Como aún nos quedan por ver muchas y aún más humillantes escenas del tipo de las que contemplamos ayer, con la vicepresidenta del gobierno rindiendo pleitesía al prófugo de Waterloo, vamos a hablar hoy de predicciones, incertidumbre y necedad política. Ahora me saltará alguno diciendo que lo de la política lo íbamos a dejar para otro día, pero estamos tan rodeados de necios que dicen gobernarnos, a todos los niveles, que es imposible escapar de su pegajoso influjo. Gracias a ellos AEMET ha sido la destinataria de numerosos insultos cuando ha hecho su trabajo lo mejor que ha podido, y con un grado de acierto muy muy alto.
Desde hace varios días los modelos meteorológicos señalaban que se iba a dar una DANA en las proximidades de la península, en las costas atlánticas, y que su área de influencia podía afectar a casi todo el país. Diferentes salidas de esos modelos iban perfilando el alcance y dimensión del fenómeno, y todos coincidían en que estábamos ante algo potencialmente grave. Sin embargo discrepaban sobre las zonas que podían ser más afectadas. Las DANAS son fenómenos complejos, lo que significa que se comportan de una manera cuasi impredecible, alterados por características tales como la orografía del terreno, que alteran mucho hacia donde pueden dirigirse. En su conjunto la meteorología es una ciencia en la que la complejidad es inmensa y su capacidad de predicción choca con las reglas matemáticas que impiden saber el rumbo cierto de un fenómeno que, por definición, no puede ser predicho. La tecnología y los medios han mejorado de una manera extraordinaria estos años y la precisión referida a la previsión meteorológica lo ha hecho en consonancia, pero es imposible encontrar la exactitud ahí, y más ante episodios bruscos que se salen del comportamiento normal esperado para la atmósfera en estas latitudes. Para el viernes noche sábado por la mañana los modelos consensuaban que la zona centro del país sería la más afectada por las lluvias, y la comunidad de Madrid y el norte de Castilla la Mancha recibirían el domingo, a partir del mediodía, lo más intenso del temporal. En consonancia, AEMET elevó las alertas en estas zonas al rojo y protección civil empezó a tomar medidas. El domingo se produjo el aviso a los móviles de la Comunidad de Madrid y se tomaron muchas medidas en la capital y en el resto de localidades de la región. Algunas salidas de los modelos ofrecían acumulados de precipitación superiores a los 100 litros por metro cuadrado en Madrid ciudad y cerca de los 200 en localidades del sur, cifras estas últimas que se consideraron como imposibles por muchos, no sólo porque jamás se había registrado algo así en esta región, sino por corresponder a acumulados propios de zonas de levante, en los que, entre otras cosas, la influencia directa del mar permite alcanzar registros tan salvajes. Y aquí el mar está lejos. A lo largo de la tarde del domingo llovió en Madrid y alrededores, menos de lo previsto en la capital, pero, desgraciadamente, se alcanzaron cotas históricas en municipios del sureste. Si uno consulta los datos del domingo 3 podrá ver los 202 litros en Fresnedilla de la Oliva, los 158 en Navalcarnero, 165 en San Lorenzo del Escorial…. Valores tremendos que son causantes de destrozos y desgracias como las que aún nos quedan por lamentar. ¿Cayeron cien litros en Madrid ciudad? No, pero sí a unos cincuenta kilómetros de distancia en línea recta. Por muy poco nos hemos librado de la desgracia en la capital. ¿Y qué han hecho muchos en vez de celebrarlo? Acusar a los meteorólogos de fallo de previsión, achacarles el haber tomado unas medidas que ahora consideran desproporcionadas pero que, al implantarlas, permitieron que los servicios de emergencia trabajasen más rápido y mejor donde hicieron falta.
La incultura y la desvergüenza se han hecho dueñas de gran parte de las declaraciones de unos políticos y gobernantes que son incapaces de cuadrar un presupuesto, que no logran que una obra acabe jamás en los plazos previstos, que atascan con burocracia insoportable y críptica cualquier trámite al que el ciudadano se enfrenta, pero que exigen que alguien les prevea con exactitud milimétrica si un fenómeno de una complejidad inabarcable como una DANA va a afectar a su portal o al de su segunda, tercera o cuarta residencia. En el caso concreto de Madrid, frente al comportamiento sensato y responsable de Ayuso, el alcalde Almeida se ha comportado como un patán que debe ser reprendido y debiera pedir excusas a todos los científicos del mundo.
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