Ayer fui al Museo del Prado, cosa que hago dos o tres veces al año. Se lo recomiendo. La exposición temporal de Guido Reni está muy bien. Adquirí la entrada por internet antes del puente y tenía fijada una hora de entrada, por la mañana, pero como soy un petardo profesional, me levanto muy pronto y me sobra tiempo, fui con un gran margen. Al llegar al entorno del Museo comprobé que aquello estaba atestado de gente como si se tratara de una estación de ADIF sometida a la suspensión de servicios por alguna incidencia, y vi que la cola de la puerta que me tocaba era enorme, y que si no me ponía ya tendría problemas. Hice cuarenta minutos de espera y entré en el horario que tenía asignado.
La sensación de que en este puente todo ha estado lleno en todas partes, parodiando el nombre de la película que se ha llevado, de manera incomprensible, tantos Oscar, es generalizada. Tres semanas después de una Semana Santa de enorme trajín y lleno en todos los destinos, se han vuelto a repetir escenas de atascos en las entradas y salidas de las ciudades, y costas repletas al calor de, nunca mejor dicho, unas temperaturas elevadas y apenas cuatro gotas fruto de las tormentas. Imagino que los que hayan escapado a destinos costeros podrán contar historias sobre colas en los chiringuitos, terrazas abarrotadas y demás costumbrismo típico del verano, pero serán solapados por los que han huido a destinos rurales de interior, donde tampoco cabía nadie más, y las escenas de lleno se sucedían. El hecho de que el 1 de mayo sea festivo en gran parte de Europa ha contribuido a que este puente, aderezado con un extra en Madrid, sea aprovechado por muchos para organizarse unas minivacaciones (en algunos casos no tan minis) y el movimiento haya sido extraordinario. La cuenta de resultados de las empresas de ocio y turismo está por calibrarse, pero la sensación de euforia es generalizada. A pesar de la enorme subida de precios que se ve a pie de terraza, los llenos garantizan una caja que permite al hostelero hacer frente a sus propios ascensos de costes y le lleva no sólo a cuadrar las cuentas, sino a hacer recaudaciones que, sin duda, también serán históricas. Si recuerdan aquellos mantras de la época pandémica, ya tan olvidada, de “vamos a salvar la XXX” donde se podía pensar en la Semana Santa, Navidad o el puente que usted prefiera, podemos decir que los hemos salvado sin problema. La hostelería vive ahora mismo un boom tremendo al que no frena ni la inflación ni la cada vez más asediada cartera de los clientes. ¿Cómo se explica esto? No lo se. Afrontar los gastos de tanto ocio supone un reto en tiempos de precios crecientes y euríbor disparado, pero es evidente que una parte relevante de la población o tiene recursos para permitírselo o a priorizado este tipo de consumo frente a otro. Es de suponer que, a medida que precios e hipotecas siguen creciendo el importe destinado a este apartado de ocio debiera verse mermado, y con ello el impulso vacacional, pero por ahora no se observa nada de esto. ¿Cuál es la explicación? No lo se. Hay posibles fuentes, y una de ellas, el ahorro generado en la época de la pandemia, pudo explicar el impulso inicial en los años 2021 y 2022, pero me da que está ya bastante agotado. Las otras tres vías que se me ocurren son la del recurso al crédito, el cambio de preferencias tras el episodio pandémico por una actitud más lúdica de la vida y las ganas de recuperar tiempos perdidos en episodios de encierro. Todas estas son tendencias de fondo que pueden aguantar más o menos, y el crédito es la más peligrosa de todas, pero se sostienen en un mercado de trabajo que sigue funcionando a buen ritmo, y que aumenta el número de personas que obtienen ingresos por su trabajo. Más renta y nuevas preferencias pueden explicar este movimiento lúdico tan intenso. Lo cierto es que su fuerza y duración en el tiempo nos tiene a muchos tan sorprendidos como escamados, pero así es.
Así, en cada nuevo puente u ocasión de escape (el lunes 15 es festivo en Madrid ciudad) volvemos a asistir a una lucha entre la demanda de consumo y la necesidad de ahorro, con fuerzas como los intereses pisando el freno de la demanda de manera constante desde hace meses. ¿Cuándo se va a observar en la realidad el encarecimiento del crédito y su restricción que las medidas monetarias y los problemas bancarios ya están provocando? Nuevamente, no lo se. De momento, el sector del turismo ya se prepara para un verano espectacular y sus previsiones dejan atrás el máximo de 2019. Ojalá la cosa siga.
No hay comentarios:
Publicar un comentario