban para poder pasar por una ruta bloqueada por tiempo indefinido. La perspectiva de que el bloqueo se mantuviera por un tiempo indefinido empezaba a alarmar a todo tipo de sectores económicos y más allá, porque aunque no lo sepa, parte de la vida que desarrollamos en el día a día es posible porque este tipo de superestructuras flotantes permiten que el comercio global funcione. Piense en un barco de este tipo, inimaginable por su dimensión, en los cerca de 20.000 contenedores que puede llegar a transportar. Eso significa 20.000 camiones articulados de los que vemos cada día en nuestras carreteras, y dentro de los contenedores puede haber, literalmente, de todo. No hay industria, sector o negocio que no se vea afectado por un bloqueo como este. Además, se estaba creando un efecto muy peligroso en determinados puertos por los que puede pasar la ruta del Ever Given, y varios de ellos están en España. Sí, la salida del canal del Suez lleva al Mediterráneo, que se cruza hasta llegar a España y, vía Gibraltar, rodear la península para acceder al Canal de la Mancha y de ahí a Rotterdam, el gran puerto de Europa. Y en ese trazado se encuentran Valencia y Algeciras, los grandes puertos españoles, que son la puerta de entrada de mercancías que nosotros compramos en esa ruta, son nuestras paradas de autobús en esa línea global que surge en Asia y llega hasta occidente. La idea de que estos portacontenedores pudieran desviarse por el Cabo de Buena Esperanza rodeando África y eludiendo así los puertos mediterráneos era una pesadilla en la mesa de los gestores de los puertos españoles. Una decisión temporal de ese estilo sería un desastre económico para nuestras instalaciones, pero que algunas navieras llegaran a imponerlo como alternativa sería un absoluto desastre. Y en este caso no sólo España, sino en general todos los países del Mediterráneo se verían afectados, empezando por Grecia y el puerto de El Pireo, en el que desde hace no muchos años el capital chino está muy presente, y también juega un papel potencial en esta ruta. Como pasa en las carreteras, las áreas de servicio y los polígonos industriales surgen a lo largo de los caminos que son transitados, y una carretera que deja de ser de paso para convertirse en recuerdo se llena de locales abandonados y edificios ruinosos que recuerdan épocas mejores, de movimiento, negocio y actividad. El tráfico marítimo funciona de igual manera, a una escala global y sus “áreas de servicio” son instalaciones portuarias que requieren inversiones enormes y mueven mercancías y dinero de manera difícil de imaginar. Y crean empleos y negocios, muchos, y otorgan riqueza a las zonas en las que se encuentran. Un tapón en el tráfico como el que hemos vivido es un trombo a la economía global y un potencial desastre para esas instalaciones y localidades que viven en el movimiento diario.
Una vez que el Ever Given abandone la posición en la que lleva una semana y remonte la primera parte del canal hasta los lagos amargos, comenzará el proceso, largo y tedioso, de desatascar el tapón formado por los buques que esperan su turno de entrada en ambas bocas de la ruta. Así mismo, debiera empezar también una seria investigación sobre lo que ha pasado, si la tormenta de arena ha sido la única causa de lo sucedido o también, como se ha comentado, ha habido negligencias por parte de los responsables del canal al no haber acompañado como es debido a la nave en la singladura. Habrá que estudiar a fondo lo sucedido y tratar de que no vuelva a pasar. El coste ocasionado ya ha sido demasiado. Hemos rozado el desastre económico global, y eso es imperdonable.
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