Ayer las dos principales referencias en las que cotiza el crudo, Brent para el mercado europeo y West Texas para el norteamericano, cerraron claramente por encima de los noventa dólares, un precio que no se veía desde agosto del año pasado, cuando aún no estaban nada claras las consecuencias de la invasión rusa de Ucrania (siguen sin estarlo). El euro, por su parte, lleva debilitándose frente al dólar desde hace un par de meses y está cotizando en los 1,06 dólares por moneda comunitaria, cuando hace no muchos meses llegó a cotas de 1,12. Esto significa que, tanto por el valor del barril como por la cotización del dólar, el petróleo se nos está encareciendo a los europeos a lo loco. Y creo que es algo que no estaba muy previsto.
Los constantes tambores de recesión, que llevan sonando desde hace más de un año, y que han fallado calamitosamente, tienen como corolario que la demanda global de crudo debe caer si se produce una contracción de la economía, y más aún si China muestra datos flojos como los que se han visto en los últimos meses. Cierto, no tenemos una recesión, y sí unos PIBs crecientes, pero el incremento de los precios del crudo de una manera tan brusca no cuadra mucho. ¿A qué se debe? Así, de golpe, se me ocurren dos ideas, una de largo plazo y otra de corto. La de largo es que precios baratos como los vividos en los años pre y pandémicos, sumados a medidas de transición energética como la anunciada prohibición del uso de vehículos de gasolina a partir de un futuro no muy lejano en numerosos países han empezado a pesar en las cuentas de las empresas que producen y extraen crudo. Para ello deben hacer enormes inversiones, algunas de las cuales lograrán dar con pozos y otras no, y esas inversiones deben ser rentables. A 100$ el barril lo son todas, pero si en una década la demanda empieza a caer de manera significativa pocas lo serán, por lo que el ciclo inversor de la industria del petróleo puede haber empezado ya a declinar, y eso hace que la oferta potencial de crudo no vaya a crecer con fuerza y se produzcan tensiones. A corto plazo, parece que esta subida viene motivada por la decisión de algunos productores, especialmente Rusia y Arabia Saudí, de recortar sus volúmenes de extracción para lograr que los precios sean altos, y así hacer negocio. Hay un límite puesto por las sanciones internacionales al crudo ruso, que se debe vender a precios bajos, pero con un barril legal tan caro el contrabando de crudo ruso se disparará, y el que esa nación y los de Riad hayan decidido tensar la cuerda de la producción es la vía directa para que los precios en el corto plazo suban. Si el objetivo de los magnates saudíes y demás sátrapas que controlan la producción de crudo era forrarse lo están consiguiendo, y pueden tener por delante un otoño de lo más rico. Otros factores coyunturales también ayudan, como el que la reserva estratégica de EEUU esté bajo mínimos y eso obligue a las autoridades de ese país a acaparar parte de su producción y reducir las exportaciones a terceros, limitando aún más la oferta global. El pico más reciente de precio del West Texas se alcanzó el 5 de junio de 2022 a 120,67$ para luego ir descendiendo. Fueron los meses posteriores al inicio de la guerra, cuando petróleo, gas y muchas otras materias primas se dispararon de precio por la tensión global, lo que obligó a medidas de apoyo público en los surtidores y a sectores profesionales como los transportistas. Ahora, otra vez, estos precios al alza impactan directamente en las estaciones de servicio, encareciendo el combustible sobremanera y afectando a los que usan el coche o camión como herramienta de trabajo. Si estamos ante un pico puntual las cosas no irán a más, pero si estos precios altos se mantienen durante el otoño es más que probable que asistamos a movilizaciones de los sectores afectados ante una escala de precios de los carburantes. En este caso, otra vez, el pudiente que se ha comprado un segundo coche eléctrico puede verse inmune ante este problema.
Y claro, si estos precios aguantan ahí arriba un tiempo podemos enfrentarnos a una segunda ronda de inflación de costes, de la más repugnante e inútil que existe, que se origine en los combustibles pero que se traslade a otros productos y suponga una nueva vuelta de tuerca al bolsillo del consumidor. Con los tipos de interés en máximos y una inflación que parecía estar camino de la domesticación, estos precios del crudo pueden ser una mala noticia y toda una pesadilla para banqueros centrales, previsores económicos y, desde luego, todos los ciudadanos que compramos y consumimos. El chantaje ruso saudí, de momento, empieza a hacernos daño.
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