Creo que el concepto moderno que tenemos de Navidad en occidente es completamente deudor de lo que dejó escrito Dickens en sus novelas. Los paisajes, personajes y ambientes que asociamos a estas fechas no hacen sino volver y volver a sus cuentos que, con o sin fantasmas, nos lo dejan ya todo perfectamente ambientado. Si acaso la nieve, que es la aportación norteamericana a la escena costumbrista británica. Una blanca Navidad en Europa es algo poco frecuente, ni les cuento ver caer copos en Belén, pero sí algo bastante probable en la costa este de EEUU, donde se sitúan la mayor parte de películas navideñas que ponen escenas a los relatos dickenianos. Anglosajonia nos tiene conquistado el espíritu.
Curiosamente estas navidades han sido todo lo contrario a esas escenas de cuento y película, y sin haberme ido de vacaciones en estas fechas a lugares lejanos, he podido experimentar en el pueblo lo que es vivir una Navidad semitropical o, al menos, alejada por completo del concepto de frío y oscuridad. El persistente anticiclón que se ha situado sobre la península ibérica, junto con su socio en centro Europea, han otorgado a los que residimos en la parte occidental del continente de unos días festivos y de cambio de año dominados por las temperaturas suaves y los cielos despejados. La excepción han sido las zonas donde la niebla se ha hecho fuerte, pero la verdad es que ese fenómeno no ha sido ni tan extenso ni intenso como en otras ocasiones. El sol ha reinado en los cielos casi sin obstáculos, y en el norte, con un régimen casi constante de viento sur, en ocasiones atemporalado, casi siempre mantenido, las temperaturas se han disparado todos los días bastante por encima de los veinte grados, lo que ha permitido batir records de máximas para diciembre y enero en numerosas capitales de la cornisa cantábrica, con registros en el entorno de los 25 grados. Marcas similares se han batido en otras capitales mucho más frías, como Segovia y Ávila, indicativo de lo excepcional de este episodio. En Elorrio, si exceptuamos la tarde noche del domingo 26, en la que el cielo se cubrió por el paso de un frente y llovió, el resto de los días han sido de una monotonía y templanza digna de estudio, con serenos amaneceres y atardeceres, en ocasiones de gran belleza al quedar algunas nubes altas moldeadas por el viento para ofrecer el contraste con el Sol crepuscular, pero en muchas otras ocasiones con los cielos completamente despejados, en una sucesión de días “buenos” que no sólo es que no se haya dado en el pasado verano, que fue horrendo, sino que es muy extraño poder disfrutar en esas latitudes. Tantos y tan seguidos los días con luz intensa, sin nubes, sin lluvia, sin nada que cubra el Sol. Y han resultado ser aún más sonados tras los veintiún días seguidos de lluvia de noviembre diciembre, que provocaron las inundaciones que marcaron el tramo final del año. Se nota que, pese a los días despejados, la tierra aún está húmeda y hay zonas en las que el agua sigue aflorando, síntoma del exceso de lluvia que asoló la zona en esas semanas de diluvio continuado, pero la sobredosis de Sol recibida en estas semanas de festivo ha resultado ser un regalo navideño tras un 2021 que, en lo meteorológico, ha sido anómalo en el norte, con la precipitación concentrada en pocos meses y unos meses de verano que fueron la frustración de propios y ajenos. Al menos, para despedirse, el año nos ha sonreído y se ha puesto sus mejores galas, las que apenas ha enseñado y que, arriba, son tan caras de ver como una familia sin contagios de ómicron.
Pasar la Navidad en las terrazas puede que sea algo habitual en levante o Canarias, pero no deja de ser exótico en una zona del país donde tomar algo sin cubierta es, en sí mismo, un ejercicio de riesgo. Esta vez no, tardes cortísimas pero que se transformaban en noches serenas, en las que a las 19 o 20 horas uno podía seguir sentado con sus amigos en torno a una mesa con la chaqueta puesta, pero sin ninguna sensación de frio. Llegar a casa y casi despedir el año, o recién recibido, y tener la imagen de que el puente de la bahía de Sidney casi se podía contemplar desde casa, dadas las temperaturas de sensación. Sí, esa frase me ha quedado en plan bilbainada. Será el efecto de varios días seguidos en el norte y la insolación. Tranquilos, hoy ya vuelven las nubes, el invierno, y el inicio real del año.
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