Estados Unidos es un país extraño, ciclópeo, y capaz de hacer lo mejor y lo peor a un mismo tiempo. Todo el planeta estamos expectantes, ilusionados, y asistiendo en directo a sus primarias con una pasión global difícilmente imaginable. Obama, Hillary y McCain se han convertido en términos que suscitan partidarios y detractores en cualquier aldea del planeta, como si fuesen las elecciones del presidente del mundo, que algo de eso hay, dado el poder que acumula el señor que vive en la Casa Blanca, y la importancia que tiene las decisiones que de su despacho emanan.
Pero a la vez que vemos y disfrutamos de este espectáculo de teledemocracia, algunos de los cánceres de la sociedad americana brotan con fuerza y nos dejan alucinados. Ayer volvió a darse una matanza pública, en este caso en una Universidad. En el campus de Northern Illinois, en Chicago, en medio de un paisaje nevado. Postal de un invierno idílico, un hombre armado disparó contra una multitud y ha matado a seis personas, al menos por el momento, dejando heridas a otras tantas y sembrando el terror en un lugar destinado al estudio y la cultura. Y no es nuevo. En este inicio de año llevamos ya unos cuatro episodios como este, sucedidos en centros educativos, comerciales o en plena calle, y en breve llegaremos al aniversario de la matanza cometida en el campus de la Universidad de Virginia, donde más de treinta personas murieron a manos de un perturbado. Es cierto que en los últimos años se han dado sucesos similares fuera de las fronteras norteamericanas, especialmente en el norte de Europa, pero no deja de ser asombroso, y hasta cierto punto aterrador, al frecuencia y mortandad de estos episodios, que se acaban convirtiendo en algo así como “la matanza de la semana”, y no dudo que algún canal de televisión haya creado un programa similar para analizar periódicamente este tipo de sucesos. ¿Por qué pasan estas cosas? ¿Qué lleva a un sujeto a hacer una barbaridad semejante? No lo se, no soy experto en psicología ni nada por el estilo, y me parecen preguntas sin respuesta aparente, pero me haré otra un poco más pedestre.¿Por qué no se imponen controles a la venta de armas que impidan que los sicóticos se hagan con unos fusiles? Aún prohibiendo la venta de armamento se producirían esos hechos, y en España tenemos casos (recordemos ese Puerto Hurraco de la memoria) en los que la ira y la pasión cargan las armas que se encuentran donde sea, pero desde luego no es la gasolina gratuita lo más indicado para combatir los incendios, ni las armerías son los lugares más ideales para seguir abiertos sin control.
En uno de mis viajes al imperio entré en una armería. Vi los estantes, y algo del muestrario. Era similar a una tienda de bicicletas, sólo que sin ruedas y con cargadores. No me encontré nada a gusto allí, solo de ver semejante cantidad de armas, armas de verdad, que impresionan mucho más que en las películas. Pistolas, fusiles, rifles, objetos de un poder destructor inimaginable. Sólo poner mis pequeñas y frágiles manos junto a unos casquillos me daba repelús. Algo debiera hacer el que gane las elecciones al respecto. Esta sangría, este terrorismo sociológico, no puede seguir así.
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