Si uno quiere comprobar hasta dónde ha llegado la política moderna en el uso de la imagen y el absurdo frente a los contenidos, no tiene más que ver el mini vídeo que Georgia Meloni colgó ayer en su Instagram, que no les enlazo aquí porque la red del trabajo capa el acceso a todas las redes sociales. En él, la candidata mira a la cámara, que ejecuta un picado, y lleva dos melones en sus manos a la altura de sus propios pechos, dejando poco a la imaginación del espectador sobre a qué se está refiriendo con ellos. Apenas hace referencia a la fecha del día y señala que lo ha dado todo. Y si, desde luego no podía poner más énfasis en sus atributos en menos tiempo. Al menos lleva la ropa puesta.
Parece que el recuento electoral en Italia no va a deparar muchas sorpresas. Cualquiera que hubiera visto las encuestas estos días daba por seguro que el partido de Meloni, Hermanos de Italia, derecha extrema, sería el más votado, y que la coalición registrada entre ellos, la Liga de Salvini y la Forza Italia de un Berlusconi convertido en siniestro muñeco hinchable sería la ganadora por mayoría suficiente de estos comicios. Si uno leía y veía ciertos medios en España podía tener dudas, porque daban más relevancia a los partidos de izquierda, especialmente al Democrático, que a toda esta amalgama de derechas, pero nuevamente la realidad demuestra ser más poderosa que los sesgos. Los resultados porcentuales de voto, traducidos en escaños, otorga a la coalición que encabeza Meloni la mayoría absoluta en la Cámara y el Senado, recibiendo un respaldo en escaños bastante superior al que representan los votos cosechados dadas las características del sistema electoral italiano, donde un tercio de los congresistas se escogen por sistema mayoritario y dos tercios por proporcional, otorgando así un premio extra al ganador para tratar de alcanzar mayorías estables de gobierno. Tras una serie de gobiernos que fueron encabezados por Giuseppe Conte, escogido por el movimiento Cinco Estrellas, el Podemos local, como hombre de consenso para liderar ejecutivos de amplia coalición, y el interregno de Don Mario Draghi, responsable de un gobierno técnico de unidad nacional surgido para afrontar el desastre de la pandemia y la gestión de la recuperación, Italia vuelve a tener varios años después a un primer ministro elegido por votación, esta vez una mujer, la primera en la historia, que se presenta con un programa rupturista, euroescéptico, populista, ruidoso y con evidentes apoyos de fuerzas que poseen grandes vínculos con Putin y desean que Italia abandone el bando común europeo en lo que hace a sanciones y colaboración con Ucrania. La tercera economía del euro pasa de tener como jefe a un europeísta convencido y de un prestigio absoluto a una incógnita en forma de mujer joven, experta en el uso de las redes y la comunicación política en estos tiempos de cutrez pero de la que apenas se sabe qué tipo de gobierno podrá crear y desarrollar. Ha vencido a varios ex primeros ministros, como Conte, Renzi o Letta, y su legitimidad es total. Es de esperar que, llegada al poder, ofrezca un discurso más moderado e integrador, a sabiendas de que sus decisiones ya afectarán a todos los italianos, le hayan votado o no, y de hecho en la campaña, por convicción o interés, se ha visto que ha moderado algo sus palabras y formas. No hemos visto a la Meloni desquiciada que vino a dar un mitin en la campaña suicida de Vox en las elecciones andaluzas, donde asustó a propios y extraños, sino a una dirigente que, a medida que avanzaba la campaña, iba adoptando un discurso más presidencialista. La salida de tono del vídeo de Instagram demuestra que el río populista sigue corriendo por sus venas, por lo que deberemos estar atentos a lo que pueda hacer y a lo que se les ocurra a sus dos pirados socios de coalición, que están más locos que ella, y piensan aún más en melones, de los no cultivables.
Italia tiene una deuda desbocada y, si exceptuamos el breve paso de Don Mario Draghi por el poder, ha visto como su competitividad económica e imagen de país se ha ido degradando sin cesar durante las últimas décadas. Es una nación profundamente desigual, con un norte riquísimo y un sur abandonado en manos de mafias que suponen un estado paralelo. Los retos de gobierno de Meloni serían enormes en condiciones normales, y lo son aún más con la guerra de Ucrania, dado que Italia es un país “gasdependiente” en extremo y sus vínculos con la energía rusa eran de los más intensos, al nivel de algunas naciones del este. A ver lo que hace Georgia, confiemos en que se muestre algo más seria ya capaz de lo que, por ahora, nos ha enseñado.
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