Nord Stream es el nombre comercial de la red de gaseoductos que unen directamente el territorio ruso con el alemán, por el mar báltico. Hasta su construcción, el gas ruso que llegaba a Alemania lo hacía por tuberías terrestres que transitaban, y abastecían, a otras naciones, como Ucrania y Polonia. Berlín y Moscú firmaron un acuerdo para que se construyese un acceso único y exclusivo, que se denominó con esos términos anglosajones, y era, desde hace tiempo, el principal canal de entrada del gas ruso en Alemania. Hace poco se concluyeron las obras de un segundo tubo, bastante paralelo, el Nord Stream 2. No ha llegado a entrar en funcionamiento.
Hace un par de días se detectó una súbita bajada en la presión del gas del Nord Stream que funciona, al ralentí dado que Rusia ha ido recortando el suministro como medida de chantaje en el contexto de la guerra de Ucrania, pero al poco se supo que esa bajada de presión no era tal, sino una ruptura, un par de explosiones submarinas que habían volado las tuberías de los dos gaseoductos. Como fruto de las mismas, una emisión de gas empezó a aflorar en las aguas del Báltico a medida que el gas contenido en los tubos escapaba, y la salada agua del mar penetraba por ellos. El instituto de sismología sueco estudió las mediciones captadas en las horas de la fuga y determino que habían detonados dos explosivos con varios cientos de kilos de TNT, lo que supone que no sólo estamos ante un acto de sabotaje premeditado, sino ante toda una operación encubierta, llevada en secreto, y que ha resultado ser un éxito para su promotor. El lugar de la explosión, cerca de la frontera entre las aguas territoriales suecas y danesas, lo hace aún más interesante, porque no es un punto de acceso exclusivo de un país, sino una zona de tráfico comercial en las aguas superficiales y, en general, un lugar con ambientillo, por así decirlo. ¿Quién ha sido el autor de esta audaz acción? Descartada Alemania, que debe estar llorando en su fuero interno la pérdida de uno de sus mayores condones umbilicales energéticos, la mayoría de las opiniones señalan a Rusia, como autor poseedor de la tecnología necesaria y beneficiario del corte supremo de la conducción, dado que eleva el chantaje a Alemania, y con ello a Europa, en el campo del gas hasta el máximo posible, y también se ve beneficiado del incremento de precios que se ha producido tras el atentado. Algunas voces, minoritarias, apuntan a EEUU como el autor. Al romper la infraestructura impediría que, sea cual sea el resultado final de la guerra, Rusia vuelva a vender gas a Alemania por una vía ya inutilizada, lo que le arrebataría para siempre un gran mercado, y de paso impediría veleidades negociadoras de Berlín en el futuro. También EEUU resulta beneficiado por el incremento del precio del gas, pero si miramos a los que ganan dinero con esta operación, salvo Schroeder, aparecen un montón de posibles beneficiarios. Los Cataríes también se forran con la subida del gas en el mercado, y los argelinos, y tantos y tantos productores que llevan meses viendo como la rentabilidad de esa materia prima es prodigiosa. En todo caso, el atentado parece ser una obra maestra del espionaje y la contrainsurgencia, y quien lo haya llevado a cabo lo ha planificado y estudiado muy bien para que no sea descubierto y el fruto sea el más efectivo y espectacular posible. Una historia merecedora de película en la que queda no sólo por asignar un reparto sino, sobre todo, elaborar un guion que sirva para saber quiénes, cuándo, cómo, y financiados por quién, llevaron a cabo esta operación. Puede que nunca quede claro quién está detrás del atentado, pero eso no es óbice para que se haga alguna película. No será de las alemanas de sábado por la tarde, no.
Una de las cosas que más lamento a medida que avanza la guerra y se enrevesa es que John La Carré ya no está entre nosotros. Su muerte nos arrebató a un gran escritor y un profundo conocedor del mundo del espionaje y sus miserias, y de los juegos de poder que están detrás y hacen mover a los espías como piezas en los tableros del ajedrez global. No imagino lo que hubiera sido capaz de narrar con la materia prima que está dejando la guerra, y en concreto, con un episodio tan secreto y espectacular como el del Nord Stream. Además, cuando la verdad no se llega a conocer, sólo los novelistas están capacitados para narrar la historia, sea más o menos cierta. Ay, Le Carré, que en tu tumba te revuelves, ansioso por volver y escribir….
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