Sí, también me ha llegado ese meme al móvil que viene a decir que el sábado por la noche, cuando tú estás aburrido en casa con cara de sueño, Boris Johnson se lo está pasando en grande en otra fiesta multitudinaria. Y es cierto, y casi da igual el día en el que mandes y recibas el meme y al que se reciba, porque la capacidad de juerga de Johnson y los suyos deja convertidos a los fiesteros hispánicos en unos monjes cistercienses de maitines. No pensaré en ello este próximo sábado, intentando irme a la cama después de las 24:00, por eso que dice OOM, amigo mío, que sino resulta ser un sábado desperdiciado. Johnson no tiene esos problemas.
Son multitud los memes que circulan sobre Boris, lo que no hace sino acentuar lo ridícula que es su posición y que, como le pasaba al ministro Garzón, el carente de amor propio, debiera irse a casa por el mero hecho de la vergüenza que supone su comportamiento a ojos propios y los de la sociedad en la que se encuentra. Johnson, como el resto de gobernantes, decretó confinamientos y restricciones de derechos y libertades en aras de salvar vidas en los momentos más duros de la pandemia, lo cual era difícil de aceptar, pero inevitable y comprensible tal y como lo reflejaban las cifras de fallecidos, pero es su caso el del policía que delinque, el del célibe ordenado con votos que practica sexo, el del periodista que reclama libertad de prensa pero trabaja sin cesar para cercenarla al servicio del gobierno de sus amores…. En definitiva, el del hipócrita que decreta obligaciones para todos pero es el primero en saltárselas, y a Johnson le han pillado. Habrá habido otros, seguro, que también hayan incurrido en comportamientos semejantes, no tengo dudas, pero en el caso de Boris hay todas las pruebas y evidencias que uno quiera, y reiteradas en el tiempo. Surge la duda de si esta información ha sido filtrada por anteriores miembros del gabinete recelosos de su antiguo jefe, y ahí todas las miradas se dirigen a Domining Cummins, el anterior jefe de gabinete del primer ministro, el poder en la sombra que trabajó con él durante toda la campaña del maldito Brexit y llegó al poder cuando Boris lo conquistó. Un “spin doctor” tan brillante como oscuro, admirado sin duda por Iván Redondo, la versión cutrosa y carente de casi todo que aquí ocupó ese puesto junto a Sánchez. Cummings ya fue pillado saltándose el confinamiento británico en las navidades de 2020 y eso acabó costándole su puesto, cortocircuitado por Johnson, que como todo buen gobernante tiene un gran aprecio a sus colaboradores de mientras le sean útiles para mantenerse él en el poder. ¿Ha contribuido Cummings a saciar sus deseos de venganza dando información detallada sobre esas fiestas una vez que se confirmó su existencia? No es descartable, ni mucho menos, y le introduce una vertiente de vengativo morbo que no deja de ser muy atractiva, ideal parta los guionistas que relaten esto en futuros docudramas televisivos, pero es un tema secundario respecto a la historia principal, la del gobernante que se ríe de sus gobernados y es pillado en falso. Como les decía antes que creo que otros habrán hecho lo mismo, es casi seguro que en el pasado este tipo de comportamientos “hacia adentro” se daban mucho más, pero la principal diferencia entre el pasado y la actualidad no es que ahora seamos más morales o exigentes, sino que ahora todos llevamos dispositivos que graban y guardan pruebas de todo lo que sucede a nuestro alrededor, y lo que antes podía ser una sospecha o intuición ahora son imágenes, vídeos y testimonios irrefutables. Ante ellos la tentación del gobernante de negarlos se mantiene impertérrita, lo que le lleva a momentos tan ridículos como imposibles de entender vistos desde fuera de la esfera del corrosivo poder. En España hemos visto situaciones de este tipo que son absurdas, piense usted en la gestión del Rajoy y el PP de los SMS de Bárcenas, o en las últimas declaraciones de miembros del actual desgobierno diciendo que “realmente no ha habido polémica con las declaraciones de Alberto Garzón.” Es ridículo, sí, pero se reitera.
Johnson se ha visto obligado a pedir perdón, en público, en una intervención ante la prensa que recordaba ligeramente a la que hizo Don Juan Carlos pidiendo perdón, en otro caso en el que el reinante, que no gobernante, fue pillado en un ridículo intenso, con el atenuante en ese caso de que el emérito no violaba normas impuestas por el mismo a otros. Johnosn hará todo lo posible para sobrevivir en el cargo, aunque su partido es probable que trate de cesarlo en el cargo para evitar daños al colectivo, pero pase lo que pase ha demostrado que la residencia oficial que ocupa le queda inmensa a un personaje bufonesco que no es digno del puesto y que, a cada paso, ahonda el bochorno.
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