Una de las primeras cosas que todo el mundo vio claro cuando se hicieron públicos los resultados de las distintas aplicaciones de IA era que esa tecnología era capaz de crear objetos prácticamente indistinguibles de la realidad. Imágenes, archivos de sonido o de vídeo, escenas gráficas… su realismo es enorme y la posibilidad de confundir al que los analiza igualmente alta. En seguida se pensó en la manipulación política como una de los mayores mercados para estas tecnologías, dado lo que se miente de normal para alcanzar el poder, pero la retorcida mente humana es capaz de hacer cosas más oscuras y a mayor velocidad de lo que los analistas esperaban. Y sí, cómo no, con el sexo de por medio.
El chantaje efectuado por parte de unos críos a unas chicas en la localidad extremeña de Almedralejo recoge, en un solo caso, toda la podredumbre moral, retorcimiento y desarrollo tecnológico que nuestro tiempo es capaz de aunar de una manera tan exacta como perturbadora. Esos críos, que no se muy bien cómo denominar, cogieron fotos de chicas de su colegio o alrededores, y con una aplicación de IA que es gratuita y se puede ejecutar desde el móvil, fusionaron los rostros con cuerpos desnudos, de tal manera que la composición ofrecía como resultado la sensual imagen de una niña posando como un putón. No contentos con la mamarrachada, comenzaron a delinquir distribuyendo algunas de esas imágenes artificiales entre sus contactos, haciéndolas pasar como por ciertas, y se dedicaron también a la extorsión, amenazando a algunas de las chicas con hacer eso mismo, la difusión de las imágenes, si no se sometían al chantaje que ellos decidieran. Está aún por ver la dimensión del caso al que nos enfrentamos, pero ya son más de una decena las familias de chicas que han denunciado los hechos, y algunas fuentes apuntan hasta la treintena las afectadas. Tanto ellos como ellas tienen edades que alcanzan, como máximo, los catorce años, y es probable que no haya pocas con una edad más cercana a la decena que a la quincena., Eso no son sino detalles concretos que poco aportan al caso, porque basta con que una fuera la perjudicada, sea cual sea su edad, para que estuviéramos ante un comportamiento tan asqueroso como sorprendente. El caso da mucho que pensar, porque es tan repugnante que es imposible quedarse indiferente, pero nos encontramos con una combinación letal para que sea castigado como sea debido. La utilización de una tecnología no regulada, de acceso libre y sin coste, y la edad de los sujetos que han cometido estos actos, todos menores de edad, incluso puede que muy menores, deja a los juzgados ante un problema de difícil abordaje. No se han robado imágenes ni se ha producido delito alguno en el mundo real, sino que todo es virtual, artificial, pero con unas gravísimas y evidentes consecuencias en el mundo real. Las chicas están asustadas, se sienten indefensas, muchas no quieren salir de casa y ven como su mundo se derrumba de una manera que, a buen seguro, no son capaces de comprender plenamente. Las familias de esas chicas tienen la sensación de que, de una manera muy extraña, alguien las ha violado, ha entrado en la intimidad de sus vidas y las ha deshecho. Ha abusado de ellas, pero sin poner un dedo en el cuerpo, sólo en la pantalla de un móvil. Imágenes manipuladas de ellas, con ese rostro auténtico y personal, circulan por ahí sin control alguno y pueden acabar en lugares más depravados y oscuros de lo que uno sea capaz de imaginar. La denuncia de los padres para defender a sus hijas es un movimiento obvio, pero no está nada claro cómo se va a poder llevar a cabo la defensa real de las mismas una vez que los hechos han sido creados y circulados. ¿Qué reparación cabe? ¿Qué condena resarce de semejante agravio? ¿Cómo interpretamos unas leyes, pensadas para el mundo real de adultos, en un contexto artificial, y donde los delincuentes son los niños? ¿Qué hacemos con los capullos, esos hijos de … que han creado esas escenas y las han usado para eso? ¿Cómo plantear una reeducación ante hechos semejantes? ¿Cómo es posible que algunos de esos niños respondan ante los hechos con un orgullo desmedido?
Uno de los pensamientos que me surgió al enterarme de la noticia es qué estarán pensando los padres de los autores de semejante disparate. Seguramente son lo habitual en nuestra sociedad, padres y madres que defienden a sus hijos ante todo, que consideran que son los mejores, los más listos y especiales, que están por encima de la media en todo, que tienen sólo derechos y nada de obligaciones. Este parece ser el patrón de los padres de hoy, según cuenta cualquiera que trabaje en colegios y tenga reuniones con ellos. ¿Qué castigo pueden imponer a sus hijos? ¿Cómo sobrellevan lo que está pasando? ¿Qué sensación de culpabilidad tienen? ¿Creen que se han equivocado en algo?
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