Lo primero de todo es señalar que la información que llega de Kazajistán es sesgada, escasa y confusa. El corte de internet, la represión, la lejanía física con aquella nación, y la emocional, mucho más, hacen que no contemos con fuentes fiables sobre el terreno, pero con lo que se sabe se pueden sacar algunas conclusiones, y ver que la historia del país, corta, y del largo régimen de poder establecido por su fundador, Nazarbayev, han cambiado de manera radical, dado que las revueltas sociales contra la carestía de la energía han servido de excusa para un autogolpe por parte del actual presidente, Tokayev, instaurando así su propia mano de hierro, no tutelada por su histórico predecesor.
El cese del responsable de los servicios de seguridad, acusado de no haber previsto una crisis como esta, es uno de los síntomas de lo alto que ha llegado la revuelta palaciega en la antigua Astaná, ahora Nursultán, veremos a ver qué nombre tiene en el futuro. Otro síntoma es la desaparición de Nazarbayev, del que no se sabe nada de manera precisa. Algunas fuentes apuntaban a que había huido a un exilio en las monarquías del golfo, junto con algunos familiares y hombres de confianza, pero a ciencia cierta nada se sabe ni de su paradero ni de su estado. Tras décadas de control del poder, designó a Tokayev como su relevo y pasó a ocupar uno de esos puestos simbólicos que los dictadores se crean a sí mismos para no abandonar del todo el poder. Desde ese lugar mantenía una influencia clara en las decisiones del régimen, pero manteniéndose en una discreta sombra. Ahora su papel parece haber sido reducido ya a la nada y, esté donde esté, parece que no va a pintar nada en el futuro del país. Tokayev sale fortalecido de puertas para dentro, porque parece que ha hecho la purga necesaria para poner al frente de los servicios del estado a personas fieles que le van a servir sin dudarlo. La represión impuesta ha demostrado que no le va a temblar el pulso para cargarse a quien haga falta con tal de mantenerse en el poder. El relevo se ha consumado y ahora es otro el gran dictador de esa nación, siendo el gran dictador antiguo una sombra del pasado. Sin embargo, Tokayev ha pagado un alto coste por mantener al frente de la nación, y es la pérdida de soberanía de la misma. La decisión de solicitar la ayuda de la OCTS, asociación de algunas antiguas exrepúblicas soviéticas, en la que Rusia es quien manda y decide, ha hecho que miles de soldados movilizados por el Kremlin patrullen ahora mismo por las calles de diferentes ciudades kazajas, impongan la seguridad a tiros y sean realmente la fuerza disuasoria sobre el terreno que ha apagado las revueltas, que van camino de ser totalmente extinguidas mediante la cruel táctica de abatir a sus participantes. De las tropas rusas se sabe cuándo entran en un país, pero el salir es otro cantar, y es probable que aquí se repita lo mismo. Con una amplia frontera compartida entre ambas naciones, con una población de ascendencia rusa que es la segunda etnia del país tras la propiamente kazaja, la nación de la estepa ha caído completamente en la órbita de Putin gracias a una revuelta social que nunca se imaginó pudiera causar este movimiento. La habitual política kazaja de colaboración con sus socios estratégicos, Rusia y China, pero de manifiesta apertura comercial y diplomática hacia occidente, jugando a múltiples bandas, se ha terminado, y ahora el gobierno de Astaná se deberá completamente a los designios que se marquen desde Moscú, por lo que Putin no ha ganado sólo un aliado, sino más bien un vasallo. En medio de la indiferencia internacional por lo que sucede en un lugar recóndito de Asia central, Rusia ha movido sus piezas y se ha hecho con el control de una nación muy rica en recursos minerales y energéticos, lo que le da más bazas de cara a su papel como chantajista global de gas y petróleo. Pese a su debilidad intrínseca, la facilidad con la que Rusia recurre al armamento para solucionar los problemas le otorga, por ahora, una nueva victoria.
¿Y los kazajos? Eso no le importa a casi nadie en este juego. En un país rico en materias primas, la población lleva tiempo empobreciéndose a la vez que, con obscena ostentación, los gerifaltes del régimen muestran la porción que se llevan de la riqueza del país. El alza de la energía ha sido la gota que ha colmado la paciencia de unas gentes a las que no les sobra nada, y que ahora son tratadas por su propio gobierno como bandidos y “extranjeros” por alentar las revueltas. Es Kazajistán un país enorme y en el que viven varias etnias. Lograr la estabilidad del mismo no será fácil, ni a tiros, aunque esta sea la única vía que va a explorar el gobierno y su aliado ruso. Por lo que parece, para sus ciudadanos, hoy están bastante peor que la semana pasada y, muchos de ellos, quizás nunca sepamos exactamente cuántos, ya no están.
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