Un clásico de las películas de acción es el del impacto previsto de un asteroide contra la Tierra y la heroica misión de un grupo de valientes, norteamericanos casi todos, que acuden prestos a destruir el objeto con unas naves inmensas y montones de bombas nucleares, eso que no falte. La realidad suele ser un poco más prosaica, y no porque no haya posibilidades de que un objeto de gran dimensión nos amenace, ni mucho menos, sino por las pocas capacidades reales que tenemos de que, en ese caso, seamos capaces de efectuar algún tipo de misión realmente efectiva que nos salve como especie. Esas películas suelen ser muy intensas y entretenidas, pero muy alejadas de la realidad. Y sí, el riesgo de un impacto no es fantasía, ni mucho menos.
Hace poco más de media hora un cohete de SpaceX ha lanzado desde Florida la misión DART, que aunque parece poca cosa, y no aloja en su cofia a Bruce Willis, es el primer experimento realmente serio de comprobar hasta qué punto somos capaces de modificar trayectorias orbitales de objetos lejanos mediante impactos. El objetivo de esta misión es acercarse a un sistema en el que, en torno a un cuerpo de varios cientos de metros de diámetro llamado Didymos orbita una roca de poco más de un centenar denominada Dimorphos. Es un par de asteroides que están en nuestro sistema solar, y se espera que la sonda DARt llegue a ellos más o menos dentro de un año. Simplificadamente, DART es un pedrusco que lanzamos contra el pequeño de esos objetos, Dimorphos, y el objetivo del impacto es alterar su órbita. Se estima que la sonda alcanzará el objetivo a una velocidad cercana a los 25.000 kilómetros por hora y el contenido principal de la misma, un objeto de impacto, chocará contra el satélite, alterando su rumbo. Antes de ese momento la sonda se dividirá de tal manera que el instrumental de medición que lleva no impacte y sea capaz de registrar el momento del choque y las consecuencias. El peso del objeto de impacto no es grande, nulo frente al tamaño de la roca contra la que se va a pegar, pero la alta velocidad a la que viaja garantiza que genere algún efecto. Estiman los técnicos de la NASA que, si todo se desarrolla como se prevé, la órbita de Dimorphos aumentará ligeramente respecto a la que tiene ahora, quizás no más allá de un par de metros, pero que sí se generará un efecto. Esto puede parecer apenas nada, pero supondría que, por primera vez, hemos logrado alterar la trayectoria de otro cuerpo que vaga por el espacio. Suena a modestia el efecto logado, pero ya se sabe que es un error mitificar las primeras veces. Las dimensiones de los objetos buscados, pequeños, garantizan que una misión barata y compacta como esta puede servir de perfecto demostrador de lo que tendría que ser un proyecto de defensa planetaria de gran escala, cuyo objetivo final sería el de proteger a la Tierra de los objetos de gran tamaño que puedan golpearnos. Día a día el polvo estelar llega a nuestro mundo y no son pocas las toneladas que captamos, transformadas en románticas estrellas fugaces que se observan en el cielo. Existe un catálogo de objetos grandes, destructores de un tamaño superior a los cinco kilómetros de diámetro, que en caso de golpearnos serían capaces de mandar nuestra civilización, y probablemente especie, al cajón de la basura, pero hay objetos de dimensiones menores, algunos fichados, muchos no, que pueden generar efectos muy serios. Un pedrusco del tamaño de Dimorphos, de un centenar de metros, no sería destruido por el rozamiento atmosférico y, de impactar, podría vaporizar una gran ciudad y su entorno metropolitano. Sí, sí, tres cuartas partes del planeta son agua, y hay mucho terreno vacío, pero no es menos cierto que se trata de un peligro absoluto, y ante él debemos prepararnos. Y esta misión es el primer ejercicio realmente serio de ver cómo podríamos afrontar algo así.
Yendo a lo práctico, ¿Cómo podríamos defendernos de un objeto como Dimorphos si se nos echase encima? Si DART arroja resultados positivos, y logra que la trayectoria se altere, aun muy poco, en caso de detectar al objeto que nos amenace con bastante tiempo, podríamos hace algo parecido y generar un minúsculo desvío de su trayectoria que, con el tiempo necesario hasta alcanzarnos, fuera suficiente como para que pasase de largo. Con que no nos de basta, no es necesario destruirlo. Pero, véase el párrafo, necesitamos detección precisa y tiempo de anticipación, y eso requiere recursos y mucha atención. Ahora mismo este tema no es el prioritario y corremos el riesgo, ínfimo, sí, pero real, de que un Dimorphos se nos escape del rádar. Ante un destructor de kilómetros nuestras opciones, ahora mismo, son casi nulas.
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