lunes, septiembre 04, 2023

Tormentas, alertas y estúpidos

Supongo que, a medida que avance la mañana, veremos la dimensión real causada por los destrozos de la DANA en el suroeste de la Comunidad de Madrid y en la provincia de Toledo, lugres que ayer por la tarde noche fueron los más afectados por las lluvias torrenciales. Por la mañana fue la costa de Tarragona y de Cádiz la que sufrió los embates del temporal, y esta noche, en tres episodios bruscos, a las 01, 04 y 06, la propia ciudad de Madrid ha sido testigo de lluvias tremendas que a esta hora causan cortes en numerosas líneas de metro, atascos considerables y que, en general, convierten a este primer lunes de septiembre en un caos.

Afortunadamente, a esta hora, no hay que lamentar víctimas por el temporal, aunque sí daños considerables. Entre otras cosas esta fortuna se debe a la correcta actuación de las autoridades y el aviso de protección civil que ayer se transmitió a los móviles de quienes estaban en la Comunidad de Madrid, una vez que la alerta roja meteorológica quedó decretada. A mi no me llegó el aviso porque tengo una versión de Android más antigua de la 11.0 que es la que soporta este servicio, pero a muchísima gente sí que le sonó su dispositivo, de forma estridente y reiterada, por lo que parece. Es la primera vez, creo, que se usa este sistema de aviso para alertar a la población ante posibles fenómenos peligrosos. Y sí, la causa estaba justificada. La previsión sobre Madrid capital y área metropolitana era realmente seria, y aunque toda previsión está sujeta a un riesgo de incertidumbre, el riesgo de eludirla era excesivo. Al final la línea principal de tormentas se situó unos cincuenta kilómetros al oeste de Madrid, y pese a que cayó una potente tormenta de 15:00 a 16:30 el resto de la tarde se quedó cubierta pero sin precipitación, por lo que las incidencias en la urbe fueron menores de las que cabía esperar. Hemos tenido mucha suerte, porque viendo las escenas de localidades como Navalcarnero y alrededores, o el propio Toledo, da miedo pensar hasta qué punto serían enormes los destrozos si esa línea de precipitación se hubiera situado sobre la ciudad. Imagínense cuatro o cinco horas de lluvia torrencial como las que se han producido esta noche, a intervalos, pero sin parar. La decisión de emergencias de tomarse en serio los avisos de la AEMET y actuar en consecuencia es loable y así debe ser destacada. Lo que ocurre es que vivimos en el mundo de la estupidez rampante, y toda esa estupidez tiene muchos cauces para expresarse, más amplios que los que no son capaces de dirigir las aguas desatadas. Al poco de darse la alerta a los móviles se sucedieron los mensajes de personas indignadas por la pérdida de privacidad que eso suponía, por la intromisión del gobierno en su móvil y un montón de teorías conspiratorias, a cada cual más imbécil, que empezaron a llenar las redes con su tóxico contenido. Lo mejor es no hacer caso a los que se dedican a decir tonterías, sea en persona o en virtual, pero aclaremos las cosas por si acaso en dos puntos fundamentales. Uno, la magnitud de la predicción era lo suficientemente peligrosa como para decretar el aviso, y si finalmente no se ha cumplido en su totalidad sobre la ciudad de Madrid debemos dar gracias. Dos, los avisos de emergencia se dan mediante la emisión de una señal de radio desde las torres de telefonía que ofrecen cobertura, y son captados potencialmente por todos los móviles que se encuentran en la zona, funcionando como si fuera una emisora de radio de alcance local. No tiene nada que ver el empadronamiento, la titularidad de la línea, la empresa que nos da cobertura, etc. No es necesario que el gobierno sepa el móvil de nadie. El aviso se lanza en las torres de las zonas que se consideran de riesgo y todo terminal que, tecnológicamente, sea capaz de captarlo, lo hará. No hay una intromisión en la vida privada de nadie ni una conspiración, sino una alerta para prevenir un riesgo e intentar salvar vidas y enseres ante un fenómeno peligroso, incontrolable y caprichoso. Tan sencillo como eso, al parecer, tan difícil de entender.

Muchos son los viajeros que han pasado horas tirados en estaciones, atrapados en trenes o en atascos, y que se han visto en una situación comprometida por el temporal que estamos viviendo. Lo que ha sucedido no ha sido divertido, sí espectacular, pero también peligroso, y si no hay heridos o víctimas es algo de lo que debemos alegrarnos, vistas algunas de las imágenes de riadas que llenan las redes. Confiemos en que así siga la cosa, que a lo largo de estas horas las labores de limpieza permitan cuantificar daños, que todo vuelva a la normalidad, y que los estúpidos se callen. Quizás consigamos todo menos lo último. Pena.

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