La noticia empresarial en Europa de ayer fue la OPA lanzada por el fondo de inversión norteamericano KKR sobre Telecom Italia, la operadora de bandera de aquel país. Recordemos que una OPA es un proceso de compra que una empresa lanza sobre otra, cotizada, en la que la adquiriente hace una oferta al accionista para quedarse con sus títulos a cambio de un valor. Si la mayoría de los accionistas aceptan venden sus títulos y el comprador, con ellos, adquiere el control de la empresa que deseaba. Es un proceso regulado por las autoridades de los mercados y posee plazos y reglas marcadas. El movimiento, audaz, disparó la cotización de la empresa italiana. KKR ofrecía a primera hora de la mañana una ganancia del 45,7% al accionista.
Este movimiento calentó todos los valores relacionados con las telecomunicaciones en el continente, y uno de los beneficiados fue Telefónica, el buque insignia del tema en nuestro país. Sus acciones subieron ayer un 6,39% hasta los 4,22 euros, lo que, para los que somos accionistas de la empresa desde hace tiempo, supuso reducir en un pequeño porcentaje las muy abultadas pérdidas que soportamos desde que el valor ha ido decreciendo desde precios que superaban holgadamente la decena. Tras el cierre de ayer la empresa vale en la bolsa madrileña unos 23.700 millones de euros, cifra que es más que respetable, pero que está muy lejos de lo que suponen empresas como Iberdrola, Inditex o Santander, por mencionar algunas. Hace no demasiados años Telefónica era el peso pesado del índice y encabezaba el ranking de valor, o estaba siempre en el pódium de los ganadores. Hace bastante tiempo que ya no es así. El desplome de la acción en estos años ha alentado el rumor, que como el Guadiana es esporádico, de que la empresa llegue a ser apetecible para fondos y competidores asiáticos, y alguno de ellos de el paso para realizar un proceso de OPA o una oferta de compra de otro tipo, en lo que sería uno de los movimientos empresariales más grandes que se han dado en nuestro país, con unas repercusiones financieras, mediáticas y políticas enormes. El movimiento de KKR de ayer volvió a poner sobre la mesa el apetecible precio al que las telecos europeas cotizan desde hace tiempo para fondos y empresas asiáticas, sobre todo, de tal manera que se han convertido en objeto de rumores de posibles adquisiciones de unos años hacia aquí, rumores que nunca han llegado a nada, pero que tenían su solidez dados los precios de derribo de algunas de estas empresas. También ha habido rumorología sobre operaciones de concentración en el sector, en las que Telefónica de España y Deutsche Telekom siempre han aparecido como las dos novias apetecibles en muchas de las jugadas, algunas incluso las invitaban a ser ellas mismas las que se emparejasen, en un movimiento corporativo que hubiera creado una gran empresa europea en la materia capaz de competir de tú a tú con gigantes internacionales. Sea por cuestiones políticas, necesidades de capital, diferencias culturales o una mezcla de todo eso y mucho más, nunca se han dado en el sector movimientos como sí se han visto en otros como las aerolíneas o la banca, donde las fusiones y compras, aunque no generalizadas, sí se han dado en el continente europeo. Las telecos, sin embargo, siguen siendo vistas como empresas estratégicas por parte de los gobiernos, que en casi todos los casos mantienen, de manera directa o encubierta, a delegados propios sentados en sus consejos de administración, y observan como esas entidades pueden llegar a ser algo más que una mera empresa. Las ramificaciones de Telefónica en los medios de comunicación en España, su papel como productora de contenidos, o simplemente como “puerta giratoria” para cargos públicos venidos a menos de todos los partidos habidos y por haber dice mucho sobre lo que la empresa es para el gobierno presente, el pasado y los que vengan.
Sin embargo, todos estos cálculos y estrategias de poder locales pueden verse desbaratados por un movimiento financiero audaz, como el de ayer, y poner la titularidad de la empresa en entredicho en el caso de que una oferta sea capaz de movilizar las decenas de miles de millones necesarios para ello, cifras mastodónticas, sí, pero pensemos que realmente escasas para fondos y multinacionales globales de sobra conocidos, o no tanto. En caso de darse una operación de este tipo el papel del gobierno sería determinante a la hora de tolerarla y que fuera a buen puerto, y es posible que se pusieran peajes públicos y otros más reservados. En todo caso sería un notición que alteraría muchas cosas. Por lo tanto, probable, lo es poco, pero hoy mucho más que el viernes.
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