No se si, como digo a veces en plan broma, Sarkozy desayuna unas rayas de coca por la mañana, pero sea por una causa o por otra siempre hay una noticia al día en la que figura el inefable presidente francés. Ayer, en un discurso pronunciado en la base de Kourou, Guayana francesa, afirmó que Europa debe participar en un programa mundial con el fin de enviar una misión tripulada a Marte. Casi nada, eso es grandeur. Ahora que ha conquistado a la estrella de Carla Bruni se plantea viajar al espacio, emulando el discurso de la Luna de Kennedy, otro gran conquistador de mujeres, y esperando no acabar igual que el americano, supongo.
Marte, Marte... su nombre evoca aventuras y sueños. La relación de los humanos con el planeta vecino siempre ha sido intensa. Ha pasado de ocupar un lugar en el olimpo de los dioses a ser la fuente de invasores más o menos repelentes, pero siempre con mala idea. Las misiones espaciales nos han ofrecido una imagen bastante más pedestre. Árido, reseco, rojizo y desolado, no parece un lugar ideal para pasar el fin de semana, pero las pruebas cada vez más concluyentes de que hubo agua sobre su superficie, y puede que aún existan restos bajo el subsuelo, lo convierten en un destino muy atractivo. Si exceptuamos nuestra querida Luna es realmente el único planeta al que se podría intentar un viaje hoy en día. Venus, otro candidato, posee una atmósfera de tal presión que hace inviable un aterrizaje con garantías, y el resto de planetas y lunas están a una distancia tan asombrosa que son inalcanzables para una tripulación. Hace tiempo que existe una hoja de ruta para el viaje marciano. Se tardarían cerca de tres años en una misión completa de ida y vuelta, partiendo en las épocas de máxima aproximación tierra Marte. Con unos diez meses de ida, otros diez de vuelta y algo más de un año en la superficie esperando nuevamente la distancia mínima, el viaje sería un enorme aventura en la que, por dimensiones y costes, sólo se podría realizar mediante un consorcio internacional. Pero la tecnología necesaria para llevarlo a cabo existe casi en su totalidad. Hasta donde se lo que se encuentra más “verde” es la protección de la radiación que recibirían los astronautas en un viaje tan largo y el aspecto psicológico que supone encerrar a una tripulación durante ese tiempo sin posibilidad alguna de escapar. Eso sería un gran hermano de verdad. Pero esos obstáculos, y otros que surjan en el camino, pueden ser solventados con más presupuesto. De donde sacar el dinero suficiente para una aventura de coste tan astronómico? Como no estamos en una carrera espacial como la de los sesenta (aún los chinos no pueden) la vía lógica parece la publicidad. Algo así como que la primera empresa que ponga su logotipo en Marte se llevará una buena tajada del negocio. ¿es eso suficiente reclamo? ¿Por qué no estudiarlo?
Para los interesados en Marte y su investigación, la web de referencia es el JPL de la NASA. Su sección marciana posee una cantidad ingente de datos, imágenes, videos y demás material, suficiente como para dar varios cursos al respecto. Sueño con el día en que el viaje, con un contenido evidentemente más político y sociológico que científico, tenga lugar, y desde el salón de mi casa pueda ver a un hombre poner el pie en Marte. Saber que Valles Marineris o el gigantesco Monte Olympus están allí, al fondo del horizonte. No quiero morirme sin verlo. ¿Por qué no lo intentamos? Soñar es gratis.
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