La semana pasada tuvo lugar una guerra de un día entre Armenia y Azerbayán, por el siempre conflictivo enclave de Nagorno Karabaj, territorio de población armenia enclavado en el país vecino. Varias son las guerras y trifulcas que se han dado en años pasados vinculadas al control de este territorio, que ambas naciones consideran propio. En la última ofensiva, del año pasado, los azerbayanos arrinconaron a las tropas armenias y mostraron que su capacidad militar era superior a la que podía desplegar Ereván. La semana pasada, directamente, las fuerzas de Bakú arrollaron a las armenias, mataron a unos doscientos oponentes y se han hecho con el enclave.
Azerbaiyán ha contado siempre con el apoyo de Turquía, con la que comparten estrategia y fe, y Armenia ha sido el valido de Moscú, recurriendo al apoyo ruso cuando lo necesitaba. Esta vez Rusia no ha aparecido en escena porque su ejército, nauseabundo, se encuentra muy ocupado con el frente de Ucrania y, si allí no es capaz de avanzar, menos puede acudir a otras batallas lejanas. Los movimientos de cierta colaboración entre Armenia y EEUU de los últimos tiempos también han sido vistos con recelo desde Moscú, por lo que ante la llamada de auxilio armenia desde el Kremlin se ha actuado con una displicencia mayúscula, dejando solo al antiguo socio. Desde el bando opuesto, los azerbaiyanos han sido los primeros en la región en aprovechar lo que parece ser la debilidad de las fuerzas rusas para imponer su norma sobre el terreno. El miedo a la intervención de las tropas del Kremlin ha mantenido sujetos muchos conflictos regionales en los que Rusia toma partido por uno u otro bando, y el contrario sabía que actuar suponía entrar en riesgo de colisión con el ejército ruso. El desempeño de éste en el frente de ucrania ha mostrado al mundo su inoperancia, antigüedad e impericia, y el lobo ya no da tanto miedo. Agobiadas por la contraofensiva de Kiev, no hay tropas rusas ni material que puedan acudir a sofocar revueltas en otras regiones limítrofes, por lo que alguno puede aprovechar su oportunidad. Bakú no se lo ha pensado y ha lanzado una ofensiva enorme que ha desarbolado a las tropas armenias y, si no ha finiquitado el conflicto, sí lo ha decantado de una manera decisiva. La derrota de Ereván ha dejado abandonados a su suerte a los algo más de cien mil armenios que viven en ese enclave que, presas del pánico, han comenzado una huida desesperada para abandonarlo. Enormes atascos en retorcidas carreteras son el testimonio del éxodo de una población civil que teme las represalias de las tropas azerbaiyanas, sabidos como son los precedentes de genocidio vividos en Armenia a manos de fuerzas islámicas, empezando por lo que los turcos hicieron en el siglo XX. El desolador espectáculo de la huida es algo propio de épocas pasadas, nuevamente retrotrae a escenas que uno imagina en la Primera y Segunda Guerra Mundial, pero hay móviles que lo están grabando en tiempo real y subiéndolo a la red, por lo que nos encontramos ante un hecho que se desarrolla hoy mismo, ante nosotros. Esos refugiados desean atravesar la franja de territorio azerbaiyano que separa el enclave de suelo armenio y, una vez llegados allí, solicitar acogida en su país y escapar de lo que pueda suceder al otro lado de la frontera. Como siempre, algunos podrán huir fácilmente y otros, sin medios, o con una avanzada edad, no serán capaces de marcharse así como así. Las autoridades azerbaiyanas no van a tener muchos problemas para hacerse con el control total del territorio, realizar un efectivo apagón informativo e impedir que el resto del mundo se entere de lo que va a pasar en Nagorno Karabaj a partir de ahora. Que se desaten pogromos contra los restos de población armenia es algo que nadie descarta. Hay venganzas que el lado azerbaiyano lleva tiempo queriéndose cobrar, y nunca ha tenido una oportunidad mejor que esta para ello.
En Armenia, la derrota deja al gobierno muy tocado, y al país sumido en la zozobra. Su vecino del este le ha vencido y se convierte en dominante. Al oeste está Turquía, la potencia regional que apoya a Azerbaiyán y contempla encantada la secuencia de acontecimientos. Al sur Irán mira y no hace nada, pero un avance del islam siempre será bien visto desde Teherán. Georgia al norte es el único vínculo que le queda a Armenia con lo que fue el mundo soviético, que ahora recela de ellos. La situación de esta pequeña nación del Cáucaso es de gran debilidad y riesgo, su viabilidad futura puede estar en entredicho.
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