Nada, un espejismo a penas. Llovió el Domingo, y el Lunes, tampoco demasiado. Lo habitual en un día de lluvias de invierno, pero lo llamaron temporal. Eso sí, para media mañana del Domingo ya se habían levantado las nubes y acabó el día en una plácida tarde de borreguitos. Ese día la contaminación bajó en Madrid, pero fue sólo eso. El Martes volvió y ayer ya era nuevamente horrible ver la paca de densa mierda que cubre la ciudad y que desde mi atalaya privilegiada contemplo, entre fascinado y preocupado. Parece que no, pero también yo estoy inmerso en ella.
Si en algo está de acuerdo todo el mundo, incluso el PP y el PSOE, es que este invierno es una chapuza. No sólo que no nieva ni llueve, es que ni siquiera hace frío. Ayer llegamos otra vez a los 18 grados de día, y de noche no llega a helar. Como no me gusta el frío no me quejo, pero lo de la lluvia si me tiene asombrado. Y como siga así el verano va a ser divertido. No en la Comunidad de Madrid, donde contamos con reservas para pasarlo, pero me temo que de Toledo hacia abajo, o en Levante, o en Cataluña la cosa va a estar bastante más árida. ¿Han pensado nuestros políticos algo al respecto? ¿Qué ocurre si nos toca una primavera seca y en verano hay que cortar el agua en Málaga, Barcelona, Sevilla o los apartamentos de Levante? No oigo a nadie preguntárselo ni pensar al respecto. En propuestas ecológicas ayer salió Rajoy diciendo que en cuatro años plantará quinientos millones de árboles, a lo que el PSOE no añadió “pues nosotros cien millones más” como hubiese sido de esperar. Se limitó a decir que eso es imposible, que la política forestal es de las Comunidades Autónomas (y eso es cierto, manda...) y que en España se plantan unos cuarenta millones al año, y que ellos plantarán más. Esta bien esto de plantar árboles, pero eso sí que es una política de largo plazo, porque desde que los plantas hasta que dan un poco de sombra pasan bastantes años, y eso en el caso de especies de crecimiento rápido, como el pino o el eucalipto, que tanto abundan en el norte y que tanto se explotan comercialmente. Si plantamos un bosque de robles o hayas tardaremos muchos años en poder disfrutar de él, y será muy a largo plazo el efecto que se produzca en el control de las emisiones de CO2. Ahora, si no se empiezan a plantar ya jamás se conseguirá verlos crecer. Pienso mucho al respecto cuando, desde esta atalaya, veo los confines de Madrid, habitualmente resecos hacia el sur, y pienso que sería buena idea plantar millones de árboles en los alrededores de la ciudad (de esta y de otras) para que creasen pulmones verdes, contenciones de los humos que expelen nuestros coches, a los que nunca renunciaremos.
Y hoy, que subo a Elorrio, pensaré algo similar al contemplar el páramo de Castilla, que no es nuevo. Lleva siglos así, cuarteado, semidesierto y en muchos casos abandonado a su suerte. Sería una buena idea realizar repoblaciones controladas en islas, para al menos conseguir unos parches verdes en medio de la extensión. A largo plazo los bosques generan recursos y son una fuente de turismo verde muy rentable para sus moradores. Pero hasta entonces sólo veremos el páramo reseco, esperando así las malditas lluvias de invierno que, al paso que van, llegarán en primavera. A ver si hay suerte.
Hasta el Martes 12
No hay comentarios:
Publicar un comentario