La sesión del Congreso de ayer volvió a evidenciar que hace tiempo que no tenemos gobierno en España. Meramente hay unos señores, encabezados por Sánchez, que logró una investidura traicionando de manera infame sus promesas, que viven de la propaganda y del relato que día tras día venden en medios subvencionados. No hay gerencia, no hay responsabilidad, no hay trabajo serio ni digno de tal nombre entre aquellos que encabezan los ministerios, sólo afán de notoriedad, obsesión por colocar a los propios y exprimir las nóminas públicas hasta que llegue el último día en el que pueda cobrarlas. Ese es el único plan.
Tres eran los reales decretos que se debían votar. Uno, relativo a la reforma de las pensiones, iba a salir adelante porque el PP ya avanzó que lo respaldaría. El segundo, sobre el impuesto a las energéticas, ya se sabía que iba a decaer por el rechazo del PP y la unión de PNV y Junts, y el tercero, el llamado ómnibus, era un revoltijo de medidas que aunaba la subida de las pensiones, la prórroga de las ayudas al transporte y cosas variadas, como la cesión de un palacete en París por valor de muchos millones de euros al PNV, así, con un par, porque los nacionalistas vascos son maestros a la hora de exigir y ellos no son tanto amantes del ladrillo como, directamente, de los sillares labrados, que para eso se creen los dueños de la finca y viven como si así fuera. Junts, Puigdemont, avisó a media mañana que iba a votar en contra de los tres decretos, por lo que la caída del ómnibus pasaba a estar en manos del PP, que ejerció su voto negativo para evidenciar que no hay mayoría parlamentaria que sustente al ejecutivo. La derrota de este decreto es un mazazo para muchos, pero sobre todo para los que se creen la propaganda gubernamental y aún más para los que viven de ella, que saben que tendrán días oscuros si el gobierno acaba cayendo un día de estos y dejan de recibir las subvenciones que ahora cobran. Supongo que en los medios de hoy la cosa estará dividida entre los que destacan la situación asediada de un desgobierno chantajeado desde Bélgica por un sedicioso, que era vendido como progresista cuando avalaba a Sánchez, y los que acusarán al PP, y en bajito al sedicioso para que no se moleste, de dejar a los jubilados sin paga revalorizada y a los que usamos el transporte público sin rebajas. En fin, cosas de la miseria política y de los medios en la que nos movemos. La cruda realidad es que el gobierno ha intentado hacer algo para lo que no tiene votos y no le ha salido, así de fácil. Si presenta un decreto aislado en el que se incluya la revalorización de las pensiones, Junts y PP ya han dicho que votarán que sí, por lo que saldrá. Si hace lo mismo con el descuento al transporte, lo mismo, y así uno a uno algunos saldrán y otros no. Es probable que incluso si presenta por separado el pago del palacete al PNV por los favores prestados (cómo atrona el silencio de los medios “progresistas” ante semejante cacicada) puede que salga, porque el PP votará que no pero Junts puede que lo apoye, a cambio seguramente de un edifico similar en otra de las avenidas parisinas de renombre, que el gobierno tendría que buscar, para que así el pobre Puchi tenga donde recalar por si algún día se le ocurre ir de visita desde la lujosa casa que algunos cómplices le siguen pasando en Bélgica a las galerías Lafayette para comprarse algunas cosas modestas y de bajo precio. Resultaba divertido escuchar ayer las excusas que se inventaba el desgobierno para salir al paso de la derrota absoluta y, en paralelo, oír a los portavoces de Junts, ese grupo de chuletas mal educados y trumpistas hasta el fondo, acusar al PSOE de trilero, engañador, mentiroso, chulesco y otras cosas similares. Viniendo de auténticos profesionales en el arte de todas esas maldades de las que acusan a los demás, los que un día se llamaron socialistas debieran hacérselo mirar.
En un país normal, tras lo de ayer, Sánchez dimitiría, pero hace tiempo que esto no es un país normal y que Sánchez no va a dimitir pase lo que pase, no vaya a ser que no revalide el puesto que le obsesiona y le sirve de parapeto ante sus causas judiciales. Es desolador comprobar hasta qué punto el panorama político ha degenerado y ya no queda nada, sólo ruido y espectáculo banal. El Congreso se ha convertido en un mero circo de chantajistas puigdemoniacos, chantajeados exsocialistas, comparsas varias, y un PP que, en medio de semejante panorama, no logra mayoría absoluta en las encuestas de verdad, no en las manipuladas. Esto es lo que tenemos.
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