Desde hace meses se habla del uso por parte de Rusia del gas como un arma más dentro de su estrategia militar y política. La posibilidad de que se produjera un corte de los suministros a Europa estaba sobre la mesa de muchos debates, y la mayoría creíamos que eso iba a tener lugar tarde o temprano. No pocos, quizás por ingenuidad, algunos por cálculos económicos y otros por el mero seguidismo a las tácticas rusas, negaban esa opción. Es impensable que Rusia corte la fuente principal de sus ingresos, ni se atreverá ni le conviene. Si lo hace destruye su mercado y se arriesga a un futuro sombrío. No lo hará. Pues bien, ya lo ha hecho.
La excusa para suspender el flujo del Nord Stream 1, el principal gaseoducto que abastece directamente a Alemania desde los campos de extracción de Siberia, ha sido un problema técnico en una turbina, una fuga de aceite, y como prueba, una imagen de un equipamiento lleno de cables en los que hay una mancha. Podría ser el dispositivo que suministra corriente a la vitrocerámica de su casa sobre el que se ha derramado un café, pero dice Gazprom que es lo que es y que supone un problema técnico insalvable, con la misma cara dura con la que el matón de barrio rompe los escaparates a un comerciante y le dice que, con las lunas rotas, no puede vender en su calle. El corte se ha producido cuando Alemania ha anunciado que tiene sus reservas llenas en el entorno del 80%, que es el requisito que había pedido la UE a los estados miembros para poder hacer frente a las incertidumbres de suministro. Lo cierto es que, al menos, las incertidumbres se han terminado, el suministro también. Quedan algunos conductos que abastecen a Europa, atravesando países continentales, uno de ellos por la torturada Ucrania, pero el flujo que aportan es mínimo comparado con el que procedía de la fuente principal. El que ese gran gaseoducto estuviera funcionando el último par de meses a un rendimiento muy bajo, poco más de su quinta parte de capacidad, ha permitido a los alemanes hacerse una ligera idea de lo que se les viene encima, pero ese menor suministro se ha dado en la época de menor consumo, en la que la práctica totalidad del gas es utilizado por las empresas que, para su producción, carecen de alternativa. Algunas de ellas, trabajando de manera liviana al estar en el vacacional verano, no han notado escasez de flujo, si precios disparatados, y han comenzado a cerrar al convertirse en ruinoso su negocio. Eso mismo ya pasa en España. A partir de ahora, con la llegada plena del otoño, la producción a su nivel normal y las temperaturas bajando, el consumo de gas crecerá, tanto para usos industriales como de cualquier otro tipo, y las reservas, que han ido subiendo muy despacio, empezarán a bajar a mayor velocidad. Es obligación, supongo, por parte de los políticos y dirigentes, de lanzar mensajes de calma, de asegurar que con las reservas que se dispone podremos hacer frente al otoño invierno, y que no pasa nada, pero la verdad es que la sensación de estar en un barco que se hunde en medio de mensajes tranquilizadores de la tripulación es tan elevada que resulta imposible no usar metáforas de ese tipo. Todos sabemos que la economía y vida europea no es plenamente viable sin el acceso a la barata energía rusa, y más en naciones como Alemania, que han hecho de ese suministro un monocultivo. La imagen de personas haciendo cola para comprar carbón o leña retrotrae a tiempos pasados, casi de blanco y negro, pero sobre todo pone sobre la mesa a los miles, millones de personas, que carecen de la opción de darse calor al carecer de chimeneas o no vivir en lujosos adosados o urbanizaciones de casas. Los millones de pisos que viven, vivimos, de calefacciones centralizadas o de suministros individuales de gas estamos abocados a restricciones cuando las famosas reservas empiecen a flaquear, pero la situación es mucho más grave para empresas e industrias que no tienen otra alternativa que el gas, y que ven al ERTE de hace un par de años nuevamente en el horizonte. Hornos cerámicos, generación de fertilizantes, cracking, químicas, etc.. el número de industrias que sólo usan gas y no pueden hacer otra cosa es enorme, su impacto igualmente gigantesco. Si con los precios actuales apenas pueden, a medida que se tense el suministro tendrán que ir apagando sus instalaciones. Y entonces el frío no sólo será ambiental.
Este es el gran chantaje que nos plantea Putin a los europeos. Si seguimos apoyando a Ucrania, política, militar y financieramente, nos hará sufrir, pasar frío y ruina. Si nos rendimos y abandonamos a Zelesnky aflojará la soga, el gas fluirá, los precios bajarán y la energía dejará de ser inflacionaria. Tan sencillo como eso. Está en nuestra decisión moral el que el mafioso del Kremlin nos haga sufrir más o menos. Es tan sencillo y crudo como esto. A medida que su chantaje se haga efectivo las sociedades europeas se empezarán a levantar contra sus gobiernos, reclamando el fin de la guerra. Y Vladimir lo contemplará todo desde su caliente despacho, con su gran mesa. Ese es su plan. Vencerle exigirá un enorme sacrificio colectivo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario