Desde que se produjo la explosión de Chat GPT a finales del año pasado el tema de la IA ha escalado hasta lo más alto de las portadas de los medios y ha resurgido como uno de los habituales en los foros de debate y discusión de todo el mundo. No es la primera vez, ya en ocasiones pasadas sucedió algo similar y luego llegaron los llamados inviernos, en los que las promesas de esa tecnología eran frustradas y se veía que lo que se esperaba no llegaba. Esta vez, sin embargo, puede que estemos ante algo diferente, porque una tecnología que es capaz de escribir y crear imágenes indistinguibles de lo que lo haría un humano resulta rompedora.
Ha habido una carta, firmada por varios expertos de todo el mundo, que solicita una moratoria en el desarrollo de los sistemas de redes neuronales con aprendizaje, la tecnología que soporta a Chat GPT y sus émulos, hasta que se pueda determinar si estamos ante una amenaza real o no, y cómo elaborar estrategias que nos permitan hacerle frente. El texto es voluntarioso, pero se condena al fracaso desde el primer momento, dado que es sabido que una tecnología no es “olvidable”. Una vez descubierta, se desarrolla hasta el máximo de su potencial y de lo que puede dar, en cuestiones tecnológicas y, sobre todo, económicas. En este caso tenemos una carrera de empresas privadas de tecnología por desarrollar cuanto antes estas herramientas para que sean sus principales activos de negocio. Microsoft con Open AI y Google con Deep Mind encabezan este pulso, regado de miles de millones, pero hay otras empresas que también están en ello y, desde luego, los gobiernos, con el norteamericano y, sobre todo, el chino a la cabeza. Ahora mismo hay toda una carrera competitiva para explotar las posibilidades de esta tecnología y hacerla rentable, aunque por ahora haya sido sólo un sumidero de recursos. Por eso, la llamada a la moratoria resulta, cuanto mínimo, ingenua. No son pocos los que, al hablar de la necesidad de un parón y supervisión de esta tecnología la comparan con la nuclear, donde existen organismos internacionales de supervisión y tratados de no proliferación, y naciones gamberras que se los saltan. No me gusta esa comparación por dos motivos. Uno, basto, es que la tecnología nuclear es muy física, en todos los sentidos, requiriendo inversiones de infraestructura, minería, etc que dificultan que alguien la desarrolle por las buenas, mientras que aquí hablamos de software. Sí de enormes inversiones en procesadores y tecnologías asociadas, pero lo que corre por ellos es software, tan liviano como cualquier otro. El otro motivo por el que no me gusta la comparación es que todos sabemos muy bien de qué es capaz el arma nuclear cuando se emplea. El hongo atómico e Hiroshima están en la mente de todos cuando Corea del Norte prueba misiles, o Irán aumenta el grado de enriquecimiento con el que explota su uranio, y eso hace que tengamos bastante claro a qué tipo de riesgo nos enfrentamos. Por así decirlo, ya hemos visto en el caso nuclear el desastre que puede llegar a suponer, ya nos ha metido el miedo en el cuerpo, y la regulación y control surgen de ese miedo. En el caso de la IA no tenemos nada parecido, más allá de las novelas de ciencia ficción, en las que dominan escenarios apocalípticos en donde la IA tiene, como objetivo principal, eliminarnos, lo que es un potente argumento para el desarrollo de una trama interesante, pero que no tiene por qué tener que ver con una realidad a la que no somos capaces de saber cómo va a desarrollarse. Siendo sinceros, el vértigo empieza a ser creciente pero no tenemos ni idea de a lo que nos enfrentamos, por lo que la prudencia parece un criterio bastante razonable, pero ni el alarmismo ni la complacencia son los mejores consejeros.
Por empezar, no sabemos si quiera qué es ser inteligente ni lo que supone. Sí, puede que nosotros lo seamos, pero, ¿lo es un hormiguero como ente autoorganizado formado por millones de individuos? ¿Tiene inteligencia un pulpo? Inteligencia sin consciencia ni sentimientos, ¿qué supone? Resolver una serie de problemas de enorme dificultad y no saber pillar un chiste, ¿denota comportamiento inteligente? Las preguntas en torno a este tema crecen como espigas en un campo cultivado sobre el que sí haya llovido, y cada una de ellas surgen otras, y todas son complicadas. Hablaremos bastante del tema de la IA, y tiene pintas de que para ella ha llegado una primavera muy prolongada.
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