Lo que pasó ayer en el gobierno de Israel es un buen ejemplo de una tendencia a la degeneración que se da en todas las ideologías y, en general, formas de pensamiento, y que curiosamente, en los tiempos en los que vivimos, se fomenta. Netanhayu, que es nacionalista israelí, sionista, y de derechas, es visto como un duro entre los suyos, entre otras cosas porque lo es. Para poder gobernar fraguó una alianza con ultranacionalistas de derechas, que son extremistas, y que ayer se rasgaban las vestiduras por el acuerdo alcanzado para que la guerra en Gaza se extinga. Amenazan con abandonar el gobierno y, puede, hacer que Netanyahu pierda el poder.
Al igual que en la vida siempre siempre nos vamos a encontrar con alguien más listo que uno mismo (en mi caso muchos) en todos los demás aspectos de la vida siempre va a haber alguien que sea más amante de las esencias de las cosas. En política es muy fácil de ver. Hay gente que tiene aprecio al lugar en el que vive, su pueblo, región, país, o la unidad que considere como natural para sus intereses. Es normal, pero siempre habrá alguien que muestre más amor a ese concepto espacial, inventado, que no existe sino en la cabeza de los humanos, y que se declare patriota. A partir de ahí empiezan los problemas, porque entre los patriotas aparecen aquellos que son patriotas de verdad, frente a los patriotas melifluos, y surge el nacionalismo, momento en el que aconsejo tomar distancia de quien así se proclama y mantener las formas, pero no interactuar demasiado. Y entre los nacionalistas no faltarán los que consideran que su visión es la verdadera, y no la de los que no le ponen el suficiente ardor, y el ultranacionalismo empieza a crecer en su nicho, y se acaban creando aberraciones como Junts, Bildu, Esquerra, Vox y cosas por el estilo, auténticas basuras morales e intelectuales de las que hay que huir lo más rápido posible. En este proceso de profundización, de degeneración para mi gusto, cada grupúsculo suele ser inferior en tamaño al anterior pero más obseso en la defensa de sus principios, y con una paranoia creciente respecto a todos los demás, empezando por los que antes de su creación eran compañeros de viaje ideológico. Como en la física, este proceso de hundimiento puede seguir de manera indefinida, creando un agujero negro que es capaz de argumentar a favor de la eliminación de los enemigos del grupo, donde enemigo es cualquier otro y eliminación es lo que ustedes creen que significa. Pero evidentemente este proceso no se da sólo en política, ni mucho menos, sino en todo lo que una persona es capaz de sentir o entender como afición o gusto. Entre los que les gusta eso de pegar patadas a un balón hay forofos y ultras en todos los grados imaginables, y en ese espectro se observa la misma secuencia de hundimiento en los abismos que no tiene mucho sentido pero que parece dotárselo a los que comparten el nicho. En el amor también se produce algo así, y es lo que explica en muchas ocasiones que de la adoración se pase a la violencia de género, en un acto que me parece una de los más incomprensibles que existen ¿Cómo se puede dañar a lo que se ama? ¿Cómo herir a alguien a quien se quiere? Quizás el caso más estudiado de todos estos procesos es el de la religión, en la que el integrismo es un concepto asentado en todas las creencias que en el mundo ha habido y que, durante milenios, ha causado problemas y tragedias sin fin, en cada caso con un Dios o panteón distinto como excusa. En las religiones monoteístas ese proceso ha sido amparado por el propio corpus doctrinal, donde la adoración ferviente al Dios único está por encima de todo, también de todos aquellos que no lo secunden. De pequeño no entendía cómo quienes se decían más amantes de Dios y de sus hermanos causaban matanzas a sus hermanos y a otros en nombre de ese Dios al que adoraban, y sigo sin entenderlo. El integrista debiera de ser el más bondadoso entre todos, pero resulta que es todo lo contrario.
En fin, consejo práctico. Además de huir como de la peste de los excesivos, huya en sí mismo del concepto de la pureza absoluta, de la búsqueda de lo más excelso, de la creencia total en algo o alguien. Es bueno tener convicciones, aficiones, gustos y deseos, pero lo mejor es mantenerlos a raya, moderarlos, domesticarlos, que aporten pero no obsesionen, que no cieguen, porque a partir de ahí nos convierten a nosotros, y a quienes nos rodean, en esclavos, en instrumentos. Los puristas son un peligro para ellos mismos y para quienes les rodean. Sean flojos, débiles, de gustos y creencias, pero con dudas. Cuídense mucho de aquellos que no dudan, no estén muy cerca de ellos.
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