viernes, mayo 05, 2023

Derrumbe bancario en EEUU

Una de las consecuencias directas de la subida de los tipos de interés que han llevado a cabo los bancos centrales ha sido aumentar el rendimiento de las letras y demás valores de deuda pública de los gobiernos. En paralelo, los bancos comerciales han hecho lo que suele ser normal en estos casos, que es encarecer sus créditos, pero no la contraparte, que es aumentar la remuneración de los depósitos. El ahorrador ha visto cómo el dinero depositado en el banco no renta cuando meterlo en letras del tesoro de, pongamos, España, rinde por encima del 3% sin riesgo. Sacar dinero de los depósitos es un movimiento que se está dando en todo occidente, y tiene toda la lógica el mundo.

Este movimiento provoca descapitalización en los bancos, porque el depósito de sus ahorradores es la base del capital con la que hacen préstamos. Cobrar más por los segundos de lo que se remunera por los primeros y controlar la gestión de tiempos es el alma del negocio bancario. Cuando el volumen de depósitos cae el banco puede empezar a tener problemas para respaldar su cartera de préstamos, y debe recurrir a otro tipo de activos para convertirlos en liquidez y mantener respaldo. Esto fue lo que le paso al Silicon Valley Bank, además de profundos problemas de gestión, y lo convirtió en el primero de un rosario de quiebras de bancos regionales en EEUU que, lejos de amainar, sigue progresando. El pasado fin de semana el First Republic fu ele último de los rescatados por las autoridades y la gran banca nacional, tras un derrumbe de su valor en bolsa. Los ahorradores que recurren al uso de estas entidades observan con temor como una tras otra se están metiendo en problemas, y la retirada de depósitos por ahorro empieza a ser sustituida por la huida con miedo. El efecto financiero es el mismo; descapitalización. A lo largo de la semana nuevas entidades medianas han caído con fuerza en la bolsa norteamericana y, ahora mismo, el panorama al que se enfrenta el sector bancario regional en el país es desolador. Ya en los ochenta se vivió lo que se llamó la crisis de las “save & loan” entidades que, con bastantes matices, podríamos asimilar a nuestras cajas de ahorros, a las que la inflación de aquellos años y la agresiva subida de tipos decidida por Paul Volcker al frente de la FED para combatirla las arrasaron. ¿Estamos ante un episodio similar? Se parece, desde luego. El tejido bancario norteamericano es bastante distinto al nuestro. Allí las entidades viven del depósito y el crédito, como aquí, pero la financiación empresarial es un asunto secundario para ellos frente a las nuestras. España es un país mucho más bancarizado que EEUU, si así se puede decir, porque allí el capital riesgo y los fondos de inversión son los que lideran los flujos de dinero que soportan la financiación empresarial. La banca, por tanto, es más aburrida y centrada en los particulares. Las grandes entidades financieras del país, las que ocupan portadas (Goldman Sachs, JP Morgan, etc) son, sobre todo, enormes bancos de inversión que tienen una división paralela menor de banca comercial, mientras que hay una miríada de entidades locales centradas en la banca clásica que apenas operan en mercados financieros. Son estas las que están sufriendo la oleada de pánico. El uso de las apps y demás tecnologías de hoy en día acelera la velocidad de los pánicos y puede descapitalizar entidades a golpe de dedo en el móvil en apenas horas, sin que reguladores y entidades más grandes puedan actuar, simplemente por falta de tiempo para planificar soluciones. La FDIC, el fondo de garantía de depósitos de allí, asegura unos capitales mínimos que cubren a gran parte de los ahorradores, pero ante una catarata de caídas bancarias el miedo es difícil de frenar.

En todos estos movimientos estamos viendo el patrón común de que las entidades quebradas acaban siendo absorbidas por las grandes, por lo que la concentración del sector en el país avanza sin que se esté analizando los problemas que pueden surgir, principalmente de colusión, falta de competencia o riesgo sistémico por la creación de entidades “demasiado grandes para caer”. Ahora mismo el problema es apuntalar un sector que se está deshaciendo y minimizar los daños, pero es evidente que el panorama bancario que surja de esta purga va a ser muy distinto en aquel país, no tanto para los urbanitas de Manhattan o San Francisco, pero sí para el común de los ahorradores. 2023 ya es un año de crisis bancaria en EEUU.

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