Transcurridos más de doscientos días de combates en Ucrania, la contraofensiva desarrollada por las tropas de Kiev, que logró derrumbar el frente ruso en Jersón, ha cambiado el escenario, que ha pasado de una situación estática y atrincherada a una de movimientos y nuevas estrategias. Las dos decisiones repentinas tomadas por Rusia, los referéndums exprés para anexionarse los territorios ya ocupados y la decisión de decretar la movilización parcial buscan responder a este descalabro en el frente y reflejan el nerviosismo de un Putin que ve como su guerra no va bien. Es más, está perdiendo.
Se me hace imposible saber cómo van a evolucionar los acontecimientos a partir de ahora. La movilización decretada, se estima en unos trescientos mil los efectivos que se pueden reclutar, no la veo capaz de cambiar el balance de los frentes, porque lo que hemos visto hasta ahora es un vergonzoso fracaso de la intendencia y logística rusa, que no ha sido capaz de abastecer como es debido a sus líneas, dejándolas débiles y expuestas. Aumentar la tropa en el frente supone que crezca también el consumo de combustible, comida, munición y todo tipo de enseres, y me da que eso no se va a dar, por lo que el número de muertos aumentará. La capacidad disuasiva del ejército convencional ruso ha quedado muy mermada, no tanto en sus efectivos, sino sobre todo en su imagen. Es una cutrez de estructura, corrupta y antigua, capaz de masacrar civiles, destruir edificios residenciales y cometer toda clase de abominaciones, pero no es una fuerza de combate decisiva. Eso ya es un enorme fracaso ruso. El que la fuerza convencional no rinda como lo desea el sátrapa del Kremlin aumenta las probabilidades de que se usen fuerzas no convencionales, y eso dispara el miedo en todas las partes. En su discurso de movilización Putin hizo referencia expresa a las capacidades nucleares rusas, y dejó claro que no iba de farol. Como buen mafioso, debe mantener el miedo como una de sus principales fortalezas, e impedir que se note el propio que pueda sentir. El armamento nuclear ha estado, de fondo, en toda esta guerra, porque es lo que la hace distinta a las demás, y es un factor que no se puede obviar. De hecho ES el factor. Es la causa por la que la implicación de la OTAN es expresamente secundaria, el motivo por el que no se ha decretado el cierre del espacio aéreo en la zona, por el que soldados que no sean ucranianos no están sobre el terreno… todo el mundo tiene miedo al armamento nuclear, y saber que Rusia puede ser capaz de usarlo es una baza en manos del Kremlin que le permite jugar con ventaja. Todos lo sabemos. La credibilidad, o el miedo, que esa baza produce está ligada a la sensación de que Putin sea capaz de ordenar que sea empleada, y a cada día que pasa la probabilidad de que un arma nuclear táctica se emplee, una bomba aislada que haga desaparecer una ciudad media, crece. Ya en febrero muchos sospechábamos que Putin estaba jugando de farol, con cartas marcadas, haciendo como que invadía y movía tropas con tono intimidatorio, pero muchos, yo incluido, pensábamos que era un juego de presión, un órdago sin cartas valiosas. El inicio de la invasión demostró que nada de eso era un simulacro, sino un proceso claramente planificado. A Putin no le templó el pulso para comenzar una guerra que no va, ni mucho menos, como esperaba, pero la lanzó. Eso hace que sus amenazas nucleares suenen más creíbles, y mucho más cuanto peor le vaya a Rusia en el campo de batalla. Todos damos por supuesto que Putin no puede permitirse perder esta guerra porque, de lo contrario, su cabeza rodaría, y eso, en términos de la mafia rusa, es algo más que literal. Cuanto más acorralado y desesperado esté más tentado a utilizar lo que sea para salir del paso y ganar la guerra, y sí, ese “lo que sea” es lo que todos estamos pensando, y temiendo. Basta con que un solo hongo nuclear se vea en las televisiones de todo el planeta para que el pánico se desate y el mundo cambie por completo.
La orden de leva de Putin ha aumentado las críticas dentro de Rusia y las movilizaciones en su contra. Es meritorio, heroico, el papel de esos que salen a manifestarse ante un régimen despiadado y que no perdona, pero no veo capacidad de tirar abajo el putinato con revueltas populares. Sólo un golpe interno de la mafia que controla el poder sería capaz de cambiar de líder y, con ello, revertir la guerra, culpando al anterior del actual estado de fracaso, pero eso sólo se producirá si Putin pierde los resortes del poder que, también, le protegen, y la guerra empeora aún más para Rusia. Lo cierto es que puede pasar de todo, y lo único que parece seguro es que, a corto plazo, las cosas empeorarán.
No hay comentarios:
Publicar un comentario