Ayer Zelensky visitó Washington por segunda vez desde que empezó la invasión rusa de su país. Antes había estado pronunciando un discurso ante la asamblea general de la cada vez más devaluada ONU, que siendo la excusa de su viaje a EEUU, era lo menos relevante de la misma. Lo mollar se decidía en la reunión de ayer con miembros del Congreso y con el presidente Biden. La administración demócrata sigue manteniendo un firme apoyo a Kiev, pero ayer Zelensky comprobó que la frialdad con la que no pocos republicanos ven la resistencia ucraniana se manifiesta en gestos y críticas al gasto norteamericano en la guerra. Sabe Kiev que las elecciones norteamericanas del año que viene son vitales para sus intereses.
Si en imágenes, la visita de ayer no fue como la del año pasado, tampoco el resto del día resultó ser positivo para el bando ucraniano. Uno de sus mayores aliados en la UE, Polonia, país que, ideológica e históricamente siente aversión a Rusia, anunció que entregará las armas que, hasta ayer, tenía comprometidas para Kiev, pero que no dará nada más. Varsovia ha sido uno de los donantes más generosos y de los que más han insistido, cada vez que una presunta línea roja en forma de un sistema de armas no previsto entraba en las discusiones, para saltársela y no dudar en apoyar a Kiev con lo que fuera. ¿A qué viene el cambio de postura polaco? El grano es el problema de fondo, el que las exportaciones de cereal ucraniano favorecidas por la UE hacen mella en los precios e impactan en la producción de grano polaco, arruinando a los agricultores locales, y en no muchas semanas hay elecciones en Polonia, en las que el muy conservador partido gobernante necesita los votos rurales para mantenerse en el poder. Esto puede significar que, si el partido renueva el gobierno en Varsovia, decida revertir la decisión tomada ayer, en otra muestra de que digo una cosa y hago otra en función de mis intereses (el sanchismo también abunda fuera de aquí, aunque no llegue al grado de cinismo que nos desborda) pero, en todo caso, a corto plazo las municiones y materiales polacos no irán camino del este, y Ucrania necesita de todo para sostener ofensivas y mantener retaguardias. Zelensky lo dijo ayer claramente, si no nos ayudan, perdemos la guerra. Tanto en lo militar como en lo económico, Ucrania depende completamente de los suministros occidentales, y lo que los ucranianos aportan en la guerra es valor, cuerpos, tierra, destrozos y muertos, pero lo que disparan es nuestro. Sin ese abastecimiento constante las opciones de aguantar frente a las crudas defensas rusas y los insistentes lanzamientos de misiles se antojan muy escasas. A pocas semanas de que empiecen a llegar las lluvias y los fríos a aquella parte del mundo el balance de la contraofensiva ucraniana de verano es magro, escaso. Muy escaso si lo comparamos con las expectativas que se vendían en la primavera, escasísimo si recordamos los grandes avances del año pasado cuando se derrumbó el frente ruso en Jersón, apenas significativo teniendo en cuenta la batalla interna que ha habido en el lado ruso a cuenta del affaire Wagner y la rebelión y posterior asesinato de Prigozhin. Las conquistas ucranianas han sido de algunos kilómetros cuadrados, logrando romper la brecha defensiva rusa en varios puntos pero sin lograr penetrar en ningún momento de manera consistente. El gran objetivo de cortar la franja de territorio conquistado por Moscú que permite llegar a Crimea desde tierra por territorio continental y partirla, dando acceso a los ucranianos al mar de Azov, no se ha logrado. Este movimiento permitiría aislar a Crimea y el frente sur, por lo que los acosos que sí se dan contra la península serían efectivos y, cortadas las líneas de suministro, parte de ese frente ruso podría caer, pero sin haber llegado hasta ese punto se puede decir que las conquistas ucranianas han sido anecdóticas. Ambos bandos han disparado munición como si no hubiera mañana, dejado la tierra baldía y sembrado de cadáveres el suelo, en bajas que son difíciles de precisar, pero que acumulan hasta la fecha balances ampliamente superiores al centenar de miles de muertos para unos y otros.
El invierno supondrá no sólo la congelación de los frentes de batalla, sino una nueva oportunidad para que la crueldad rusa se manifieste en forma de ataques a los sistemas de abastecimiento y suministro de energía ucranianos, generando apagones y fríos mortales. Será el segundo invierno de la guerra, minando la capacidad de resistencia del país y abocándolo a una destrucción progresiva. No podemos dejar de apoyar a Ucrania con todo lo que tengamos y seamos capaces, pero teniendo delante a un enemigo que desprecia tanto a sus propias tropas como aquellas a las que combate, las opciones de victoria son las que son. Esto no pinta bien.
Subo a Elorrio el fin de semana y me cojo dos días. Nos leemos el miércoles 27. Pásenlo bien
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