Antes que nada, la realidad. Es prácticamente imposible amañar unas elecciones en España. El sistema es tan analógico, garantista, lleno de pasos y comprobaciones que, una vez que la papeleta está en la urna lo que allí se contiene se convierte en escrutinio. Desde hace un tiempo, y como en todos los temas, surgen conspiradores en las redes que denuncian intentos e falseo en los recuentos y demás basuras, que no merecen relevancia alguna. Que haya personas que den credibilidad a semejantes bobadas dice más de lo crédulos que son o desnortados que están muchos que otra cosa. Sí, las elecciones en España son limpias.
Entonces, ¿qué es lo que pasa en Melilla? La explosión de solicitudes de voto por correo, que se ha disparado hasta alcanzar casi el 20% del censo de la localidad ha extrañado a mucha gente, y se ha abierto un proceso judicial para investigar si detrás de ese fenómeno hay algo fraudulento. En este caso el fraude estaría antes de emitir el voto, comprando al votante. Alguien podría pagar a ciudadanos para que vayan a votar, haciendo que no sean abstención, o que cambien de papeleta en el supuesto de que sí tenían pensado ir a votar. Ofrece una cantidad de dinero en metálico y se asegura que la papeleta que va en el sobre es aquella que debe, según el corrupto que la compra. No es tanto fraude electoral como del proceso de votación, porque una vez que las papeletas han sido depositadas el recuento es limpio. Evidentemente comprar voto es ilegal, porque el voto es algo privativo del ciudadano, un derecho perteneciente a su esfera personal y muy protegido. Si uno pregunta en una tertulia de bar más de uno estaría dispuesto a venderlo, mal hecho, pero pocos admitirían estar dispuestos a comprarlo. Este tipo de fraude no es capaz de generar efectos en unas elecciones generales o, digamos, en comicios de amplio censo, como el de las grandes ciudades, pero en localidades pequeñas, en las que los resultados se pueden decidir por un pequeño número de sufragios, actitudes de este tipo sí que pueden ser relevantes. Pensemos en el típico pueblo en el que hay dos partidos que se reparten el poder y que, habitualmente, uno gana a otro por poco. Puede haber tentaciones para que ambas formaciones compren un pequeño número de papeletas, pocas para que el escándalo no trascienda, vitales cada una de ellas si las diferencias finales son escasas, y así amañar el resultado. Dado que en una trama de estas hay, al menos, tanta gente como votantes, las posibilidades de que alguien se vaya de la lengua son elevadas, y eso mismo favorece que un supuesto como el que les he contado no sea muy voluminoso. En Melilla, con un censo de unos 50.000 votantes, estamos hablando de 10.000 solicitudes de voto por correo, que son muchas más de las registradas en pasados comicios. Y eso hace pensar mal. Comprar miles de votos en una localidad tan pequeña es posible, pero supone un elevado riesgo por lo que antes les comentaba, son miles los comprados, y es poco probable que ninguno de ellos sepa de dónde procede el dinero que alguien les ha dado para que introduzcan la papeleta. Algunas informaciones de ayer apuntaban a Coalición por Melilla, partido pro marroquí, y una de las fuerzas que ya tenía representación en la alcaldía de la ciudad, a la formación que estaba detrás de todo este asunto, y eso elevaría aún más la peligrosidad del tema del que estamos hablando. Las posturas políticas a favor de Marruecos en un territorio en el que el comportamiento del vecino resulta determinante y su hostilidad manifiesta no dejan de ser algo a observar con mucho cuidado. ¿Estamos ante una trama organizada que busca poner al frente de Melilla a una formación pro marroquí para, desde dentro, suplantar la soberanía española de ese territorio?
La mera pregunta esconde un escenario feo, complicado, pero, no me lo nieguen, posible. A lo largo de estos últimos años la presión de Marruecos hacia Ceuta y Melilla no ha dejado de aumentar por todas las vías posibles, y eso ha coincidido con el abrupto, y no explicado, cambio de postura español sobre el Sahara, aceptando la posición marroquí sobre ese territorio y renunciando a la clásica postura española sin que se sepa la causa de ese movimiento. La investigación abierta sobre lo que pasa en las oficinas de correo melillense debe ser rápida, exhaustiva y dejar claro, en no muchos días, ante lo que estamos. Si el recuento de dentro de dos semanas ofrece un vuelco en los resultados a favor de la formación pro marroquí estaríamos ante la prueba de un posible amaño electoral de muy graves consecuencias.
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