Hoy hay reunión del BCE en Frankfurt y decisión sobre los tipos de interés en la eurozona. Cuando las cosas van bien la política monetaria es un arte fino que exige tocar poco y que apenas se nota. Cuando van mal obliga a tomar medidas duras que hacen mucho ruido e influyen de manera directa, y también indirecta no controlable, en la economía y sus agentes, entre los que nos encontramos usted, querido lector, y yo. Que hoy el BCE vaya a subir tipos significa que el coste de los créditos nuevos y las renovaciones de los existentes se encarecerán, que se cerrará el grifo del propio crédito a particulares y empresas y que, con ello, se frenará la economía.
La gran obsesión de un banco central es la inflación, y ahora mismo la de la eurozona está en unos niveles insoportables. En su estrategia para mantener la credibilidad de sus políticas, una de las principales causas por las que pueden ser efectivas, ya adelantó el BCE que habría subidas en sus siguientes reuniones tras el verano, por lo que el signo del movimiento no es sorpresa. Sí puede serlo la intensidad. Se ha apostado mucho por un aumento del 0,5% pero, desde hace algunas semanas, ha ganado fuerza que la subida sea aún más intensa, del 0,75%, lo que sería el mayor incremento en la serie histórica de decisiones de la entidad desde su fundación. Esta apuesta por una subida tan dura parte de aquellos que ven como la inflación no cesa y contemplan, además, como el euro sigue en una constante senda de depreciación respecto al dólar, con el que ha perdido la paridad. A la inflación derivada de los costes energéticos fruto del chantaje ruso y su consecuencia en los mercados se suma el hecho de que, como se pagan en dólares, el coste de las materias primas energéticas que la UE importa, sí o sí, se encarece de precio por el mero factor del cambio de moneda. Más de un 5% se ha depreciado el euro en estos últimos meses, lo que supone otro factor que calienta aún más los precios en la UE y que complica las cosas. La subida intensa se ve como un intento por parte de la autoridad monetaria de frenar esa bajada en la cotización de nuestra moneda y aplacar así una de las vías por las que los precios inundan nuestro barco. Es evidente, por otro lado, que cuanto mayores sean las subidas de los tipos más intenso será el frenazo que la política monetaria estará imponiendo a la economía europea, y mayores las tensiones entre los títulos de deuda de los países centrales y periféricos, por lo que se corre el riesgo de vestir a un santo para destapar a otro, por así decirlo. Son demasiados los frentes ante los que debe combatir el BCE y pocas sus herramientas, y muy burdas en algunos casos. Jerome Powell, el presidente de la FED norteamericana, el BCE de allí para entendernos, dejó claro en su última comparecencia que las medidas de subidas de tipos que se están dando provocarán daño en la economía, en las empresas, en los hogares. Que lo sabe y siente, pero que hará todo lo que esté en su mano para someter a la inflación, sea cual sea el daño que pueda causar, porque este será menor que el provocado por la subida de precios. El BCE está ante la misma situación. Sólo puede actuar frenando la economía para poder domesticar la inflación, pero aquí la situación es peor que en EEUU, porque allí el chantaje energético putinesco, de efectos globales, se nota mucho menos que en una Europa dependiente por completo de las importaciones energéticas, rusas y no. Si el gas disparado provoca cierres de empresas y una nueva ola de ERTEs, en este caso no por Covid sino por chantaje, ¿cómo los van a afrontar los estados? El abandono de las inyecciones monetarias del BCE creadas por el motivo pandémico ¿acabarán siendo suplidas por nuevos paquetes que financien deuda pública que cubra esos cierres fruto del chantaje? No sólo de tipos de interés vive la política monetaria, pero lo cierto es que la institución y los gobiernos europeos se enfrentan a una crisis de oferta ante la que los disparatados niveles de deuda, exorbitados por los años de la pandemia, han dejado al presupuesto con poco margen de actuación. Y no, los tipos de interés no lo pueden todo.
Putin, que sabe todo esto, y que aunque no quiera verlo contempla como la guerra en Ucrania no va como quisiera, conoce las debilidades de las acomodadas sociedades europeas, y puede hacernos sufrir mucho, no sólo de frío, provocándonos la recesión a la que nos encaminamos con elevada probabilidad. El reto al que se enfrentan las autoridades e instituciones europeas en los próximos meses es enorme, y requiere un elevado grado de consenso social para hacerle frente. De momento, hoy tenemos freno o frenazo en forma de subida de tipos. Si al final suben el 0,75% el día de hoy ya quedaría marcado en la historia monetaria europea. No lo descarten.
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