Hoy, 6 de septiembre de 2022, se cumplen el quinientos aniversario de la llega de Elcano y un puñado de harapientos acompañantes a Sanlúcar de Barrameda, a bordo de la Victoria. Hacía tres años que una expedición, encabezada por Fernando de Magallanes, había partido de ese mismo lugar, en unos barcos que hoy en día da miedo ver, más imaginar, con el loco propósito de circunnavegar el mundo, demostrar que la Tierra es redonda y volver a ese mismo puerto por el lado contrario del que se partía. Visto en perspectiva, la audacia de aquella misión era tal como lo incierto de su cometido, teniendo en cuenta que, pese a que ya los griegos lo habían probado, casi nadie creía que la Tierra fuera esférica.
El viaje de Magallanes, fallecido en el entorno de las Filipinas, concluido por Elcano, es una odisea a la altura de las mayores gestas que se han dado en la historia humana. Reúne todos los ingredientes para llenar páginas y páginas de épica, emoción, aventura, miedo y sueños, y es, en definitiva, una de las grandes proezas humanas. El hecho de que la mortalidad de la expedición se acercase al 90% indica hasta qué punto era duro aquello, y también lo cerca que pudo estar de no haber concluido, porque el retorno desde Filipinas comandado por Elcano fue una sucesión de desgracias y pérdidas de tripulación que, por momentos, hacía ver el fracaso como el único puerto disponible. Ese viaje es una reescritura perfecta de la odisea homérica, con el agravante que el héroe clásico volvía a casa desandando el camino que presuntamente recorrió cuando partió de ella, rumbo a Troya. En el caso de la expedición de Magallanes, todo era un descubrimiento constante, porque no estaba claro ni si habría un paso que permitiera cruzar el continente americano por su extremo sur ni otro montón de cosas. El estrecho que ahora honra la memoria del navegante luso fue descubierto en ese intento de bordear las costas americanas, y resultó que había paso, pero pudiera ser que no, los mapas que los marinos llevaban en sus tartanas no recogían más allá de las costas orientales americanas, y algunas de las poblaciones que se encontraban a orillas del Pacífico, descubiertas por los aventureros y conquistadores españoles, que se habían adentrado tierra adentro y llegado al otro extremo del continente, pero el sur era lo que se denominaba “terra incognita” misterio, una zona en la que las líneas del mapa se desdibujaban y se convertían, literalmente, en nada. A cada milla que avanzaba la expedición descubría costas, territorios, moradores y paisajes, que nunca antes habían sido observados por europeo alguno. Es imposible hacerse a la idea de lo que eso puede suponer cuando ahora, en nuestros móviles, damos un par de pulsaciones a la pantalla y se nos despliega una vista satelital de todo el planeta con un grado de detalle y precisión que asumimos como normal, pero no lo es. Involucradas tanto la corona portuguesa como la española en la financiación de la aventura, el logro de lo conseguido es de ambas, y Elcano es el primero que puede colocar en su escudo nobiliario el “circumdederunt me” indicando que es el que ha conseguido darle la vuelta al mundo. La corona española fue rácana con los reconocimientos al marino de Getaria, creando la tradición hispana de ingratitud a los hijos que descubren, crean y conquistan, pero no ven reconocida su labor por las autoridades y los que en su tierra habitan. De tratase de otra nación europea Elcano tendría monumentos de talla ciclópea en ciudades y costas, avenidas enormes y su figura sería recordada con el boato que caracteriza a dichas naciones a la hora de recordar a sus hombres ilustres (y sí, también a sus indignos) Aquí no. Es probable que el mayor número de referencias que se den a la figura de Elcano sea en asadores y restaurantes de todo tipo, pero exceptuado el bautizo del buque escuela de la armada con su nombre, pocos son los homenajes y monumentos que recuerdan esta gesta. Hoy mismo, día del aniversario, el Gobierno Vasco ha decretado festivo, cosa que es de señalar como correcta, pero no creo que haya grandes actos en Madrid ni en otras ciudades, salvo probablemente en la citada Sanlúcar. Parece que nuestros políticos y dirigentes están más interesados en un teatral cara a cara que se va a producir por la tarde en el Senado que en rememorar la historia. Ya, de arreglar problemas de verdad, ni les cuento.
Ha habido algunas polémicas en estos últimos años entre el gobierno luso y español sobre cómo abordar el recuerdo de esta gesta, dado que ellos le dan más peso a la figura de Magallanes y nosotros a la de Elcano. Creo que es un error por parte de ambos países enzarzarse en discusiones absurdas ante un hecho que les trasciende completamente. Tripulaciones portuguesas y españolas, con financiación mixta, emprendieron uno de los viajes más alucinantes de la historia de la humanidad, demostraron lo que Eratóstones fue capaz de elucubrar muchos siglos antes con un par de palos de madera y cambiaron nuestra visión del mundo. El mérito es de todos ellos, de los que partieron, llegasen o no. Son héroes absolutos.
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