El archipiélago de Tonga está en el Pacífico sur, muy lejos de todo, dentro de la inmensa masa de agua que cubre una gran parte de nuestro planeta. Dista unos 1.800 kilómetros de Nueva Zelanda y más de 3.000 de las costas australianas. Viven algo más de cien mil personas en las islas que lo conforman, y no conozco a nadie que sea famoso de esa procedencia, o que me conste. Hay bastante gente nacida allí, o con familiares en ese lugar, en los países de Oceanía antes mencionados y la distancia física hace que cualquier viaje desde costas continentales a ese lugar sea una expedición que lleve su tiempo. Por lo que veo en GoogelEarth hay un aeropuerto internacional, denominado Fua’amouto en la isla principal.
Todo esto viene a cuento de que no estoy seguro de en qué estado estará el aeropuerto, y el resto de las infraestructuras y habitantes de las islas tras la devastadora explosión volcánica que tuvo lugar la pasada noche del viernes al sábado, hora española, que ha volatilizado gran parte de una de las islas pequeñas de la zona, pero que por sus dimensiones ha podido ser destructiva para el conjunto del archipiélago en una dimensión que se antoja difícil de prever. El volcán Hunga Tonga reventó desde el interior de su formación, parte de ella submarina, y produjo una explosión de dimensiones nucleares con un hongo de cientos de kilómetros de diámetro y una columna de gases y cenizas que, se estima, alcanzaron los 20 kilómetros de altura en la atmósfera, atravesando por mucho el límite de la troposfera, allí donde se dan los fenómenos meteorológicos. El sonido de esa explosión se pudo oír a miles de kilómetros, desde luego en los países oceánicos, pero hay noticas de que en zonas como Alaska se pudo apreciar un rumor sordo coincidente con el resto sonoro de esa explosión. Ese fenómeno generó un tsunami que se ha sentido en toda la cuenca del Pacífico, la mayor del mundo, con oleaje no muy intenso, pero sí percibido por todos los países ribereños, que vieron como sus playas y puertos eran desalojados por un aviso que anunciaba el fenómeno. Parece que hay dos fallecidos en Perú víctimas del oleaje, sin que sepa hasta el momento las causas concretas de lo que les ha sucedido, pero el aviso temprano y la magnitud menor de la marejada han permitido que los daños causados sean, en general, muy leves. Es poco frecuente que un volcán genere por sí mismo un tsunami, ya que son los terremotos submarinos los que, con el movimiento que provocan en los fondos, los principales causantes de estos fenómenos, pero ante la dimensión y violencia del suceso no es raro que las aguas se agiten con esta intensidad. La explosión generó una onda de presión que se transmitió por todo el planeta, no sólo el Pacífico, dado que la atmósfera no tiene límites, y en este caso todo es, literalmente, todo. Estaciones meteorológicas de todo el mundo fueron registrando el fenómeno a medida que llegaba hasta sus posiciones, y en España lo hizo a eso de las 21 horas del sábado, por lo que todos fuimos partícipes de los efectos de la erupción, de una manera que sin duda, resulta curiosa y sobrecogedora. De no existir estos sistemas de medición los efectos del fenómeno no habrían sido detectados aquí, o al menos estos, porque resulta que esa variación en la presión detectada por los instrumentos provocó un efecto muy curioso en el Mediterráneo, en forma de pequeñas risagas, que es como se conoce a las bruscas alzas y bajadas de la marea que se producen a veces en zonas concretas de esas costas. En Ciutadella, Menorca, lugar en el que este fenómeno genera algunas de sus manifestaciones visibles más espectaculares, se vivió un alza y baja de la marea no prevista de medio metro, que puede parecer poco, pero es una barbaridad, porque se produce por un cambio de presión atmosférica provocado por una erupción situada a miles y miles de kilómetros, casi en las antípodas. Resulta estremecedor contemplar algo así y, gracias a nuestra tecnología actual, saber la causa que lo provoca.
Esto es un perfecto ejemplo de lo que se llama el efecto mariposa, referido a la influencia exponencial que pueden adquirir los comportamientos livianos en un sistema complejo, retroalimentándose y generando consecuencias enormes en lugares y momentos inesperados. Una erupción en el pacífico el sábado provocó una agitada manera en Menorca casi un día después, lo que no deja de reflejar cómo, aunque no lo percibamos en el día a día, nos afecta todo lo que pasa en el planeta en el que vivimos. Ahora, además de estudiar el fenómeno, hay que saber las consecuencias del mismo en las poblaciones cercanas. Me temo que no serán agradables.
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