1 de septiembre y se acaba la fiesta. Miro por la ventana de la oficina y veo lo mismo que en julio y agosto, un Sol que nace dominando sin obstáculo alguno, preludio de otro día por encima de los treinta grados, pero si se fija uno en el calendario quedaron atrás ya los meses sin “r” del año y empezamos la segunda tanda de los que la tienen, tercer cuatrimestre y el camino que precede a las noches largas de invierno. Llega el tiempo más temido por muchos desde que, en febrero, empezó la maldita guerra rusa contra Ucrania, y lo que vaya a suceder en este tiempo que se nos abre dependerá, sobre todo, de lo que el dictador Putin desee que pase. El resto reaccionaremos mejor o peor ante sus chantajes y desafíos.
Por de pronto hoy entra en vigor la medida del descuento en los transportes públicos, que se convierte en gratuidad en los abonos de cercanías de RENFE. Recuerden que nada, nunca, es gratis. Si usted no va a pagar por el uso de ese servicio es debido a que el gobierno deriva ingresos obtenidos de los impuestos o de la deuda para cubrir lo que antes usted abonaba, dejando de pagar otra cosa, o emitiendo más deuda para hacer frente al sobrecoste. En todo caso, ya hoy se veían colas en las máquinas de billetes de la red de metro de Madrid, que no se convierte en gratuita, como el resto de servicios de transporte autonómicos y locales, pero sí experimenta una sustancial reducción de precios. Como vivo en Madrid capital y soy usuario de la llamada zona A del servicio, que incluye lo que es la ciudad en su conjunto, el abono de treinta días que cargo en mi tarjeta es válido para todos los trasportes públicos; metro, autobuses y cercanías, por lo que no voy a sacar el abono gratuito para la red de trenes. A la vuelta de mis dos semanas de vacaciones agosteñas tuve que recargar el abono, por el que pagué la cuantía normal, unos 55 euros, así que no me beneficiaré del descuento aplicado hasta bien pasada la mitad de este mes, cuando tenga que volver a recargarlo. En principio, creo, el descuento llegará hasta el 50%, siendo una parte asumida por el gobierno regional y otra por el nacional, pero ya saben que aquí siempre hay discusiones y mensajes de todo tipo, por lo que veremos a ver finalmente qué descuento se aplica. Y sobre todo, para entonces ya podremos ver cómo funcionan los servicios rebajados en el día a día una vez que se produzca la incorporación de la gente que los usa. A lo largo de esta semana el volumen de usuarios de metro ha ido subiendo notablemente, y la siguiente, con la reapertura de los colegios, supondrá la vuelta plena a la realidad. Si los servicios de cercanías ya aducían problemas derivados de una oferta escasa y saturada ante la demanda urbana, su “gratuidad” puede llevarlos a un punto de colapso si RENFE, el operador, no se pone las pilas y aumenta frecuencias, saca a trabajar a todas las unidades posibles y tiene mucho cuidado de realizar con presteza todas las labores de mantenimiento requeridas para evitar averías que, en muchas ocasiones, se deben a la pura dejadez. Si en un día normal de antes un servicio de trenes urbano podía crear un elevado caos en el caso de que se diera una incidencia ni les cuento lo que puede pasar cuando, me imagino, los trenes estén mucho más llenos gracias a esta medida. Espero que alguien haya pensado todo esto, amoldado las frecuencias a la previsión de incremento de demanda y trabajado como es debido para que, aquí y en el resto de los centros urbanos de España que tienen cercanías, la medida no muera de éxito. Otra prueba de fuego para ello será si algún día vuelve a llover, eso que tanta falta hace. La lluvia convierte a las ciudades en un lío, caotizando el tráfico y disparando los atascos, y alentando al uso del transporte público, porque coger una bici o pasear es mucho más incómodo bajo la lluvia que en una mañana semiveraniega. Quizás, puede, ojalá, la semana que viene llueva en Madrid.
El objetivo principal de esta medida es reducir el volumen de tráfico en las ciudades, haciendo que el ciudadano pueda optar por una alternativa que le permita ahorrarse la compra de combustible caro y al gobierno reducir la factura de compra de petróleo, que se importa en su totalidad. Lo “malo” de esta medida es que sólo beneficia a los que vivimos en ciudades que tienen transporte público y que nos sirve tanto para llegar a casa como al trabajo. Sí, no somos pocos, pero no somos todos. Muchos deben seguir usando el coche por obligación, porque por horarios, servicios o mil otras causas el coche es la única manera que tienen de poder llegar a donde deben, sea trabajo, colegios, casa o lo que fuera. Vamos a ver qué tal funciona este experimento.
No hay comentarios:
Publicar un comentario