Iba a decirles que, cuando llega la campaña electoral, se produce un disparo de ofertas para intentar seducir, o engañar, a los electores, pero como vivimos en campaña permanente desde hace años no está claro cuándo empieza el proceso de subasta y cuándo termina. En todo caso, resulta curioso que los políticos piensen que este tipo de ofertas de gasto discriminado arrastran votos, que las califiquen como cañón electoral, dejando claro que su única intención con esos anuncios no es la de hacer algo a favor de los ciudadanos, sino sólo conseguir su voto para luego, como siempre, olvidarlos. Si lo hacen será porque funciona, y si así es, triste es.
En este juego, que todos practican, Sánchez vuelve a ser innovador en fondo y forma. El grupo de propagandistas que no descansa que vive en Moncloa inventa nuevas ideas de gasto que serán sufragadas por la ingente deuda pública, que no cesa de crecer. Elaboran en paralelo un discurso mitinero para el jefe y un extracto para los medios afines, para que haya coordinación entre el líder y los periódicos, radios y televisiones que trabajan a su servicio. Sánchez sube a la tribuna de un polideportivo o lugar lleno de gente en fin de semana en el mitin que toque, y anuncia lo que el Consejo de Ministros aprobara el martes, con el citado incremento de gasto no presupuestado como único punto en común con todos los anuncios. Al poco de ese mensaje ya algunos medios propios empiezan a difundirlo como la buena nueva de la semana, aunque sea algo sin contenido, sin viabilidad, sin capacidad de llevarse a cabo. Qué más da, es propaganda. No pasa mucho tiempo hasta que el resto de formaciones políticas responden al anuncio, y de los primeros suelen ser los socios de gobierno. Por lo general se muestran muy críticos con lo que Sánchez pregona, usando para ello incluso términos duros, soeces. Se escandalizan de una forma impostada, falsa, porque a los dos o tres días del anuncio tendrán en la mesa del Consejo de Ministros, el que se supone que es de verdad, el texto del anuncio redactado en formato BOE, trabajo realizado por el equipo de Moncloa. Y ahí, dóciles y mansos, los miembros de Podemos votarán de manera unánime con sus compañeros socialistas, a los que insultan sin cesar, pero de los que dependen las elevadísimas nóminas que los altos cargos morados se llevan todos los meses a casa. La rueda de prensa tras el Consejo de Ministros es una prolongación del mitin del fin de semana, sin tanta alharaca porque no hay público que aplauda (algunos de los periodistas allí presentes quizás lo harían, por gusto u obligación) y se anuncia la nueva a los cuatro vientos. Supongo que la tarde del martes será libre en Moncloa y el personal descansará tras el ímprobo trabajo realizado, y a partir del miércoles nuevas reuniones de ideas para ver qué se anuncia el fin de semana que viene, que toca mitin en otro recinto urbano. Cuánto gasto nos sacamos de la manga para promocionar otra idea que afecte a un segmento del electorado que nos ha abandonado por nuestra incompetencia y debemos recuperar recomprando, y cómo estructurar los párrafos del anuncio y los artículos de la prensa para mantener la tensión. En una de esas reuniones alguno de los asistentes puede que mencione el que de las medidas anunciadas hace un par de semanas, o tres, ya se ha visto que, en la práctica, no se va a poder hacer nada de nada, y que todo es un bluf que apenas se aguanta, pero ahí aparecerá uno de sus jefes, recordándole que nadie se acuerda de lo que se prometió hace tres semanas. El efecto que se consiguió entonces conseguido fue, y ahora hay que repetirlo, y que da igual lo que se anuncie, sea bueno malo, realista o falaz. Esto es propaganda, no gestión. Y el empleado dudoso se pondrá al trabajo con la ilusión del primer día.
Una de las causas de la desafección del ciudadano con la política es esa sensación de que los gobernantes nos toman por tontos, y en campaña, o pre, prometen todo lo posible, a sabiendas de que no lo harán. Pero parte de la culpa de ese proceso de mentira consentida la tenemos los propios ciudadanos, a los que nos encanta que nos adulen y nos hagan la pelota, también a sabiendas de que los cariños que nos manda el gobernante son tan falsos como los títulos de deuda griegos de 2012. En este juego mutuo de mentiras nos movemos todos, políticos y gobernados, y poca cosa seria puede surgir. Lo único seguro es que el gasto no dejará de aumentar, y de que como nada es gratis, alguien acabará pagándolo. Y será usted o yo, no el político.
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