Si usted tiene acciones, fondos de inversión o cualquier otro tipo de producto financiero verá como, día a día, el valor de sus inversiones cae sin que nada parezca ponerle freno. El desplome de las cotizaciones empezó a ser significativo cuando el inicio de la guerra de Ucrania y los primeros datos de inflación desmadrada nos pusieron ante un panorama muy inesperado por casi todos. Fue el anuncio, y las decisiones de los bancos centrales de subida de tipos lo que catalizó el sentimiento vendedor y desde entonces los índices, en Europa y EEUU, caen con ganas. Ayer el Ibex marcó un nuevo mínimo anual, el último, por ahora, de este ejercicio.
Lo cierto es que el marasmo económico en el que estamos no deja de ir a más, y esta semana hemos visto, con sorpresa, como la economía británica es la primera que sufre los embates de lo que parece ser una nueva crisis financiera. Hace ya algunos días que la subida de la cotización del dólar y la debilidad de las monedas europeas habían logrado que nuestro euro perdiera la paridad, y ahora se cambia por unos 0,96 dólares (prohibitivo se ha vuelto viajar a EEUU) y al libra, antaño tan fuerte, empezaba a tener la paridad con el dólar también muy cerca. La presentación de las medidas presupuestarias del nuevo gabinete de Liss Trust ha sido la puntilla para la moneda y deuda británica. Ese proyecto, que recoge una bajada de impuestos y un aumento de la deuda, sería factible en una economía como la norteamericana, en la que la moneda es demandada por ellos y el resto del mundo, pero no en una economía nacional pequeña, que eso es la británica, que posee una divisa que no es menor pero, desde luego, hace tiempo que no actúa como refugio. Fue anunciarse su plan y la libra cayó aún más y el tipo de la deuda británica a diez años se disparó por encima del 4%, superando ampliamente al nuestro, que está en el 3,4%. Al no estar en la zona euro, no existe el concepto de prima de riesgo británico respecto al bono alemán, pero si quieren hacer el ejercicio y restar, nosotros nos encontramos en el entorno de los 120 puntos básicos y Reino Unido está en casi los 200. Asombroso, la economía británica comportándose como una perfecta economía periférica de la zona euro, quién lo iba a decir. Si nosotros no hemos tenido aún esas tensiones se deben a la intención declarada del BCE de sostener la deuda periférica dentro de su política de tensión de tipos, pero el Reino Unido va por libre, y está en medio de la tormenta sin mucho amparo. Su banco central ha salido esta semana a los mercados a comprar títulos de deuda para tratar de contener el tipo de interés, es decir, bajar esa prima de riesgo. Quizás no le haya quedado otra opción, pero ese movimiento revela la debilidad de la economía de las islas, y supone una acción devastadora a futuro. Con la inflación desatada también allí, y con una moneda débil, lo que supone importar más inflación, el Banco Central británico ya había comenzado, como todos, a subir tipos, para tratar de embridar los precios, pero esas compras de deuda para sujetar su valor son un estímulo adicional al gasto, lo que es justo lo contrario de lo que se necesita. Realmente es como si se estuviera pisando a la vez el acelerador y el freno del coche, lo que no lleva a ningún sitio bueno. La reacción de los mercados ante los planes del gobierno Trust ha sido de manual, lo típico que sucedería en un país del sur europeo, pongamos Grecia o España, si su gobierno hace un plan expansivo de deuda y todo el mundo sabe que no tendrá recursos para pagarla. Reitero que lo novedoso es que sea el Reino Unido el país que primero, y con esa fuerza, replica la dinámica de una economía menor y dependiente. Quizás porque realmente lo sea. A los pocos días de empezar su mandato a la primera ministra Trust se le ha muerto una reina eterna y casi se le cae la libra por el sumidero. No está mal como balance, no.
Más allá del Reino Unido, y sin que sepamos qué va a pasar con la guerra en Ucrania, el movimiento global de los mercados cotiza recesión. Materias primas y productos energéticos caen anticipando una demanda menor y todo nos lleva a pensar que, si no es para Navidad, el año 2023 será negativo en casi todas las grandes economías del mundo (ojo con China, sumida en problemas propios derivados de una burbuja inmobiliaria reventada). Es una recesión rara, con toques muy setenteros, con alta inflación y, de momento, bajo desempleo, pero con probable colapso de demanda de familias y empresas ante el incierto panorama. Ahorren y sean precavidos ante lo que pueda llegar.