lunes, enero 20, 2025

El asalto a Telefónica

Esta semana, coincidiendo con el inicio de la presidencia de Trump, se celebra el foro de Davos, esa reunión de dirigentes políticos y empresariales que se celebra en el enclave suizo en el que Thomas Mann situó, quizás premonitoriamente, su montaña mágica. Entre los asistentes españoles que han confirmado su presencia está Pedro Sánchez y algunos conocidos dirigentes empresariales, como Ana Patricia Botín o Ignacio Sánchez Galán. Uno de los habituales en estos encuentros ha sido Jose María Álvarez Pallete, responsable de Telefónica, la que antaño fuera la gran empresa multinacional española, de paca caída desde hace un tiempo. Ya no viajará.

No lo va a hacer porque este fin de semana, de manera sorpresiva, se ha procedido a su cese fulminante y sustitución por parte de Marc Murtra. El golpe palaciego ha sido desarrollado por la SEPI, el principal miembro del consejo de administración de la entidad tras su entrada para compensar la aparición de los saudíes de STC. La SEPI es el brazo inversor del gobierno, por lo que es obvio que el peso de Moncloa y sus designios es elevado en la manera de dirigir la empresas, y todo el mundo daba hecho que, cuando llegase el momento de revelar al directivo de la empresa, los designios de Sánchez tendrían relevancia, pero nadie esperaba ni esta velocidad en el movimiento ni la desfachatez absoluta con la que se ha hecho, con una llamada directa desde presidencia del gobierno a Pallete para que se presentase el viernes en el complejo presidencial para saber que iba a ser despedido al día siguiente. Las formas y el fondo de la decisión han sido similares a las maneras en las que Ferraz cambia a algunos de los dirigentes orgánicos del partido en una federación de segundo orden, con unas formas despóticas propias de tiempos pretéritos y la sensación de que el gobierno ha actuado con la sensación de estar manejando un cortijo propio. No ha habido pudor alguno para escenificar la ejecutoria del poder, todo se ha hecho desde un despotismo absoluto y con aires franquistas, sí, franquistas, en una empresa que fue del gobierno y que ya no lo es, pero lo sigue pareciendo. El elegido por Sánchez para dirigir la empresa, Murtra, tiene como principal aval el ser pata negra del PSC, y eso es lo único que le ha permitido fraguar una carrera en la que los cargos públicos en la Generalitat catalana y Ayuntamiento de Barcelona han sido su campo de entrenamiento. De ahí ha llegado hasta la presidencia de Indra, una de las principales empresas tecnológicas españolas, que tiene contratos de todo tipo con la administración y una gran vinculación con sectores muy en auge en estos momentos como la defensa. A Indra Murta llegó tras una discusión muy intensa entre el gobierno e inversores privados de la empresa, y también en ese caso el sanchismo logró imponer a su candidato, y el principal aval era también que venís de un PSC, que lo manda todo en el PSOE actual. La capacidad empresarial de Murta es escasa, bastante desconocida y requiere que haya numerosos artículos bien pagados por parte de Moncloa en los medios propios, públicos y privados, en los que se viste su trayectoria de una manera que le equipara a un ejecutivo de Silicon Valley (esa frase de El País que lo califica como “primer espada” del Ibex35 provoca sonrojo). Con estos antecedentes es de esperar que la gestión de Murtra sea noticiosa no tanto por las decisiones de negocio de la compañía como por lo que decida hacer en temas como la financiación de empresas anexas al sanchismo (piense usted en la insostenible deuda de PRISA) o las posibilidades de colocación que se abren en el consejo de administración y en los cargos directivos de la entidad para poder afectos y amiguetes varios que se vena necesitados de un ingreso, dadas sus nulas capacidades de crear valor por sí mismos. En este sentido el PSOE como agencia de colocación es realmente imbatible, y visto desde fuera entiende uno que muchos acudan a los partidos políticos gracias a las posibilidades de enchufismo que supone ascender en sus estructuras. Uno puede llegar a ser asesor de alguien (puesto que garantiza ingresos y nada de trabajo) o miembro de una gran empresa en la que se pueden crear huecos improductivos muy bien remunerados sin que se note.

La expresión “capitalismo de amiguetes” es algo más que una frase hecha, y lo sucedido este fin de semana es un perfecto ejemplo de esa tradición tan carca, propia y extendida, de hacer chanchullos con el dinero propio y ajeno utilizando para ello los resortes del poder político. El mayor profesional de este oscuro arte en nuestro entorno es el PNV, que coloca de manera magistral a todos los suyos y que maneja el ecosistema institucional y empresarial vasco como un cortijo decimonónico, pero tanto PP como PSOE han sabido aprender a hacer de su capa un sayo y, del dinero de todos, el suyo. Hasta hace algunos años se guardaban ciertas formas sobre estos movimientos. Ahora, a mayor gloria de un sanchismo desatado, no hace falta.

No hay comentarios: